La rutina se repitió de nuevo, Yugi se agotaba mucho por las noches de aventuras y las burlas eran cada vez más constantes gracias a los regaños que recibía por parte de los prefectos. Kaiba era el único al que le era indiferente lo que pasaba a su alrededor, nadie lo molestaba por ser el hijo del hombre más rico del mundo, pero eso no impedía que no le agradara a nadie por su forma de ser tan individual.
Anzu buscó prendedores y demás objetos pequeños para que, cuando la noche llegara, encontrara la forma de abrir las rejillas del túnel de escape y averiguar sí les serviría para entrar y salir del dormitorio. Tanto niñas como niños no podían entrar a los dormitorios opuestos, o sea que ella debía de enseñarle a Yugi como utilizar los alfileres correctamente, sin ninguna equivocación. Ya no podía ver los horizontes por culpa de Kaiba que no abandonaba el árbol para descansar y leer, eso la irritaba más.
Al llegar la noche, Anzu le mostró a Yugi un prendedor, un alfiler y un destornillador que no recordaba de donde lo había sacado.
-¡Hagámoslo!
Luego de que su compañero de aventuras asintiera, inició la actividad. Quitó los tornillos y logró abrir la rendija tardándose más o menos media hora.
-¡Eres muy buena para estas cosas, Anzu!
Yugi estaba admirado con la inteligencia de la castaña; comenzaba a entender por qué le gustaba tanto.
-Creo que adquirí experiencia.
Cuando finalmente abrió la rendija, ambos se miraron antes de ponerse en acción.
-Los dos entraremos y si no encontramos nada, regresamos.
Yugi tragó saliva dando un movimiento de cabeza afirmativo.
-¡Bien! ¡En marcha!
Caminando en 4 patas, entraron por la vía de escape que tenía el suficiente tamaño para un niño de su edad. Gateando lentamente, avanzaron por el túnel hasta que el camino se dividió en dos, una ráfaga de aire los llenaba: probablemente el aire acondicionado que se filtraba por alguna parte.
-¿Qué hacemos?-preguntó Yugi al ver el camino partido en dos.
-Yo me voy por este lado y tú por allá.
Siguió las indicaciones de su amiga y cada uno tomó el rumbo respectivo, Yugi por la derecha y Anzu por la izquierda.
Avanzando a gatas y lo más silenciosamente posible, llegaron a su destino: el final del túnel. Efectivamente, había otras rejillas, las cuales no podían ser abiertas a mano sino con herramientas, pero lograron, cada uno en su respectivo lugar donde se hallaban, reconocer que al otro lado de esas rejas estaban los dormitorios.
Anzu estaba en el lado masculino y Yugi en el femenino. Corroboraron que estuvieran en el lugar correcto y regresaron por el mismo camino; como siempre, la primera en llegar afuera era Anzu y después Yugi a ritmo lento.
-¿Estás bien?-preguntó Anzu delatando su preocupación por Yugi.
-Sí, lo estoy. Gracias por preguntar.
El corazón de Yugi se aceleró más por la pregunta de Anzu que por su aventura.
-Bueno, ya encontramos el rumbo para escapar sin que nos atrapen. Ahora debemos desarmar desde adentro las rejas para salir desde el interior del dormitorio.
-¿Cómo haremos eso?
Anzu levantó el destornillador en su mano giñando el ojo y sonriendo triunfante.
-Por algo tenemos esto.
.
.
La aventura para quitar los tornillos y las rejas del túnel de escape no fue una tarea fácil. Tardaron alrededor de dos días en lograrlo y tuvieron que ser muy precavidos para que nadie se percatara de la travesura que hacían. Por supuesto, un alumno sí sabía que había algo oculto en el internado: Seto Kaiba escuchaba todas las noches los sonidos diminutos que Yugi realizaba al destornillar las rejillas. A veces la curiosidad lo mataba y deseaba preguntarle a Yugi qué hacía y a donde iba, pero eso era en contra de sus principios sobre la regla que se puso a sí mismo de no hablarles a la chusma.
Fue de esta forma que los días pasaron rápidamente y cuando menos se dieron cuenta, Kaiba llevaba dos meses estudiando allí.
Durante dicho tiempo, Seto mantenía su distancia de todos los niños de esa escuela refugiándose en el árbol y en los libros como medio de escapatoria. Por fuera se veía molesto, pero por dentro seguía inquieto por saber qué había pasado con Gozaburo y su hermano Mokuba de los que no sabía nada desde que entró en el instituto. Le daba muchas vueltas al asunto pensando en que aún desconocía el motivo por el cual Gozaburo dejó Japón para venir al país donde estaban ahora llevándolo a él y su hermano también.
Mientras tanto, Yugi y Anzu habían logrado por fin utilizar el túnel de escape para salir desde el interior del dormitorio hacia afuera. Disimulaban que las rejillas estaban abiertas, de tal manera que a primera vista parecían que estaban cerradas, evitando que los prefectos inspeccionaran y se descubriera todo.
Cada noche iban a sentarse en las ramas del gran árbol contemplando el cielo nocturno. Yugi se acostumbró a la rutina, así que dejó de sufrir por la falta de sueño, aunque sus compañeros no dejaban de abusar de él y, como siempre, Anzu salía en su defensa.
La vida en el colegio era igual todos los días como un disco rayado. No parecía que fuera a cambiar en algo, al menos por un tiempo todo permaneció exactamente igual hasta que...
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Identidad Perdida
FanfictionUna niña japonesa es separada de su nación y de sus conocidos para vivir otra vida completamente distinta. Todo parece ir bien hasta que ambas vidas se entrelazan. Mi séptimo fanfic.