Capítulo 33: Solo en la oscuridad

32 4 2
                                    


Jack se había marchado por cuenta propia a una de las casas abandonadas cerca de donde se habían quedado John y Claire, ya que no quería distanciarse demasiado después de lo ocurrido.

Al llegar, se había dejado caer sobre el polvoriento sofá, lo que le produjo un ataque de tos. Cuando la tos cesó se hizo el silencio y Jack estaba solo, completa y absolutamente solo por primera vez desde hacía tiempo. Aquello lo llevó a pensar detenidamente en todo lo que había ocurrido, desde que se encontró con John y Claire hasta ese momento, cuando deliberadamente había atacado a John, hiriéndolo y llenando su mente de inseguridades.

"No sé qué me ha pasado. ¿Cómo he podido hacerle eso? Yo no soy así... Pero estaba tan furioso... Me había infravalorado tanto que ya no me pude soportarlo. No es culpa mía, es culpa de John. ¿Qué digo? Es culpa mía, yo le he atacado, podía haberle frenado simplemente o haberle amedrentado con una demostración de fuerza, pero lo que he hecho... No puedo seguir así, desde que dejé el bosque todo ha ido de mal en peor. Yumeya, ¿qué debo hacer? ¿Qué harías tú?", pensaba Jack cuando una imagen vino por arte de magia a su mente.

*

Dos años, seis meses y tres días atrás...

Un golpe seco tumbaba a Jack nuevamente en el suelo, magullado y dolorido.

—¡Levanta! No seas quejica y vuelve a pelear o, ¿es que te da miedo una chica? —dijo Yumeya con prepotencia a la par que se burlaba del joven.

—Tú no eres una chica, te recuerdo, o al menos no pegas como tal. ¡Dios! Podrías contenerte un poco, ¿no crees? —se quejó Jack frotándose la mejilla hinchada.

—No pongas excusas y arriba —le dijo Yumeya mientras le soltaba una patada en el estómago—. Cuanto más tiempo estés ahí tumbado, más te dolerá —dijo lanzando otra patada al cuerpo de Jack.

Este bloqueó como pudo el ataque de la joven y rápidamente se levantó del suelo de un salto.

—No creas que eso le impresiona a nadie, Jack, aquí no eres nada y hasta que no te puedas parar frente a mí seguirás sin ser nada —dijo Yumeya lanzando un golpe tras otro, primero a la cabeza, luego a los desprotegidos riñones, después a la pierna derecha, obligando a Jack a recular para terminar con una carga de hombro bien dirigida y empleando la fuerza justa para tirarlo de nuevo al suelo—. ¿Ves? Ya estas otra vez ahí. Si es que no aprendes nada.

—¿Cómo narices voy a aprender si lo único que haces es golpearme como si fuese tu saco personal? ¿Quién narices te enseñó a instruir a los novatos?

—¿Quién va a ser? El mismo que me enseñó a mí. Y sus métodos son exactamente los mismos que los que estoy utilizando yo, así que si no te levantas pensaré que vales menos que yo y eso, mi molesto y extraño pupilo, no es aceptable —dijo Yumeya mientras le golpeaba una vez más.

—¡Basta! ¡Basta! Tus métodos son excesivos, tu enseñanza nula, tu lógica no existe y, si existe, no tiene sentido. ¡Deja ya de pegarme! —dijo Jack harto y cabreándose por momentos.

En ese momento, los ojos de Jack empezaron a cambiar pero Yumeya era consciente de ello, de hecho, lo estaba esperando y en un abrir y cerrar de ojos golpeó a Jack en la sien dejándolo inconsciente.

Cuando Jack volvió en sí la cara de Yumeya estaba pegada a su pecho y, cuando se movió, esta se asustó y pegó un pequeño bote.

—¡Maldita sea! Ni siquiera eres capaz de despertarte como alguien normal, ¿por qué tenías que hacer eso? —dijo Yumeya mientras se recomponía.

Aquello llamó la atención de Jack, sobre todo el hecho de que estuviese preocupada por él.

—Lo siento, ¿qué ha pasado? —preguntó Jack.

—Te he noqueado, te habías vuelto a exceder. El abuelo te ha dicho mil veces que tienes que controlarte, no puedes saltar a la mínima, es peligroso, nos pones a todos en un serio dilema. ¿Sabes qué podría ayudarte?

—¿Qué? —respondió Jack, más por inercia que por curiosidad.

—Un código, algo moral, algo que te repitas una y otra vez como si fuera un mantra. Algo que cada vez que pienses en ello te haga entrar en razón. Te haga pensar en lo que estás haciendo y, por encima de todo, te limite. Limite tus acciones, sabiendo que hay ciertas cosas que no puedes permitir. Igual que yo, por ejemplo. Yo cuando estoy sola, porque me dejan de lado o cuando no se atreven a acercarse a mí, me repito una y otra vez que es por su bien, que todo lo que hago es por el bien de mi pueblo y, aunque no tenga a nadie que me apoye, soy capaz de todo —dijo Yumeya convencida y totalmente centrada en lo que estaba diciendo, tanto que no se daba cuenta de lo que estaba diciendo hasta que la falta de respuesta de Jack la obligó a mirarlo.

Jack estaba en el suelo, mirándola fijamente, con unos ojos totalmente distintos a lo que estaba acostumbrada. Esos ojos no reflejaban indiferencia, ni respeto, ni admiración o compromiso social. No eran los ojos fríos que alguna vez le había visto al joven, ni los ojos irrespetuosos que siempre buscaban burlarse de ella. Eran unos ojos distintos, unos ojos que la hicieron sentir distinta.

—Creo que eso es lo más seria que te he visto jamás —dijo Jack todavía anonadado y totalmente asombrado. Algo le acababa de llamar la atención de esa joven, algo que hasta ese momento no había visto.

Entonces, Yumeya golpeó a Jack en la cabeza con una patada, dejándolo nuevamente inconsciente. Estaba totalmente ruborizada.

*

De nuevo en la actualidad...

"Maldita seas, ¿cómo es que siempre tienes todas las respuestas? Te echo de menos, maldita idiota, espero poder verte pronto. Y tienes razón, debo serme fiel a mí mismo. Yo no hago este tipo de cosas, mañana me disculparé con John y con Claire, acabaré lo que empezamos y me despediré de ellos para siempre. Te quiero, Yumeya, siempre me estas ayudando. Eres increíble", pensó Jack mientras se iba quedando poco a poco dormido.


Bueno, como prometí aquí esta ese capítulo extra, espero que os guste y como siempre, que no se os olvide votar y comentar si tenéis alguna duda, un saludo ;).

Defectos de fábricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora