Capítulo 5

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La puerta se abrió de golpe dando paso al prefecto que tocó un silbato despertando a todos los niños.

-¡Levántense! Dentro de unos minutos se servirá el desayuno así que no bajen en orden.

Kaiba se despertó y estiró su cuerpo antes de ponerse de pie; miró a todos los niños y de pronto notó que el prefecto concentraba su mirada en un punto fijo. Volteó hacía allí y descubrió al niño de cabellos tricolores que aún no despertaba, por su forma de dormir parecía como si no hubiera descansado lo suficiente y estuviera agotado.

Enfurecido, el inspector se dirigió a él y de un manotazo le quitó la sábana, el tricolor continuaba dormido sin sentir ningún movimiento.

-¡Yami Yugi Motou! ¡Levántate ahora si no quieres quedarte sin desayunar!

El pequeño se removió en su cama sin escuchar nada, no despertaba. Los demás niños comenzaron a reírse por lo bajo divirtiéndose ante la escena y Kaiba recordó lo sucedido la noche anterior cuando vio la sombra de un niño de cabellos puntiagudos atravesar a hurtadillas el dormitorio.

-Lo siento. Cinco minutos más.-respondió Yugi entre sueños y las risas aumentaron.

-¡Yami Yugi!

El guardia sacudió repetidas veces el cuerpo del niño hasta que finalmente logró despertarlo con mucha dificultad.

-¿Qué sucede?-preguntó Yugi con los ojos irritados por el agotamiento.

-No sé qué te está sucediendo, pero si no te levantas no desayunaras.

En cuanto escuchó eso, Yugi abrió los ojos espantado y paró como un resorte vistiéndose y poniéndose sus zapatos. Las carcajadas de todos estallaron llenando el dormitorio de escándalo y burla, Kaiba fue el único que no se inmutó; miraba detenidamente al niño, notaba lo extraño que era ese chico y su gran diferencia con los demás compañeros.

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-Vaya, vaya. El lindo y tierno Yugi no se pudo levantar hoy de su cama, pero si le hablan de comida sale corriendo como una liebre.

Tras hablar en tono burlón y frente a las risas de sus compañeros, el granuja empujó con gran fuerza a Yugi haciendo la cara de esté cayera en el plato de cereal. Por segunda vez en el día estallaron risotadas en todo el comedor, pero esta vez sonaban con más estridencia molestando los oídos del único que niño que no participaba en los juegos burlones de los otros. Con las manos en la orejas, Kaiba giró hacia donde estaba Yugi y contempló como el niño tenía manchada la cara de leche y cereal mientras los demás alumnos continuaban su broma pesada gritándole apodos e insultos.

-¿Quieres comer? ¿Tienes tanta hambre? ¡Pues come!

Volvieron a azotar a Yugi en su plato riéndose ruidosamente.

-¿Me pregunto dónde estará Anzu para ayudarte?

Al ver tal escena, Kaiba recordó sus tiempos en el orfanato en los que Mokuba y él eran maltratados por los que se hacían llamar sus "amigos". Las manos de Kaiba formaron puños, enojado al evocar tales recuerdos dolorosos, pero no se movió de su sitio. No pensaba ayudar a nadie, no estaba del lado de nadie, así que le importaba poco si Yugi o como se llamara ese niño sufriera.

-El pobre Yugi es tan cobarde que no puede defenderse si no está su amiga con él.

Las ofensas y humillaciones no cesaron durante la hora entera. Al finalizar la hora del desayuno, camino a sus clases, Yugi fue hacia el baño para lavarse la cara y dirigirse a su salón. Estaba seguro que Anzu lo regañaría por no actuar en contra de los abusivos niños con que los que debía convivir todos los días, pero ya estaba resignado a que nunca tendría el suficiente valor para protegerse a sí mismo ni a su amiga.

Su clase transcurrió lenta como siempre, deseando que llegara el momento de reunirse con la niña que ahora era, no sólo era su amiga, sino su primer amor. Si anteriormente el amor sonaba extraño y misterioso para él, creía que ahora era algo bello y curioso. Que un niño de 7 años se enamorara no era algo común, pero como dicen "cayó en el amor".

Cuando se hizo el receso mañanero en el que todos los niños se daban el lujo de jugar antes de las siguientes dos horas de tortura en las clases, Yugi se encontró con Anzu en el patio como era su costumbre hacerlo.

De inmediato, Anzu notó algo.

-¿Qué te pasó?

Los nervios se hicieron notorios en Yugi que disimulaba lo sucedido.

-¿Eh? No, nada. Todo bien.

-No me mientas. Te hicieron algo, estoy segura.

-Claro que no, Anzu.

La expresión de Anzu denotaba furia contenida, frunció su ceño enojada y Yugi se puso más nervioso con la reacción de la castaña, su sonrisa desapareció de sus labios.

-Estoy segura que te hicieron algo. Mira cómo tienes la ropa.

El tricolor miró su atuendo mojado por el agua que usó para quitarse las manchas de leche, aunque no sirvió de mucho porque continuaban algunos residuos de cereal y leche que hicieron indagar a Anzu sobre lo sucedido.

-Es que derramé el agua mientras bebía.

-Estas mintiendo.

Anzu se veía enojada, demasiado. Incluso el pequeño Yugi se encogió en su sitio temeroso.

-¡No soporto este tipo de cosas!

Con paso firme y decidido, Anzu tomó camino hacía el recinto donde jugaban los demás niños.

-¿Qué? ¿A dónde vas, Anzu?-la voz de Yugi tembló.

-Estoy cansada de que te estén molestando esos brabucones, así que arreglaré cuentas con ellos.

-¡NO! ¡Anzu, espera!

Corrió junto a ella y la jaló esforzándose por detener su caminar, pero Anzu hizo caso omiso del jaloneo del tricolor y siguió avanzando hacia la zona de juegos.

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Agotada, con la ropa ligeramente sucia por la corrediza que mantuvo por media hora con aquellos niños malcriados, Anzu se dirigía a paso lento al único lugar del colegio donde se sentía segura. Detrás de ella venía Yugi jugando con sus dedos y cabizbajo por la pena y la vergüenza que sentía en esos momentos.

-Anzu...

-No hables, por favor. Me siento agotada.

Yugi bajó la cabeza con un gesto de tristeza. Le afectaba mucho ver a Anzu mal por su culpa, por defenderlo. Se maldijo a él mismo por no tener valor para ser él el protector de su castaña.

Los pensamientos de ambos se interrumpieron cuando, al momento de llegar a la parte de atrás del edificio, descubrieron a un niño solitario leyendo un libro sentado a los pies del árbol donde trepaban todos los días y recargaba su espalda sobre él.

Detuvieron su caminar y lo miraron fijamente, el niño estaba tan concentrado en la lectura que no reparó en los dos pares de ojos que lo observaban.

-Ese niño...

-Es el estudiante nuevo.-dijo Yugi y Anzu lo miró sorprendida.

-¿El estudiante nuevo que mencionaste?

-Su nombre es Seto Kaiba, es el hijo del hombre más rico del mundo.

Anzu lo miró incrédula, no necesita evocar sus recuerdos para saber que se trataba del mismo niño que la trató como basura cuando recién llegó al internado. Apretó sus labios con cierta molestia al saber que ese niño odioso estaba muy cerca su árbol favorito, no podrían subir con él allí o los podría delatar con los maestros.

-Yugi, creo que no podremos subir por ahora a ver los valles en la mañana.

-Tienes razón.

-Mejor esperemos a la tarde.

-De acuerdo.

La sonrisa grande de Yugi calmó la incomodidad de Anzu que le devolvió el gesto, no les quedó de otra más que irse. Sin embargo, Anzu no le quitaba los ojos de encima al niño rico: algo no le gustaba de él.

Dos capítulos en festejo a mis 40 historias.

Identidad PerdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora