Capítulo 4: Oscuridad

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El siguiente recuerdo de Jack fue de cuando se despertó confuso, solo y completamente a oscuras en algún tipo de cama, ya que estaba tumbado en algo relativamente blando.

Intentó erguirse, pero algo lo retuvo. Parecía que estaba atado de pies, manos y cuerpo a aquella especie de cama. Fuese lo que fuese lo que estaba pasando, alguien quería que no se moviese de allí, cosa que a Jack no le hizo ninguna gracia ya que, tras varios intentos de zafarse de aquellas ataduras, vio que intentar escapar era en vano y que estaba totalmente a su merced.

Al poco rato, un rayo de luz lo cegó. Alguien estaba entrando a la estancia. Jack oía hablar en una lengua que no lograba entender pero sí que pudo distinguir al menos dos voces diferentes, una de mujer y otra de hombre.

―¡¿Quiénes sois?! ¿Por qué me tenéis atado? ¿Qué pensáis hacer conmigo? Tengo mis derechos, soltadme de una maldita vez, ¿quiénes os creéis que sois para atarme como a un animal?

―Mejor será que guardes silencio un poco más, estoy intentando salvarte la vida necio ignorante­― dijo una suave y anciana voz de mujer.

Jack, asombrado, decidió guardar silencio, no sólo porque se lo había pedido u ordenado, aún no lo tenía del todo claro, sino porque la voz de aquella anciana tenía algo que imponía respeto. Aun así, no detuvo su intento de liberarse pero debía de ser imposible ya que las dos personas que allí había no le hicieron ni el más mínimo caso.

La charla duró unos minutos más, aunque a Jack le parecieron horas. Cuando por fin la charla se acabó, el hombre salió iracundo por la puerta mientras que la anciana suspiró y se giró mirando a Jack.

―Aún no sé cómo, pero he logrado convencer a Dasanyana de que no te mate o te use como maniquí de entrenamiento para sus hombres. Aunque no te libraras tan fácilmente del castigo por golpear a Yumeya, es bastante... ¿Cómo lo decís en tu idioma?― Entonces la anciana se puso a hacer gestos rápidos, intensos y de corta duración con las manos y luego se quedó esperando a que Jack contestara.

Como veía que no le contestaba, se acercó, le cogió la mano a Jack y le hizo golpearla, suave pero firmemente. Entonces ella frunció el ceño y reaccionó violentamente. Luego hizo una equis con las manos abiertas y representó lo que Jack supuso que se debía hacer, permaneció tranquila aunque con el cuerpo en tensión.

Entonces Jack se decidió, por fin, a decir lo que la anciana esperaba.

―¿Impulsiva? Reaccionó de manera impulsiva, ¿eso quiere decir?

―Sí, sí, impulsiva, eso mismo. Impulsiva. Ella no debería de hacer eso, nos deja a todos nosotros como bestias que no pueden pararse a pensar y que reaccionan impulsivamente, ¿lo dije bien?

―Sí... Lo dijo correctamente.

Entonces Jack cayó en la cuenta de aquella extraña situación: estaba atado por completo a una especie de cama, totalmente a oscuras y sin saber exactamente donde estaba ni con quien, pero, aun así, estaban hablando tranquilamente y eso le hizo reaccionar, aunque midió bien sus palabras.

―¿Qué estoy haciendo aquí? ¿Por qué estoy atado y por qué ha tenido que convencer a nadie de que no me entreguen a unos hombres con demasiada testosterona?

―Demasiadas preguntas. Deja que te responda poco a poco y, más importante, déjame que te refresque la memoria.

>>Según me han contado, dos cazadores y su supervisora, Yumeya, estaban buscando por la zona a unos zorros que llevaban persiguiendo unos días, ya que esos pequeños se están comiendo a nuestras gallinas y eso no podemos ignorarlo. Cuando, de repente, volviendo al campamento, ven a un joven tirado en el suelo estudiando nuestro campamento y que, al bajar a hablar con él, les ataca con una navaja. Derribaste a Yumeya y, poco después, cuando lograron reducirte... Hum... ¿Cómo diría esto? Bueno, lo diré con sus palabras para que, quizá, llegues a entender lo que has provocado: "El salvaje ha hecho temblar la tierra a su alrededor... Todos tuvimos miedo, los animales tuvieron miedo, pero Yumeya lo noqueó y todo volvió a la normalidad".

>>Eso es una versión suave que he recortado quitando los insultos de mis hermanos. Pero, en definitiva, tú tienes un poder muy peligroso y, ahora mismo, soy la única que no te quiere muerto, a excepción de Sejyin, una joven que se ha interesado por la historia y te teme y te admira en igual medida.

>>Así que por eso estas aquí atado y alejado de todos. Por nuestra propia seguridad y, en menor medida, la tuya.

Jack se quedó sin palabras. Apenas recordaba lo que había sucedido en el bosque y que, de repente, le dijeran que tenía alguna clase de extraño y peligroso poder le parecía una broma. Pero la anciana parecía tranquila, lo que desconcertó a Jack. Si de verdad tenía ese supuesto poder del que hablaba, ¿por qué no le temía y para qué quería salvarlo? Y, ¿sería por ese poder por el que le ocurrían tantas cosas extrañas?

―Digamos, anciana, que me creo su historia. Entonces, ¿cómo es que usted no me quiere muerto y enterrado? ¿Por qué me defiende con tanto ahínco?

―Por favor, llámame abuela o, ¿me equivoco usando ese término vuestro que tiene más carga emocional que anciana?― La última palabra la dijo con un tono de voz que denotó que no le gustaba nada que la llamaran así.

―Perdón... Abuela― Jack decidió ceder en aquel pequeño gesto ya que sólo ella le separaba de un trágico desenlace.

―Así mejor, ahora puedo continuar. ¿Que por qué te defiendo? Esa es una buenísima pregunta y, la verdad, no tengo respuesta. Mi madre me enseñó que debemos defender toda vida hasta el límite aceptable y yo creo que tu límite aún no ha llegado, así de simple.

Entonces, algo dentro de Jack se desató un poco más. Que su vida dependiera de los caprichos de una anciana le producía pavor y le resultaba terriblemente gracioso a su vez. Así que con calma pero con furia algo retumbó por toda la tienda. Los ojos de Jack eran más fríos e intensos que cualquiera que hubiese visto la anciana en toda su vida y eso la hizo sobrecogerse mínimamente.

―¿De verdad piensas que podéis jugar así con la vida de alguien? ¿Quiénes os creéis que sois? ¿Dios? No me hagáis reír. ¡Desátame ahora, anciana! Entonces me marcharé y os juro que no me volveréis a ver nunca.

Las cadenas tintinearon a la par que se oía como se resquebrajaban poco a poco, Jack pareció crecer y su poder fluía por toda la sala. La mujer no sabía que podía ser pero se dio cuenta de que era excesivamente peligroso dejarle seguir. De repente, algo golpeó a Jack, de manera que su visión empezó a nublarse, la presión que se había creado en la estancia se disipó en un instante y cayó inconsciente en la cama, con las cadenas que lo ataban rotas en pequeños eslabones. Lo último que oyó Jack fue la voz de la anciana dirigiéndose hacia alguien más, pero no había nadie más en aquella habitación, ¿o había alguien oculto entre las sombras esperando para actuar? Un escalofrío recorrió a Jack, quien finalmente entró en un largo sueño.


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