Capítulo 34 - III: Luces, cámara y llantos

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El conductor llevaba una máscara negra sobre la cabeza y su mano izquierda, que llevaba en la parte superior del volante, vendada, mientras que el copiloto dejaba entrever unos mechones pelirrojos a través del cuello de la máscara.

En apenas una milésima de segundo Jack, lo entendió absolutamente todo, el plan al completo. Buscar un cabeza de turco que, además, les hiciese el trabajo sucio, peleas amañadas para quebrar la moral de Jack y ganarse su confianza, los intentos de seducción de Claire, la herida de John, las zonas a explorar, las bombas, el supuesto terrorista. Todo estaba pensado para que ellos robasen en las joyerías de la zona rica de la ciudad mientras la policía perseguía a la persona equivocada, la persona que sólo trataba de evitarlo todo.

"¿Cómo he estado tan ciego? Han jugado conmigo como han querido y lo peor es que yo, mis sentimientos y mi maldito código moral se lo hemos permitido. Han herido mi cuerpo y mi orgullo, jamás les perdonaré lo que han hecho, jamás les permitiré salirse con la suya. ¿Quién se creen que soy? ¿Con quién cojones se creen que están jugando?", pensó Jack mientras el impacto con la furgoneta abollaba el metal y su cuerpo salía despedido hacía atrás. "Se han reído de ti. En tu propia cara y, ¿creen que pueden salirse con la suya?", pensó nuevamente Jack mientras miraba a los ojos a las personas responsables de todo ese dolor, de todo ese sufrimiento. Y, mientras, una sonrisa demente les helaba la sangre incluso a través del cristal.

Durante unos instantes, Jack pudo oír lo que decían sus supuestos amigos al verle ahí, reventado contra su parabrisas.

—¿Por qué John? ¿Por qué sonríe? —preguntaba Claire asustada.

—Da igual, lo hemos atropellado, olvídalo —respondió John intentando imponerse ante la amenaza que representaba Jack.

"Creen que han acabado conmigo, sólo porque tenga unos cuantos huesos rotos y haya perdido casi medio litro de sangre... Pobres... Ilusos", pensó una parte de Jack, una parte oscura y temible, una parte oculta en lo más recóndito de su mente y que estaba a punto de salir.

Los pensamientos de Claire y John se cortaron de inmediato al oír el metal sobre sus cabezas chirriando y la punta de los dedos de la mano de Jack atravesando el frío metal. Poco a poco, se fue abriendo un hueco y la abertura se hizo más y más grande hasta que unos ojos acromáticos paralizaron a la pareja.

—Hola, John... Claire, ¡cuánto tiempo! —dijo Jack a través de la rendija viendo como ambos eran incapaces de controlar sus cuerpos ante aquel rostro desprovisto de toda emoción.

Unos instantes después, Jack salió volando hacia delante, cuando la furgoneta chocó a cien kilómetros por hora contra la valla publicitaria de un cine. La parte delantera de la furgoneta estaba totalmente destrozada, el motor inservible, probablemente no volvería a arrancar. John y Claire estaban inconscientes sobre los airbags y con heridas en la cabeza dejando finos regueros de sangre manando desde la base del cuero cabelludo. Jack se encontraba inconsciente, casi muerto sobre el duro y frío asfalto, los coches patrulla estaban llegando a la escena y los agentes se estaban bajando del coche mientras formaban un bloqueo con los vehículos.

Un par de agentes empezaron a avanzar lateralmente para colocarse al lado derecho de la furgoneta y, al ver a los dos ladrones inconscientes en el coche y un cuerpo en la carretera, dieron el aviso a sus compañeros y fueron a comprobar el estado del cuerpo que se encontraba sobre el asfalto.

—¡Está vivo! —gritó un policía—. Aunque no por mucho tiempo, que pidan un equipo médico ya, este hombre no aguantará mucho más.

Cuando se giró para ver por qué su compañero daba el aviso, vio reflejadas ciertas dudas en su rostro, así que se volvió para mirar el cuerpo y vio que había empezado a mover los dedos, primero poco a poco y después con mayor intensidad.

Defectos de fábricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora