Capítulo 14

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Las yemas de los dedos de ambos se tocaron ligeramente, pero un jaloneo impidió que sus manos se juntaran: Anzu fue jalada hacía atrás y Yugi hacía adelante.

-¡Yugi!

-¡Anzu!

Se perdieron de vista, no pudieron mantenerse en contacto. El tumulto se llevó a Yugi hacía donde todos corrían, pero los pasos de Anzu eran lentos y el ajetreo era demasiado. La fuerza de los niños juntos fue tal, que los esfuerzos de ambos por acercarse fueron en vano.

De repente, Anzu sintió un jalón fuerte en su cuello por el lado contrario a donde ella avanzaba. No notó que la cadena con sus datos personales se rompió con esa potente fuerza perdiéndose entre la aglomeración de niños.

Entre pisotones, jaloneos y golpes, Anzu tropezó y cayó al suelo quedando inconsciente.

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Los bombardeos azotaban la ciudad provocando que algunas casas y edificios se derrumbaran convirtiéndose en escombros, las personas huían despavoridas por el terror. Las explosiones iban directo a las zonas más habitables, de ahí que la mayor parte de los ataques eran contra la ciudad que con los campos.

Desde el interior de la empresa de su padre adoptivo, Seto abrazaba con fuerza a su hermano menor que temblaba de miedo ante el sonido de las detonaciones y la destrucción proveniente de afuera.

-Hermano, ¿crees que esto terminé pronto?

La voz de Mokuba se oía quebrada, unas lágrimas se derramaron de sus ojos y Seto acarició amorosamente el rostro húmedo de su hermanito.

-No te asustes, Moki. Te prometo que te sacaré de aquí.

Seto analizó algo a detalle, estaban en una construcción muy alta por lo cual sería fácil que se viniera abajo con un ataque masivo. Debía escapar, pero no conocía muy bien las rutas de escape de la compañía; Gozaburo tenía todo controlado, sin embargo no podía permitir que la vida de su hermano peligrara.

Miró a todas las direcciones pensando en cómo sacar a su hermano sin ser descubiertos.

-Moki, saldremos de aquí.

Lanzó una mirada firme y llena de decisión al pequeño.

-¿Cómo lo harás, hermano?

Mokuba se oía interesado, abrió sus ojos con admiración.

-Ya lo verás. Escaparemos de Gozaburo y de esta guerra.

Tomó la mano del niño rumbo a la salida de la oficina donde se hallaban, pero exactamente en el instante en que su mano casi toca el pestillo, la puerta se abrió de par en par. Seto y Mokuba reflejaron en sus caras espanto, desconcierto y confusión.

-¿A dónde pensaban ir, niños?

Fue la única pregunta del secretario en jefe más cercano a Gozaburo antes de que unos hombres aparecieran detrás de él y aprisionaran por los brazos a los dos hermanos.

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Apresuradamente, Akiza y los demás prefectos ayudaron a los niños a entrar en un refugio subterráneo que se encontraba bajo un granero donde, curiosamente, no había animales. Tanto niños como niñas se metieron por una abertura en la tierra descendiendo por una escalera de metal.

-¡Vamos, niños! ¡Apresúrense!-decía la directora casi a gritos.

Los estruendos de las bombas estallando sonaron a lo lejos ocasionando que los infantes aceleraran su introducción en el escondite secreto.

-¡Anzu! ¡Anzu!

Los gritos de Yugi eran amortiguados por las voces de sus compañeros y del ruido proveniente de afuera, nadie lo podía escuchar.

-¡Anzu! ¿Dónde estás? ¡Anzu!

Giraba su cabeza de un lado a otro con la esperanza de ver a su querida Anzu en medio del enorme grupo de niños. Fue en vano. Cuando el gentío lo llevó hacia la directora, alzó la voz y levantó la mano tratando de llamar la atención de la superiora.

-¡Directora! ¡Directora!

Los chillidos y quejidos del resto de los niños impidieron que la jefa escuchara la voz preocupada de Yugi, siguió agitando sus brazos, pero fue ignorado.

-Directora, Anzu está...

-¡Entra ahora!

Sin prestar atención al niño, la administrativa empujó a Yugi hacía adentro del refugio, bajó por la escalera obligatoriamente, no obstante Yugi decidió buscar a su amiga entre las niñas que ya estaban adentro.

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Sus brazos dolían debido a la presión ejercida sobre ellos. Cuando se abrió la puerta de la oficina principal, un escalofrío recorrió su espina dorsal. Por más que ansiaba y se removía, no podía zafarse del agarre de los guardaespaldas, mucho menos su hermano lograba liberarse. El miedo en su pecho cambio a ira al reconocer al hombre detrás del escritorio que yacía en el despacho.

-Hola, joven Seto.

-¡Tú!

Seto estaba colérico, sabía que todo estaba planeado por Gozaburo, ese hombre que lo miraba con desprecio a él y a Mokuba.

-Vamos, Seto. No te enojes, tú sabes que nunca has tenido importancia para mí, al menos en el sentido sentimental.

-¡Eres despreciable!

Forcejó Seto en un esfuerzo en balde por soltarse.

-Estaba seguro que intentarías escapar con tu hermano, por eso mandé a mi comitiva rápidamente a que te trajeran para la fiesta.

-¿Fiesta?

Seto mostró desconcierto ¿qué planeaba Gozaburo?

-¿Sabes, Seto? La empresa no se encuentra muy bien que digamos.

-¿Qué quieres decir?-Seto frunció el ceño.

El empresario bajó la mirada con seriedad, sus ojos estaban cerrados, pensativamente, analizando lo que estaba por hacer.

-Seto-levantó la mirada dirigida a su hijo-Estamos en bancarrota.

-¿¡QUÉ!?

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Su cuerpo estaba cubierto de tierra y polvo levantado por el impacto de los bombardeos. Recobró la conciencia poco a poco, empero tardó varios segundos en ubicar y recordar lo que había pasado.

-Yugi...

Se puso en pie mirando a todas direcciones buscando con la mirada a su amigo y demás acompañantes sin éxito alguno. Cómo no supo a donde los llevaban los maestros, observó detenidamente cada rincón a la vista esperando ver un refugio, una casa, una granja o algo parecido; para su mala suerte, las rancherías que siempre contemplaba desde su árbol estaban destruidas y no se veía nada donde alguien pudiera esconderse o habitar.

-¿Dónde estarán los demás?

El miedo se apoderó de ella, se abrazó a sí misma controlando el estremecimiento de su cuerpo.

-Tendré que encontrarlos.

Giró a su izquierda y vislumbró la ciudad convertida en destrozos, aún había edificios en pie, pero se podía ver a distancia que muchos lugares estaban hechos escombros.

Sin pensarlo dos veces, caminó hacia allá esperando que si sus conocidos no estaban allí, al menos alguien la podría ayudar a ubicarlos.

Identidad PerdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora