Capítulo 20: En el ojo de la tormenta

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El día siguiente amaneció nublado, algo que no ayudaba en absoluto a resistir el frio natural del lago. Jack llevaba ropa de abrigo y estaba desayunando tranquilamente, disfrutando del paisaje, a la par que esperaba a que los demás se despertasen. Como no quería abusar de sus amigos, decidió comer de sus propias reservas, así que un poco de carne deshidratada y un termo de café fueron más que suficiente.

―Dime, por Dios, que eso que se huele desde abajo es café ―dijo Lucy con cara de dormida y en un pijama largo con un estampado de ovejas.

―Sí, señora, recién hecho y, si prometes portarte bien y dejarme meterme con ese pijama, te doy un poco ―dijo Jack bromeando a la vez que Lucy miraba adormilada su pijama.

―Porque eres tú, que sino ya podrías ir olvidándote de seguir viéndome en pijama y menos con mi favorito ―contestó Lucy orgullosa de su inmadurez.

―No has cambiado nada, enana ―dijo Jack riéndose y mirando a Lucy a los ojos.

Lucy se sentó en frente de Jack y cogió la taza de café que este le ofrecía para luego mirar el espléndido paisaje que los envolvía. Era habitual que por las mañanas hubiese una niebla muy densa cubriendo la superficie del lago, pero aquella mañana la niebla sólo cubría el horizonte y dejaba ver claramente los alrededores. Se encontraban en uno de los lagos más grandes del mundo, en ese momento, en verano, las orillas de las islas estaban llenas de verde, mientras que el resto del año una gruesa capa de nieve las cubría por completo. Desde donde estaban no se llegaban a ver las orillas del lago, pero se podía ver perfectamente la isla de Michipicoten en la lejanía. Los bosques de pinos abarcaban prácticamente cada parcela de tierra descubierta mientras que los robledales se podían ver en zonas más concretas. En resumen, era una imagen que valía la pena ver al menos una vez en la vida.

―¿Qué tal tienes los brazos? Y perdona una vez más por lo de ayer.

―Como vuelvas a decir que te sientes culpable después de haber dormido en el suelo te mato, ¿me has oído?

―Está bien, está bien, no diré nada. Pero una cosa no se puede negar, esto ―dijo Jack señalando al lago― es impresionante. Decker tiene una suerte tremenda de tener lo que tiene.

―Eso no se puede negar, esto es precioso y Decker está forrado, rebosa dinero ―dijo Lucy con soltura para luego añadir en voz baja ─, pero ese tipo de cosas a mí no me impresionan.

―¿Dijiste algo? ―preguntó Jack, que había oído a la chica murmurar.

―No, nada. Que son unos dormilones, vaya tíos.

―Y Molly ―concretó Jack.

―Sí, y Molly ―dijo Lucy haciendo burla a Jack―, aunque a veces es casi como un tío, por eso nos llevamos tan bien.

―Con que como un tío, ¿eh? ―dijo una voz detrás de Lucy.

―Dime que Molly no está detrás de mío ―le preguntó Lucy a Jack.

―Sí, lo está, y esta cruzada de brazos con cara de pocos amigos.

―Esto...Molly, no me has entendido bien... Dije como un mirlo, eso, un mirlo.

―Mirlo te voy a dar yo. Anda, muévete y dame un trago de ese café que huele tan bien.

―Marchando un café solo extra grande ―dijo Jack con energía.

―Gracias, Jack, menos mal que alguien sabe que a una señorita hay que tratarla bien.

Tras un buen trago de café relativamente caliente, Molly soltó un suspiro de placer.

―Sí, pues cuando haya alguna señorita por aquí avísame y se la presento a Decker ―dijo Lucy dándole un codazo a Molly, que casi tira el café, lo que supuso una mirada de odio por parte de chica.

Defectos de fábricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora