Capítulo 40: Intervención divina

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Seis años y siete meses antes...

No había pasado ni una semana desde que Jack había dejado la casa de sus tíos y se había ido a vivir por su cuenta. El trabajo a tiempo parcial en el cine SilverCity que había conseguido le había dado dinero suficiente como para alquilar un piso pequeño. No era gran cosa, pero a Jack le servía.

En aquel preciso momento, Jack iba caminando desde su piso en la calle Arthur, junto al parque Vickers, de camino al Mac's que había al lado de la gasolinera para comprar comida y alcohol para esa noche. Cuando llegó a la tienda veinticuatro horas y eligió lo que iba a comprar, sacó la cartera para ver si le llegaba para un capricho, pero entonces se dio cuenta de que se había dejado el dinero en casa. Jack llevaba algo de prisa, ya que, si llegaba tarde, quizá sus amigos se irían y se perdería toda la noche, algo a lo que no estaba dispuesto, al igual que no iba a aceptar pasar toda la noche sin cenar ni beber, así que cogió la botella de ron, junto a unas patatas, y se las guardó en la cazadora. Se dirigió con naturalidad hacia la puerta y esperó a que el cajero no estuviera atento. Entonces salió por la puerta todo lo rápido que pudo sin llegar a llamar la atención.

Para desgracia de Jack, nada más salir del supermercado, en dirección al parque, se topó de bruces con un policía, cayendo al suelo y desparramando el contenido de la botella de ron, que había estallado en mil pedazos.

—Perdona, muchacho, ¿estás bien? Te he roto la botella, deja que te la pague —dijo el policía con toda su buena fe.

En ese momento, debido al escándalo, el dependiente se percató del hurto de Jack y empezó a gritarle al policía que lo detuviera.

Jack intentó huir, pero desde el suelo y con el agente justo delante era casi imposible.

—¿Qué tenemos aquí? Un ladrón. Pues se ve que me equivocaba, no te pagaré esa botella, al fin y al cabo.

—Muchas gracias, agente —dijo el dependiente—. ¿Qué va a hacer con él?

—Pues debería llevarlo a comisaria y encerrarlo, además de multarlo y escribir un informe, porque me imagino que querrá denunciar.

—Claro, si lo hubiese robado me iba a tocar pagarlo a mí de mi sueldo, este tipo tiene que escarmentar.

—Muy bien, pues deme sus datos y tendré que saber también los del chaval, ¿te importaría mirar en sus bolsillos mientras yo le sujeto? Busque el carné, si es tan amable.

Jack estaba siendo agarrado por el policía, así que no pudo hacer nada mientras el tendero le registraba.

—Aquí lo tengo. Se llama Jack Hardy y tiene dieciocho años, ahora ya se procesaría como un adulto... ¡En menudo lío te has metido, chaval!

—Espera, ¿Jack Hardy? ¿El hijo de Tom y Judith? —dijo el agente de policía.

—Hola, Matt —dijo Jack con la mirada baja.

Matthew Thomas había sido amigo de sus padres mientras aún estaban vivos y fue uno de los primeros en llegar a la escena cuando todo ocurrió. Además, había estado muy pendiente de él los primeros años, pero después su existencia se le había olvidado casi por completo.

—¿Cómo que "hola, Matt"? Pero, ¿tú sabes en el lío que estas metido? ¿Qué te ha pasado? Lo último que supe de ti era que estabas viviendo con tus tíos, que te iba bien en el colegio y que parecía que habías superado tus problemas, ¿cómo has llegado a esto? —preguntó Matt ultrajado.

—¿Qué quieres que te diga? ¿Que quizá aún no lo he superado? ¿Que estoy pasando por una mala racha? ¿O simplemente que no tenía efectivo encima y no me apetecía tener que volver hasta casa?

El dependiente estaba un poco confuso al ver aquella conversación entre un policía y el criminal que acababa de detener.

—Pero, agente, ¿va a detenerlo o no? —preguntó el hombre.

—No, lo siento, en parte este chaval es mi responsabilidad, yo mismo le pagaré los productos robados y le doy mi palabra de que nunca volverá a hacer algo parecido, ¿le parece bien?

—Pues...no sé... La verdad es que si usted paga lo robado no debería haber problema, yo por mi parte puedo vetarle la entrada y así me ahorro problemas. Pero, ¿está usted seguro de querer dar la cara por este delincuente?

—En esta ocasión lo haré, pero no habrá ninguna más. Y, de hecho, se me ha ocurrido una forma de asegurarme de ello —dijo el policía con un tono de seguridad que a Jack no le hizo mucha gracia.

*

Una hora más tarde...

—Y este es tu castigo, muchacho, de ahora en adelante vivirás aquí. Yo vendré a verte todos los días, a la hora que pueda, así que te quiero ver por aquí o que las monjas sepan dónde estás en caso de que hayas salido. Te prometo que tus tíos no sabrán nada, si eso puede llegar a preocuparte. Por lo demás, te ayudaré a traer tus cosas mañana por la mañana.

—¡No puedes dejarme aquí! ¡Esto es un convento! ¿Cómo se supone que voy a tener una vida normal si tengo que estar aquí encerrado?

—Primero, no tienes que estar encerrado. Puedes salir cuando quieras, siempre y cuando avises a dónde vas y vuelvas a una hora concreta. Y, segundo, esto no está tan mal, confía en mí. Además, así no tendrás que pagar el alquiler —dijo medio riéndose Matt.

—¿Y qué pasa si un día vienes y no estoy? —preguntó Jack desafiando a Matt.

—Si eso llegase a ocurrir, te arrestaría por robo, destrucción de material robado, obstrucción a la justicia y huir de un agente de la autoridad. Contando que ya puedes ser juzgado como adulto, yo que tú me lo pensaría.

—Me las pagaras por esto, Matt. Espero que lo sepas —dijo Jack refunfuñando por lo bajo.

—Eso espero —dijo Matt empujando hacia delante al joven para que entrase al convento mientras se reía sin siquiera intentar disimularlo.

Al poco rato una hermana acudió ante el joven y el policía. Llevaba la ropa típica de una mujer de Dios, pero era joven, debía de tener tan sólo unos pocos años más que Jack.

—Buenas noches, agente, ¿qué les trae a estas horas aquí?

—Pues vengo a dejarles un huésped, si fuera posible. Mi amigo Jack es un buen chico, pero se ha desviado un poco del camino. Esperaba que pasar un tiempo con ustedes le hiciera recapacitar.

—Sin duda alguna tenemos hueco para él, pero espero que sepa que cuando esté bajo nuestro techo tendrá que ganarse el pan. Nada del otro mundo, tan sólo ayudar con los quehaceres diarios, con eso bastaría para cubrir sus gastos.

—Lo sabe y está conforme —dijo Matt sin siquiera preguntar a Jack y, cuando este fue a levantar cabeza y quejarse, le agarró con fuerza y enmudeció.

—Muy bien, pues nos encargaremos de él. Puede irse en paz, agente, esperamos verle pronto.

—Así será. Vendré todos los días, quiero tenerle controlado, así que, por favor, les pido que estén al tanto de sus idas y venidas si no es mucha molestia.

—No se preocupe, me encargaré personalmente.

—Muchas gracias. Jack te dejo con la hermana... —titubeó al darse cuenta que no sabía su nombre—. Disculpe mis modales, se me olvidó preguntarle su nombre, ¿le importa?

—No, en absoluto, soy la hermana Lily. Jack, ¿te gustaría acompañarme? —dijo la hermana ofreciendo su mano para que Jack se la cogiera y se sintiese más cómodo.

Jack, al ver la mano tendida, levantó la mirada y vio a una preciosa joven de pelo negro azabache y unos ojos azul oscuro que le esperaban con una sonrisa que lo dejó sin palabras.

Matt se rió sin contemplaciones ante la escena y se fue deseándoles suerte a ambos. Jack y la hermana Lily emprendieron su camino hacia el interior del convento.


Bueno una semana más y con ella un nuevo capítulo. Espero que os guste y no os olvidéis de votar. Un saludo ;).

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