Capítulo 25: El decimotercer día

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Al día siguiente, algo despertó a Jack, una sensación extraña, pero lejos de resultar incómoda. Cuando abrió los ojos para ver de qué se trataba e intentó moverse se encontró con que algo ofrecía resistencia, impidiéndole que se marchara.

—Pero no te muevas —reprochó la voz de Lucy desde debajo de las sábanas—, o, ¿es que quieres que pare? —volvió a decir la joven, segundos antes de seguir con lo que tenía entre manos.

Al cabo de un rato, la joven salió de debajo de las sábanas y fue tímidamente al baño, no sin antes acariciar el pecho de Jack, el cual estaba totalmente relajado sobre la cama.

—Buenos días —soltó la joven nada más salir del baño con una amplia sonrisa—. ¿Qué tal dormiste? —dijo mientras se recostaba al lado de Jack.

—La verdad es que muy bien y creo que pocas veces me he despertado mejor —dijo Jack con picardía.

—Me apetecía. Además, estabas tardando mucho en despertarte, ya me aburría.

—¿Llevas mucho tiempo despierta? —preguntó algo avergonzado el joven.

—Un rato. Pero, tranquilo, sé buscar formas de divertirme y no te he oído quejarte, aunque sí que hacías un ruido muy extraño, ¿cómo era? ¿Era algo así? —dijo Lucy con tono de burla mientras intentaba imitar a Jack.

—¿Es que no paras nunca? —replicó Jack mientras intentaba, literalmente, buscarle las cosquillas a Lucy—. ¿No se te agotan las pilas? Creo que tienes un problema, debiste venir estropeada de la fábrica, no puede ser que te despiertes con tanta energía y sin tomarte nada.

—No me hace falta nada —dijo Lucy mientras se ponía a horcajadas encima de Jack con las piernas sobre los brazos de éste, impidiéndole moverse, y quedando algunas partes muy cerca de la cara del muchacho.

—Ya veo —dijo Jack sarcásticamente mientras, con un cabezazo, señalaba a las partes bajas de Lucy—. Si te acercas un poco más te puedo dar a probar de tu propia medicina.

La joven dudó un segundo, la verdad es que la idea se le hacía más que apetecible pero tener a Jack a su merced también tenía su gracia. Para su desgracia, Jack aprovechó ese tiempo para cambiar las tornas y ponerse él en la misma posición en la que antes estaba Lucy.

—¡Eh, eso no es justo! ¡Tú eres más fuerte, yo no voy a poder quitarme! ¡Eres un tramposo!

—Yo juego con lo que tengo —respondió Jack con tono triunfante.

—¿Ah, sí?

Antes de que Jack pudiese hacer nada, Lucy le dio un rodillazo en la espalda, haciéndole perder el equilibrio y caer hacia delante, pero Jack fue rápido y se apoyó en la almohada para no caer sobre Lucy.

—¿Pero estas loc...? —empezó a decir Jack, pero antes de acabar la frase miró hacia abajo y vio a Lucy con algo entre los dientes y unos ojos peligrosamente competitivos—. ¡Lucy no! Eso no se hace, ahí no se muerde.

La joven apretó ligeramente pero luego paró y dejó que Jack se incorporara.

—¿Ves? Puedo ganarte cuando quiera —espetó la joven con cara de orgullo.

—Juegas sucio y creo que alguien tiene que castigarte.

Entonces Jack se tumbó al lado de Lucy y, con la mano izquierda, agarró las muñecas de la joven y la inmovilizó, mientras que la otra mano bajaba lentamente, acariciando el vientre de la joven de camino a zonas más bajas.

*

Jack y Lucy se encontraban en ese momento desayunando tranquilamente. La comida escaseaba y lo único que tenían se limitaba a resquicios de carne de la nevera y poco más. Sin duda alguna estaban en serios problemas aunque pareciese lo contrario en las últimas horas.

Defectos de fábricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora