Capítulo 7: Lapso

64 6 4
                                    


Al día siguiente, Jack se despertó con un ligero dolor en el pecho, podría ser por el codazo de Yumeya de anoche o por algo peor, si tenía que ver con su cicatriz no podía ser bueno. Rápidamente, se palpó el pecho a ver de dónde procedía el dolor pero por suerte no tenía nada que ver con su cicatriz, así que, sin pensarlo dos veces, se levantó de la cama y se vistió.

Aquel día hacía un poco más de frío de lo normal, así que cogió una sudadera y se la echó al hombro por si acaso mientras bajaba las escaleras.

Al llegar al piso de abajo pensaba que se encontraría con Yumeya, pero no fue así. La anciana le dijo que se había ido hacía rato, no tenía por costumbre dormir demasiado, ya que le parecía una actitud que sólo podían permitirse los niños y los ancianos.

Jack anotó para sí aquel interesante dato, si quería mejorar la relación con Yumeya tendría que empezar a trabajar en ello.

―Muy bien, abuela, entonces, ¿qué tenemos preparado para hoy? Me siento con fuerzas para lo que sea.

―Mira qué bien, no sabes lo que me alegra oír eso, contando con que hoy tienes entrenamiento en combate toda la mañana y a la tarde tendrás que ir con mi marido a las montañas. Así que desayuna bien, un poco de energía extra no te vendrá mal y menos contando con los dos con los que tienes que trabajar hoy.

Jack se encogió un poco al oír aquello, esperaba palabras de ánimo pero, en lugar de eso, parecía que le esperaba un día duro. Así que para no postergarlo más decidió desayunar inmediatamente e ir.

Nada más salir de la casa, se topó con Nashat, su tutor, al cual no había visto desde el día anterior cuando se lo presentaron.

―Hola, Jack, creo qué te llamas así, ¿no?

―Sí, así es.―A Jack le sorprendió que le llamase por su nombre, hasta ahora la única que lo había hecho había sido la anciana, eso tenía que significar algo, pero aún no sabía el qué.― Y tú eres Nashat, ¿no? Me dijeron que serás mi tutor, pero aún no tengo claro lo que significa.

―Es normal que no estés al tanto, no eres de los nuestros, pero no pasa nada, poco a poco aprenderás, o esa es mi intención. Ahora tengo que acompañarte hasta la zona donde os enseñarán a combatir, pero, de camino, te iré contando cómo funcionamos y nuestra historia. Para que te quede claro, soy tu escolta, tu protector, tu interlocutor y tu maestro.

―Eso suena bien, espero aprender rápido para no molestarte mucho.

―Vale, agradezco tu preocupación, pero primera lección: nosotros no nos movemos por favores, ayudamos porque queremos o por deber y no nos importa lo más mínimo hacer lo que tenemos que hacer. Así que no te preocupes por molestarnos, por hacernos perder el tiempo, simplemente agradece que te ayudemos y obra en consecuencia, haciéndolo lo mejor que puedas y preocupándote por los demás igual que los demás se preocupan por ti. Y segunda lección: no intentes hacer las cosas rápido porque a menudo se hacen mal por las prisas, ve con calma y haz las cosas bien. La lentitud te da precisión y la precisión, rapidez.

―Entendido―contestó Jack sin pensárselo.

Ambos caminaron en silencio unos segundos asimilando lo que acababan de decir, pero no tardó mucho en llenarse el silencio con las costumbres y el estilo de vida que Jack tendría que aprender.

Para cuando llegaron a la arena, un pequeño terreno de tierra apartado de la aldea, ya se habían reunido allí al menos doce personas, todas parecían más o menos de su edad y todas se estaban preparando para empezar. Algunos calentaban corriendo, otros estirando y sólo una pareja estaba practicando ya un combate, aunque parecía que a nadie le importaba demasiado... Excepto a Jack, ya que la que estaba luchando era Yumeya e iba ganando a un hombre fornido.

Defectos de fábricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora