Capítulo 6: El comienzo

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Al día siguiente, Jack se despertó tras un sueño largo y restaurador. Bajó a la cocina y se dio con Yumeya de bruces. La joven estaba saliendo de la cocina tranquilamente y chocaron frente contra frente.

―¡Pero serás imbécil! Mira por dónde vas, ¿o es que no te dan las luces ni para eso?― En ese momento, Yumeya se calló y se sonrojó, llevándose las manos al pecho.

―Mira que eres borde, ha sido un accidente. Además, tú también podrías mirar por dónde vas que ibas mirando al suelo y me has dado en todo el brazo, aunque no me he hecho daño, qué raro, será que eres una blandengue.

Segundos después, Jack se llevó una buena bofetada que, aunque inmerecida debido a que el choque había sido un accidente, del comentario no se podía decir lo mismo. Yumeya, no sólo estaba ofendida, sino también cabreada, además del tortazo, le espetó que ya estaba harta y que resolverían aquello como debía hacerse. Después se marchó de la casa.

De sopetón, alguien más salió de la cocina, sobresaltando a Jack. Cuando se recuperó del susto, se encontró cara a cara con un anciano de apariencia extraña. Era un hombre totalmente afeitado que llevaba el pelo largo, a la altura de los hombros, y de un color plateado muy llamativo. Tenía los dientes, o, al menos, los que le quedaban en su sitio, muy mal cuidados, de un color amarillento y con algunas zonas totalmente ennegrecidas. Pero, a pesar de todo ello, lo que más destacaba de aquel hombre era su mirada. Sus ojos eran grandes y profundos, cuando miraba fijamente parecía que absolutamente nada podía escapársele, que todo estaba totalmente bajo su control, lo cual destacaba enormemente con su sonrisa, una sonrisa desdentada, pero que encerraba locura y genialidad en igual medida. En resumen, aquel hombre daba miedo.

Simplemente miró a Jack fijamente un par de segundos sin mediar palabra y luego salió por la misma puerta por la que había salido Yumeya.

De repente, una voz rompió el silencio.

―Ese era mi marido, o, mejor dicho, fue mi marido. Ahora ya no sé quién rige su cabeza; a veces es el hombre brillante y amable que conozco y otras veces es en lo que le ha convertido la naturaleza―. La anciana dejó de hablar durante un minuto y luego dos. Jack ya pensaba que no iba a decir nada más y que se había quedado perdida en el pasado cuando siguió hablando―. Y, según parece, te vas a quedar un buen tiempo aquí. Mi hijo no opinará igual pero cuando se entere de que su padre te ha visto y sigues con vida, no tendrá más remedio que aceptarlo. Así que bienvenido, espero que te podamos ayudar con tu... No sé si debería decir problema o don... En fin, haremos lo que podamos.

Dicho esto y con un movimiento rápido hizo un gesto a Jack para que la acompañara.

Jack siguió a la anciana hasta el centro de la aldea donde, inesperadamente, se había reunido una gran cantidad de gente. Jack no dejó de seguir a la anciana aunque todo el mundo le miraba hasta que, sin darse cuenta, había subido a una especie de púlpito.

―Este hombre ha venido a nuestra tierra, ha desafiado a nuestros hermanos y hermanas, ha sentido la llamada de la tierra y la ha usado a su favor, sin conocimiento alguno. Lo normal y prudente sería matarlo en este mismo momento... Ahora que aún podemos― dijo la anciana.

―Pero eso no va a ser así― dijo el extraño anciano que, de repente, se encontraba justo al lado de Jack y le sonreía con complicidad―. Este salvaje no sabe hablar como nosotros, no sabe luchar como nosotros y no sabe ver como nosotros vemos. Y, aun así, pienso que es la persona más fuerte espiritualmente que conozco. Tiene un don, o una maldición, según se mire, y yo creo que lo mejor sería guiarlo por un buen camino antes de que se eche a perder dejándole a sus anchas o muriendo por provocar algo indeseado. Por eso quiero que todos vosotros habléis con él y le ayudéis si os pide consejo o ayuda, quiero que le enseñéis a ser como nosotros.

Defectos de fábricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora