Capítulo 1

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Los rayos del sol se filtraban por entre las hojas de los grandes árboles que adornaban el internado donde niños y niñas de distintos países asistían a llenarse de conocimientos básicos para la vida cotidiana. Las ramas del árbol se movían ante el peso de una pequeña niña de cabellos castaños y ojos azules que subía por él con gran habilidad.

La niña se sostuvo de una de las ramas y miró abajo.

-¡Yugi! ¡Apresúrate! Ya casi llegamos a la cima.

Continúo trepando sin miedo. Atrás de ella venía un niño de cabellos tricolores y rasgos dulces que subía por el árbol con más lentitud que su amiga.

-¿Estás segura que no nos regañarán por esto?

-Si bajamos rápido, no habrá problema. No te quejes y sube.

-¡Anzu! No seas cruel.

Yugi no tuvo más alternativa que seguir subiendo olvidándose de los profesores y de los posibles regaños que recibirían si descubrían que nuevamente estaban desobedeciendo las reglas del internado. Para Anzu las reglas fueron hechas para romperse, así que subió por el árbol sin interesarle lo demás, mientras Yugi la seguía detrás. Cuando por fin llegó arriba, se sentó en la rama más alta y contempló el paisaje mañanero. El cielo se veía de un azul intenso, los pastos brillaban por la luz del sol, las montañas relucían y en la lejanía se podían ver los techos de las casas vecinas junto con corrales y ganados.

-Yugi, mira. Tienes que ver esta hermosura.

Justo en esos momentos llegó Yugi que, subiendo con dificultad, logró sentarse al lado de su amiga y mirar el panorama con una gran sonrisa en la boca.

-Ya veo porqué te gusta tanto venir aquí por las mañanas.

-A todas horas, también vengo en la tarde y en la noche.

-¿¡En la noche!?-Yugi la miró anonadado con los ojos abiertos como platos.

-¿No habías notado que me escapo cada noche para ver las estrellas?

Anzu sonreía con mucha naturalidad, como si fuera normal que una niña de 7 años se saliera de su dormitorio en plena noche sólo para ver el horizonte.

-Anzu, mejor ya no lo hagas. Te pueden descubrir y te castigarán de forma horrible.

Yugi había escuchado que en el internado era común castigar de forma muy severa a los estudiantes desobedientes, en especial a los extranjeros como ellos.

-Llevó haciendo esto desde que mis padres me trajeron aquí, así que no creo que a estas alturas suceda algo.

Anzu tenía 7 años de edad y desde los 5 fue internado en ese colegio para estudiantes extranjeros. Su país natal era Japón, pero no tenía recuerdos de cuando vivió allí, era bebé cuando sus padres fueron a vivir al país en donde se encontraba ahora. Su sueño era ver Japón algún día y ser libre de las autoridades del estricto colegio donde estudiaba y vivía al mismo tiempo.

Por su parte, Yugi tenía la misma edad que Anzu, pero él estudiaba allí desde los seis, hacía un año. Su familia se fue a vivir a dicho país para estar más cerca de su padre que viajaba por negocios recorriendo el mundo entero, sin embargo, tras la muerte de su padre en un accidente, su madre y su abuelo decidieron pagar un colegio de mejor calidad para el niño y, con gran esfuerzo debido a la escasez económica, los inscribieron al mejor internado del momento.

Dicho internado era exclusivo para estudiantes de países extranjeros que vivían como residentes en la ciudad. El colegio se encontraba en las afueras de la ciudad, de allí que se pudieran ver las montañas y los valles desde el patio trasero, lugar donde estaban justo en esos momentos Yugi y Anzu. La escuela era de alto prestigio entre las personas de otras naciones, de allí el motivo por el que las familias de ambos niños estaban contentos de que sus pequeños se educaran en un lugar así sin darle importancia a lo que realmente significaba estar encerrado estudiando la mayor parte del día y con pocas horas de diversión.

-Yugi ¿alguna vez pensaste que podía existir un lugar así de hermoso como este?

-¿Hablas del paisaje o de la escuela?

Anzu lanzó una mirada furibunda a su amigo.

-Del paisaje, obvio.

-Dijiste "un lugar hermoso" y el lugar donde estamos es el colegio.

Yugi jugaba un poco con Anzu, porque en realidad sabía lo que ella trataba de decir.

-Hablo del horizonte.-dijo Anzu haciendo un puchero.

-Siendo honesto no creí que hubiera paisajes tan hermosamente pintados.

-Es cierto, es como si alguien los hubiera pintado para nosotros.

La pequeña castaña estaba tan embelesada en la naturaleza que no se percató de la sonrisa dulce y llena de ternura que su amigo le dedicaba a ella exclusivamente.

Para Yugi, Anzu era una niña especial, era la única amiga que tenía en ese ambiente lleno de reglas y restricciones, Anzu lo defendía cuando alguien lo atacaba y lo protegía como una hermana mayor lo hace con su hermanito en peligro.

-Anzu...

-¿Si?-volteó a ver al tricolor.

-¿Crees que alguna vez podremos volver a Japón?

-Claro, la escuela no será para toda la vida.

-Es que dudo mucho que nuestros padres nos lleven a Japón nuevamente. Al menos mi familia no creo que lo haga.

-No importa lo que los adultos digan o hagan, nosotros lograremos nuestros sueños de una forma u otra.

Anzu movía sus piernas de arriba abajo en la rama.

-Veo que sientes muchos deseos de ir a nuestro país natal.

-Es obvio. Quiero conocer el lugar donde nací. Este lugar es bello pero no puedo controlar mi ansía de ver mi tierra.

-No tengo el interés tan fuerte como el tuyo, pero sí quiero verlo.

La niña le sonrió pícaramente.

-¿Lo veremos juntos?

-¿Qué?-Yugi se sobresaltó poniéndose rojo.

-Japón. ¿Lo veremos juntos?

Las mejillas de Yugi se pusieron coloradas de rojo y ocultó su rostro entre sus manos girándose del otro lado, evitando contacto visual con Anzu.

-Pues...este...me agrada la idea.

Anzu sonrió ante la timidez de su amigo. Si en algo destacaba Yugi era en lo tímido que resultaba ser con las demás personas, en especial con ella.

-Entonces, lo haremos. Volveremos a Japón juntos y lo viviremos allí por siempre y para siempre.

Con cariño y felicidad, abrazó a Yugi haciendo que el sonrojo de este aumentara al sentir el cuerpo de la pequeña junto al suyo.

Abrazados, se quedaron observando el paisaje por una hora entera aprovechando que las maestras estaban lejos de ellos. Yugi no era dado a rechazar los gestos cariñosos de Anzu, pero sí se ponía muy nervioso ante estas muestras de afecto, en especial porque Yugi sentía una ligera atracción por ella. Sus sentimientos por Anzu iban más allá de una simple amistad, la consideraba bonita, llena de vida y una niña divertida. En verdad que deseaba poder viajar junto con ella a Japón, anhelaba que se cumpliera pronto ese sueño.

Ninguno imaginaba de qué forma se realizarían sus planes.

¿Cómo lo ven? Iniciamos una nueva historia, espero que les guste y que reciba su apoyo como siempre, amores. 

Identidad PerdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora