Capítulo 12

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Pasaron unos pocos días en los que Yugi y Anzu no se veían, los vigilaban día y noche; el túnel de escape fue sellado tan fuertemente que nadie podía entrar y salir por él. Para los dos niños era muy difícil estar solos nuevamente como antes de conocerse, el único consuelo que tenían era el pedazo de corazón que cada uno poseía. Anzu miraba siempre el "Yu An" y Yugi no dejaba de contemplar el "Gi Zu".

En momentos derramaban lágrimas al contacto con los pedazos de madera tallada; Anzu confirmó que lo que sentía por Yugi iba más allá de una amistad: estaba enamorada de ese niño, su primer amor.

Con el paso de los días, el internado se fue quedando sin niños conforme los padres iban llegando y se llevaban a los pequeños, los rumores de guerra no cesaban y ahora existía la posibilidad de que la guerra estallara más pronto de lo esperado.

La angustia se apoderó de Anzu, no sólo porque no podía ver a su querido amigo sino porque sus padres estaban tardando en venir a recogerla y eso no era buena señal. La misma angustia se apropió de Yugi, su abuelo y su madre todavía no se presentaban a llevarlo lejos del internado.

En uno de esos días solitarios y aburridos, en los que se podía sentir el ambiente tenso de los estudiantes restantes al oír con más intensidad los murmullos de los maestros sobre la posible guerra, Anzu caminó hacía el árbol donde acostumbraba ir siempre aprovechando que el vigilante se distrajo con otros niños. Necesitaba estar sola, sentía deseos de llorar y platicar con alguien sobre lo sucedido, pero sabía que Yugi no estaría esperándola en el árbol.

Grande fue su sorpresa cuando vio al niño ricachón y engreído sentado bajo la sombra del árbol con su libro en mano y con la vista fija en su lectura sin inmutarse por la presencia de la niña. Con el ceño fruncido y una expresión de coraje, Anzu fue directo a donde Seto Kaiba descansaba.

-Quiero hablar contigo y no me interesa lo que estés haciendo.

Kaiba volteó y la miró secamente.

-¿Ahora qué quieres, mocosa?

-Si tanto te gusta este árbol entonces deberías aprender a ser amigo nuestro en vez de causarnos problemas.

-¿Problemas? ¿Qué clase de problemas?

El tono sarcástico de Kaiba aumentó el enfurecimiento en que se encontraba Anzu en esos momentos.

-Fuiste tú ¿cierto? No creo estar equivocada.

-¿Qué hice?-fingió inocencia, pero se notaba la falsedad en sus palabras.

-Tú nos acusaste con los profesores. Es mucha casualidad que después de nuestro pleito nos hayan descubierto.

Kaiba le dedicó una sonrisa burlona y triunfante.

-Veo que no eres tan tonta como creí. Acertaste correctamente.

-¿Qué?-la castaña estaba atónita ante tal revelación.

-Tu amigo me golpeó así que debe aprender a vivir con las consecuencias de sus actos.

-Tú empezaste todo, nos atacaste primero.

Anzu encogió sus ojos mostrando su molestia.

-La clase de los pobres no se debe de meter con los ricos.

Kaiba la ignoró y se sumergió en la lectura dejando a Anzu con la mirada fija en él hasta que no pudo contenerse más y se abalanzó contra él. Seto volteó a verla y con rápido movimientos se levantó y puso un pie enfrente de ella, haciendo que Anzu cayera al suelo derrotada. Trató de levantarse, pero sus rodillas le dolieron.

-Somos seres de clases sociales distintas, eso nos hace diferentes. Yo soy superior a ti, así que ten cuidado o puedo destruirte.

Anzu logró ponerse de rodillas, pero todo el valor de su corazón se esfumó y ya no sentía fuerza ni deseos de luchar.

Identidad PerdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora