Capítulo 19

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Al sonido de los niños correr por los pasillos del orfanatorio dispuesto a desayunar y jugar, Tea se despertó y se arregló para reunirse con ellos.

En el gran comedor, donde una mesa larga estaba llena de comida sencilla debido a la escasez de alimentos, Tea notó que el semblante de Martha mostraba preocupación e intranquilidad.

-¿Te sucede algo?

Los ojos de la mujer se posaron en los de la joven que esperaba una respuesta, compartiendo la inquietud con su mentora. Martha desvió su mirada y se alejó, Tea la siguió. Algo no andaba bien.

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-¿Qué estás tratando de decir con esto?

-Temo que pronto este lugar será demolido.

Martha sonaba angustiada y Tea sintió un mareo que la hizo ver doble por unos breves segundos.

-¿Demolido? ¿Cómo es posible eso?

-Hemos recibido una orden de que este terreno fue comprado por un empresario rico con la intención de crear un parque de diversiones.

-¿Destruirán un refugio para niños sin hogar sólo para construir diversión para otros niños con mayores recursos?

La voz de Tea subió de volumen, alarmada por el bienestar de los niños, más que por el de ella misma. ¿Dónde terminarían los pequeños si se quedaban sin hogar?

-Yo también considero muy contradictorio lo que está haciendo esta empresa.

Las manos de Tea se cerraron en puños fuertes lastimando sus palmas, apretó la mandíbula con fuerza llena de resentimiento y odio. Con toda la fuerza que tenía, golpeó la mesa haciendo que Martha se sobresaltara sorprendida del acto violento de la joven.

-¿Cuál es la empresa que mandó esta orden?

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Frente a un enorme edificio, perteneciente a una gran compañía de origen japonés, un auto negro se detuvo al pie de las escaleras. Un hombre de estatura baja descendió por la escalinata y abrió la puerta del auto a la señal del conductor.

-Buenos días, señor.

Sin responder a la cordialidad de su empleado, un hombre se apeó con un portafolio en mano y una gran capa morada que le daba un porte varonil y elegante. Con un caminar decidido y sin vacilar, subió por las escaleras de la gran empresa Kaiba Corporation.

En dicha asociación, los empleados hacían sus trabajos ordenadamente cumpliendo las órdenes dadas por el jefe. En cuanto este apareció, todos adoptaron una actitud de humildad y sumisión; le tenían miedo más que respeto.

El director de toda la compañía, un hombre joven con un semblante frío y hostil, caminaba hacía su oficina principal, pero detuvo su marchar mirando a una mujer que arreglaba documentos importantes.

La joven sintió una mirada encima de ella y giró bruscamente.

-Ishizu, que sorpresa.

-Buenos días, señor Kaiba.

La joven de cabellera negra y larga, con tez morena, hizo una inclinación de cabeza y continúo con su trabajo.

-Olvida eso. Ven a mi oficina ahora.

Sin agregar más siguió por su camino y a Ishizu no le quedó de otra más que seguirlo.

La oficina de Seto Kaiba era grande, llena de muebles, una sala de estar y diversos libros, incluso tenía una televisión. Ishizu era la secretaría personal de Seto Kaiba desde hacía 5 años, cuando la empresa comenzó a extenderse y a ganar terreno tras una caída fuerte que tuvo durante la guerra. De ahí que era la única del personal laboral que podía tener el "lujo" de entrar a su oficina y permanecer todo el tiempo que deseara.

-Necesito consultarte sobre un asunto de suma importancia para la expansión del negocio.

Kaiba se sentó detrás de su escritorio, entrelazó sus dedos y recargó su barbilla en sus manos con ambos codos en la mesa. Sus ojos azules destellaban un brillo único y especial. Con un movimiento de los ojos le hizo una seña de que se sentara.

La joven obedeció sentándose en uno de los sillones rojos; era más como una sala de estar que una oficina.

-Como te había mencionado antes tengo planeado expandir el negocio de los juegos a más zonas de este país. Así que he pedido que se me informe de lugares donde se puedan colocar nuevos locales de juegos.

-¿Piensa poner más tiendas y zonas de diversión?-intuyó Ishizu.

-Aún nos faltan mucho para que esta industria pueda fluir en el extranjero como es mi idea original. Por eso quiero que me brindes tu apoyo como siempre lo haces.

-Señor, sabe que no necesita pedirme eso.

-Aun así te lo pido porque creo que eres apta para sacar adelante esto.

La expresión de la joven cambió volviéndose cabizbaja y un poco desilusionada. Kaiba entrecerró los ojos sabiendo que algo pasaba.

-¿Por qué pones esa cara?

No contestó, movía sus dedos nerviosa, apretó su mandíbula y cuando abrió la boca para decir algo las palabras no salían de ella.

-¿Tienes problemas?

-Depende de cómo tome usted lo que voy a exponer.

Entonces Kaiba se mostró algo curioso, extrañado sobre lo que su empleada más leal tuviera que decirle.

Con una mirada firme y una expresión seria, Ishizu levantó su rostro hacia su jefe.

-Señor Kaiba, tendré que dejar de trabajar con usted.

Identidad PerdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora