Capítulo 18: La fuerza de la costumbre

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La mañana se le había pasado rápido, fue a la biblioteca y leyó un libro sobre la estructura química del agua, sus diferentes formas y propiedades. Estuvo leyendo toda la mañana, concentrado en la lectura, hasta que empezó a oír movimiento, más del habitual. Había llegado la hora de comer, así que dejó el libro, fue a donde estaba el bibliotecario y sacó ese libro y otro, algo más antiguo, que le había llamado la atención, "Memorias de Flamel".

Tras una comida rápida en uno de los locales próximos a la biblioteca, Jack decidió ir a la orilla y pensar que compraría esa tarde. Tenía que compensar muchas cosas y a mucha gente y sabía que con un simple regalo no bastaría, así que tenía una ardua labor.

Jack conocía bien a los hermanos de Lucy, sabía que serían sus guardaespaldas si no les aplacaba un poco, así que tras cavilar un poco, se le ocurrió el plan perfecto y encima no se tenía que gastar ni una sola moneda, aunque para llevarlo a cabo tenía que empezar a moverse ya o no le daría tiempo.

*

Unas horas más tarde...

Jack abrió corriendo la puerta del Satelite, tiró sus cosas encima de la cama, se desvistió a toda prisa, tirando la ropa de cualquier forma en la cama e incluso olvidándose de cerrar la puerta. Cuando se quiso dar cuenta ya había provocado un pequeño alboroto: una señora miraba directamente a la habitación de Jack con la boca y los ojos muy abiertos. Jack se acercó a la puerta, puso un dedo en sus propios labios, en señal de que guardara silencio y cerró de golpe. Se metió rápidamente a la ducha y abrió el grifo dándole igual si el agua estaba fría o caliente. Tras una ducha rápida, se vistió de nuevo con ropa que tenía en la maleta y se marchó en dirección a la ferretería.

Jack había llegado al lugar acordado a tiempo, incluso le sobraron un par de minutos.

"No debería de haber venido corriendo, espero no oler mal", pensó, Jack, mientras disimuladamente se olía a sí mismo.

─ ¡Hardy! ¿Oliéndote a ti mismo? ¿Como los perros? ¿Qué ocurre? ¿Tienes miedo de que si hueles mal huya? ─ dijo Lucy con una sonrisa traviesa.

Jack maldijo por lo bajo, ya que Lucy siempre le pillaba con la guardia baja. Era como su don personal.

─ ¡Qué va! Es que nada más llegar aquí empecé a oler un hedor infernal y quería asegurarme de que viniendo aquí no se me había caído nada encima, ya sabes cómo son los pájaros en esta ciudad... Era eso o que tus hermanos estaban cerca, una de dos, y si no soy yo...

De repente un brazo enorme fue a agarrar por detrás la cabeza de Jack, quien, con mucha fuerza de voluntad, se dejó coger a propósito.

─ ¡Hardy! Vaya coraje el tuyo, venir aquí tras tanto tiempo y hacer llorar a nuestra hermanita ─ dijo Nick, el hermano mayor.

─ Eso es hermano, dale su merecido, nadie juega así con Lucy, se va a enterar.

"Ese solo puede ser Jim. Es el más tonto de los cinco hermanos y el que me agarra debe de ser Nick, reconocería esa chulería a un kilómetro", pensó Jack.

─ Veo que no has cambiado nada, Jack. Nick siempre te coge por sorpresa, se ve que las cosas nunca cambian ─ soltó Dave mientras se reía a pleno pulmón.

"Muy bien, ya tenemos tres, solo faltan Lucas y Garth, los más normales".

─ Dejadle ya chicos, que le vais a arrugar sus finas prendas, y Dios sabe que ha estado horas para elegirlas ─ bromeó Lucy aprovechando la oportunidad.

─ Sí, sí, tu ríete, que cuando me libre de la mole de Nick te vas a enterar ─ dijo Jack siguiéndoles el juego.

─ ¿Amenazas a nuestra querida hermana Jack Hardy?

Defectos de fábricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora