Capítulo 9

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Una atmosfera de desconcierto envolvió pesadamente el salón donde Yugi y Kaiba escuchaban extasiados las palabras de la directora. Los niños comenzaron a murmurar asustados preguntándose qué pasaría de ahora en adelante.

-Tranquilos, niños, no teman. Por lo que sabemos la guerra iniciará dentro de un mes, así tenemos dos semanas para mandarlos de vuelta a sus respectivos hogares.

El tumulto incrementó, pero Yugi se asustó aún mucho más: si era llevado a su casa no podría confesarle a Anzu sus sentimientos ella.

-Les quedan dos semanas de clases, al menos hasta que sus padres vengan por ustedes.

Tras despedirse, la directora salió del salón dejando a los niños atónitos y sin dejar de hablar del asunto, el maestro los tuvo que callar para comenzar la clase, pero la mente de todos estaba en otro lugar.

Yugi se sentía atemorizado. Era urgente que terminara ese corazón para dárselo a Anzu cuanto antes, su oportunidad estaba acercándose cada día más.

Mientras, Kaiba también estaba hundido en sus pensamientos, cavilando cada idea que pasaba por su mente y sospechando poco a poco lo que estaba ocurriendo realmente. De repente, como un rayo cayendo del cielo, abrió los ojos sorprendido cuando pareció encontrar la respuesta a la cuestión; KC es una empresa dedicada a la fabricación de armas de guerra, el país donde estaban iba a levantarse en armas.

Kaiba se llevó la mano a la boca con los ojos tan abiertos que daba miedo, su respiración se volvió agitada al comprender la verdad del asunto ¿cómo no lo pensó antes?: Gozaburo estaba apoyando la guerra y contribuía con el armamento.

Tuvo que contener su deseo de salir huyendo del salón y esconderse en algún lugar apartado. Siendo un genio resultaba sorprendente que no se hubiera dado cuenta de que su padre adoptivo estaba involucrado en dicha guerra. Su odio hacía ese hombre, que no tenía el derecho de llamar "padre", creció aún más.

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En su lento caminar, Seto reflexionaba cuanto aborrecía a Gozaburo, cuanto desprecio podía sentir hacía ese tipo que si bien le daba una vida de lujos, lo golpeaba con tanta frecuencia que él y Mokuba tenían llagas en la espalda, las cuales cuidaban con esmero ya que frecuentemente se volvían a abrir con los nuevo azotes que recibían. A veces deseaba que Mokuba y él escaparan, pero eso no sería posible mientras fueran unos niños tan chiquitos.

Su pensamiento fue cortado al llegar a la parte trasera de la escuela y, por primera en mucho tiempo, alguien le ganó su lugar cómodo para sentarse bajo el árbol.

-Al fin está vacío. Aprovechemos.

A la señal de Anzu, está comenzó a trepar por el árbol con su gran agilidad de mono, miró abajo y se topó con los ojos amatistas de Yugi que no se apartaban de ella.

-Apresúrate, Yugi.

Extendió su mano a él para ayudarlo y justo en el momento en que Yugi estiró la suya para alcanzar a su amiga, una mano tiró del cuello de la ropa de Yugi y este se derrumbó en la tierra.

-Ustedes son unos estorbosos.

Anzu reconoció al niño de cabellos castaños que, con las manos en jarras, lo miraba con desprecio.

-¿Quién te crees que eres?

Anzu bajó de un salto y frunció el ceño, furibunda con el niño.

-¿Quién me creo que soy? No es quien me crea, sino quién soy yo.

Hablaba con orgullo y admiración sobre él mismo.

-Eres un engreído y eso te dejará solo.

-¿Crees que eso me importa? Prefiero estar solo que con gentuza como tú y tu amigo.

Yugi se levantó del suelo sintiéndose herido por esas palabras cargadas de odio y furia al mismo tiempo.

-No somos gentuza. Tenemos muchos más valores que tú y eso nos hace mejores personas.

-Si, como no.

El tono sarcástico de Kaiba sacó de quicio a Anzu que, sin poder resistir más, lanzó su puño contra Kaiba y lo estrelló en su mejilla haciéndolo retroceder unos pocos pasos. El golpe dejó en shock a Seto que no esperaba esa respuesta por parte de la niña, Yugi también quedó boquiabierto.

Con los ojos encendidos en fuego vivo, Kaiba se acercó y le devolvió el golpe con tal fuerza que Anzu cayó al suelo.

-¡Anzu!-gritó Yugi.

La castaña hizo esfuerzos por levantarse del suelo con su mano en la boca de la que brotó un pequeño hilito de sangre.

-¿Estas demente? No puedes golpear a una niña en esta escuela.-dijo Anzu con los ojos humedecidos por el llanto contenido.

-Si dices algo yo puedo encargarme de nunca puedas estudiar en ningún lado, ni en este país ni en Japón.

Kaiba sabía que Anzu era japonesa: el nombre, la apariencia y el acento la delataban.

La sorpresa, la intriga, el coraje y el odio que había entre Kaiba y Anzu no les permitió advertir que el cuerpo de Yugi estaba temblando de furia, con las manos formando puños y de su garganta salían gruñidos por lo bajo.

-¡Eres malvado!-dijo Anzu molesta.

-¿Hasta ahora te das cuenta?-interrogó Seto burlonamente.

De repente, sin que lo esperara, un nuevo golpe en la cara derribó a Kaiba contra el suelo ensuciando su uniforme de tierra. Anzu abrió los ojos y la boca con desmesura sin poder creer lo que había visto, ladeó su cabeza a donde estaba el pequeño que derribó al ricachón; un niño de cabellos tricolores que respiraba agitadamente debido a la rabia que afloraba de su ser.

Identidad PerdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora