Capítulo 3: Quince años atrás

34 7 1
                                    


El médico le acababa de dar la noticia de la muerte de sus padres al joven Jack, quien durante cinco largos minutos estuvo sin decir ni una sola palabra, sin reaccionar de ninguna manera. Cabría esperar que se hubiese echado a llorar sin parar, consternado por la muerte de sus padres, podría esperarse que montase una pataleta obcecándose en no creer lo que le decían y buscando a sus padres por todos lados; pero lo que nadie se esperaba era que el chico, con apenas cinco años, se quedase quieto, como una piedra, sentado en aquella cama de hospital con las piernas dobladas apoyadas en el pecho y agarradas con los brazos.

Una enfermera le había traído una bandeja con algo para comer y reponer fuerzas, pero el chico no la había siquiera mirado, ni una mirada de curiosidad.

Al poco rato, y conmocionados por la noticia, llegaron los tíos por parte de madre de Jack, su tía Muriel y su tío Bobby. Ambos eran anchos de huesos y de complexión fuerte, pero Muriel denotaba ternura y amabilidad por cada uno de sus poros mientras que Bobby era como un oso, imponente, con una gran barba bien cuidada, un gorro de lana negro tapándole media cabeza y dejando ver únicamente el pelo oscuro de la nuca y unos ojos duros que escondían algo muy profundo.

Bobby levantó al chico de la cama, haciéndolo mantenerse en pie sobre ésta, logrando así que sus ojos estuvieran casi a la misma altura y no tuviera que agacharse al hablar con él. Entonces le miró fijamente y le dijo algo que Jack jamás olvidaría: "hijo, de ahora en adelante debes ser fuerte, no por nosotros ni por nadie, sino por ti mismo y para que tus padres se sientan orgullosos del hijo al que criaron. Además, debes afrontar cada día con una sonrisa, ya que nunca sabes qué puede pasar y siempre hay alguien en una situación peor que la tuya. Y, ¿quién sabe? Quizás, con suerte, con tu sonrisa y unas pocas palabras de ánimo, tanto tú como la otra persona podréis salir de esa situación sin mucha dificultad".

Entonces Jack levantó la cabeza, mirando a su tío a la cara y pudo ver una enorme sonrisa que estaba regada con unas pesadas lágrimas que mostraban el interior de aquel hombre.

Esta escena logró hacer reaccionar al muchacho, que salió del trance en el que se había refugiado y empezó a llorar desconsoladamente durante algo más de una hora, hasta que cayó dormido por puro agotamiento pero con una leve sonrisa naciendo en su rostro.


¡Hola! Ya sé que es un capítulo corto, pero es necesario. ¿Qué os ha parecido? ¡No se os olvide comentar y votar! ;).

Defectos de fábricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora