Capítulo 8

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-¿¡Una guerra!?

Los niños comenzaron a murmurar y a temblar de miedo. Desde hacía pocos días se sabía que el país donde estaban se preparaba para una guerra y eso los tenía inquietos. En un principio pensaron que era una broma del niño que fue con el chisme, pero varios alumnos oyeron a los maestros hablar sobre ese tema y, por las caras consternadas de estos, los niños dedujeron que era verdad todo lo dicho.

El miedo corría entre los pequeños. ¿Qué pasaría con ellos si una guerra estallaba? ¿Los devolverían con sus padres o los dejarían morir allí?

Por supuesto, los maestros e instructores no hablaban del asunto directamente con los niños, sino que tomaban medidas preventivas organizando simulacros de emergencia cada cierto tiempo: eso confirmó las sospechas de los pequeños.

-¿Crees que haya guerra?-se notaba el pánico disfrazado en su voz.

-No lo creo, Yugi, pero es mejor esperar.

Mientras los rumores se hacían más fuertes, el amor infantil de Yugi a Anzu también se intensificaba y esté buscaba la forma de revelar su sentir a su amiguita. El temor al rechazo era lo que le impedía ser sincero, pero algo en su corazón le indicaba que pronto tendría que hablar sobre esa cuestión que lo comía por dentro. Si era cierto todo y si se avecinaba una guerra lo más lógico y probable era que los mandarían a sus casas y tal vez se separarían por un largo periodo de tiempo. Debía ser valiente y hablar cara a cara con su querida Anzu sobre su amor por ella.

Como caído del cielo, una idea apareció en su vida.

-Como verán, niños, el taller de manualidades nos pide, cada cierto tiempo, que creemos algo original para aumentar nuestra creatividad. Debido a eso, hemos tomado la decisión de que, para incentivarlos a ser más creativos, ustedes deben crear un regalo para una persona especial utilizando los materiales del colegio. Puede ser un regalo para su madre, hermana, o para una niña que les guste.

En la última opción todos los niños del salón hicieron muecas de asco, con excepción de Kaiba y Yugi al que de inmediato se le ocurrió lo de debía hacer y sonrió ampliamente como si le hubieran mandado la respuesta a su interrogante.

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Tres meses de estancia en ese lugar y el rumor de que una guerra se desataba cobraba fuerza cada vez con más vivamente. Kaiba se sentía preocupado por Mokuba, no sabía cómo comunicarse con Gozaburo y eso lo estresaba demasiado. Mokuba era su única familia real, siempre se cuidaban mutuamente así que la sola idea de que algo le pasara era angustiante.

Aburrido de todo y de todos, se digirió al dormitorio masculino para descansar aprovechando que tenía tiempo libre antes de su siguiente clase. Al entrar se sorprendió de descubrir que no era el único niño allí: Yugi se hallaba sentado en su cama con las manos visiblemente ocupadas en algo.

Olvidado de su regla de no hablar con pobres, la curiosidad movió a Kaiba a acercarse distinguiendo que Yugi tallaba con un cuchillo, un pedazo de madera.

-¿Qué haces?

La concentración de Yugi en su labor fue tan extrema que se sobresaltó cuando la voz de Seto atravesó su conducto auditivo.

-¡Kaiba!

-Veo que te doy miedo.

Su voz sonaba indiferente como si no fue una novedad que alguien sintiera temor hacía él.

-No es eso, es que estoy ansioso por que esto salga bien.

-¿Qué es?

Kaiba se agachó un poco y vio que se trataba de un pedazo de madera dura que estaba tomando forma de corazón.

Identidad PerdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora