Había pasado una semana desde que regresaron a Sault Ste. Marie y, tras unos días de cuidados en el hospital por deshidratación severa, inanición y falta de nutrientes esenciales, los jóvenes pudieron volver a sus casas aunque, eso sí, bajo estrictos tratamientos.
Al décimo día tras su vuelta, Jack fue a ver a Lucy o, más bien, Lucy fue a ver a Jack, ya que, cuando este salió por la puerta, Lucy, dubitativa, esperaba en ella. Ambos muchachos se sorprendieron al principio pero, tras la primera impresión, se saludaron mutuamente y se sentaron en la cama de la habitación de Jack.
Hablaron durante poco más de una hora sobre cosas vanas y sin sentido, su estado de salud, sus amigos, la familia de Lucy, la rehabilitación y sobre alguna cosa más. Cuando estuvieron listos, sacaron el tema que de verdad les importaba y necesitaban hablar.
—El funeral de Oliver es mañana y dentro de dos días se hará una última búsqueda en el lago a ver si encuentran a Jean y a Molly —dijo Lucy.
—Lo sé —respondió Jack sin demasiada esperanza.
—Puede que aparezcan pero siendo realistas... —dijo Lucy parándose a mitad de la frase a pensar en lo que estaba a punto de decir—. No creo que aparezcan, ellos estaban bastante peor que nosotros. Sin comida, sin techo, sin agua. Sólo un milagro los salvaría y creo que tú cubriste ese milagro.
Jack se quedó en silencio esperando a que Lucy hablara sobre lo ocurrido, ya que él aún desconocía los detalles, lo único que sabía era que él los había salvado aunque hacía tiempo que sospechaba como lo había hecho y temía esa conversación.
—Lucy, ¿qué pasó en el lago? —preguntó con timidez Jack, ansioso por terminar de una vez con todo aquello.
—La verdad... ─ intentó decir Lucy mientras se aclaraba las ideas—. La verdad es que no tengo ni idea de qué pasó pero estoy segura de una cosa. Tu hiciste algo, algo que no tengo, ni encuentro, palabras para explicar. Y... Tus ojos —enmudeció un instante, temerosa de lo que iba a decir y de lo que vio—. Jack, tus ojos no eran normales, ya no eran verdes, se habían oscurecido, pero no tanto como para volverse negros, ni tan poco como para solo ser un verde más oscuro. No sé explicarme, era como si no tuvieses nada y a la vez lo tuvieses todo, eran hipnóticos pero peligrosos, preciosos pero terriblemente tristes, no se parecían a nada que yo hubiese visto, a ningún color que yo hubiese visto. Si tuviese que decir algo sería que no tenían color pero eso tampoco, no eran blancos sin más, era algo distinto. No sé cómo explicarlo.
—Tranquila, olvidemos un segundo mis ojos, luego volvemos a ellos. Antes, dime, ¿qué fue lo que hice?
—¿Qué es lo último que recuerdas? —preguntó Lucy intentando hacer memoria para ir paso a paso, como reuniendo una a una todas las piezas de un puzle.
—Lo último que recuerdo es que mentaste a mi madre mientras me llamabas egocéntrico —dijo Jack con cierto tono de reproche.
Lucy, avergonzada de su comportamiento, tuvo que bajar la mirada, incapaz de mirar a Jack a los ojos. El muchacho se acercó a tranquilizarla pero ella rehuyó el contacto.
—De eso hablaremos luego. Lo siento, Jack.
—No te preocupes, lo entiendo —dijo el chico mientras bajaba los hombros, anímicamente decaído.
—Entonces, ¿no recuerdas nada de lo que dijiste?
—No, nada en absoluto, ¿por qué? ¿Qué dije? Perdona si dije algo que te ofendiera, no era mi intención, ya sabes que significas mucho para mi —dijo Jack mientras extendía su brazo para tocarla pero, antes de llegar siquiera a rozarla, él mismo se detuvo, recordando lo que acababa de ocurrir hacía un momento.
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Defectos de fábrica
FantasyA lo largo de toda su vida, Jack ha vivido todo tipo de extraños sucesos. Desconoce su causa y nunca ha llegado a comprenderlos por completo, pero sabe que cada vez que ocurren, alguien de su alrededor sufre. Por ello, su vida siempre ha estado marc...