Defectos de fábrica

Capítulo 15: Contracorriente

Habían pasado unas pocas horas desde que ocurrió el accidente. Todos se habían despertado ya y el conductor había llamado a la compañía para informar. Un autobús estaba de camino a recogerlos y aseguraron que les devolverían el dinero por las molestias. El conductor llamó a Jack con la mano y le pidió que se pusiera al teléfono. Jack, algo sorprendido, cogió el teléfono y respondió con tranquilidad a lo que le decían. Cuando le devolvió el teléfono al conductor, éste le preguntó qué le habían dicho, Jack simplemente respondió que de ese momento en adelante contaba como pasajero especial. El conductor, sorprendido, le explicó lo que significaba a Jack.

Por lo visto el heroísmo se premiaba o algo parecido. A partir de ese instante, todos los viajes con esa compañía le saldrían gratis, pero en caso de accidente se requerirá de su ayuda activamente. Jack aceptó sin dudarlo, "tendré que moverme mucho así que no me vendrá nada mal el descuento", pensó. Además, él ya tenía planeado aprender a controlar su poder y dudaba mucho que lo volviese a necesitar en una ocasión parecida, ¿cuántas veces puedes llegar a tener un accidente de este tipo en la vida?

El autobús acababa de llegar y una vez que todo estaba en orden el viaje se reanudó, esta vez sin accidentes, por lo que llegaron a Sault Ste. Marie en pocas horas. Tras salir de la estación 49 Jack empezó a andar sin rumbo, dejándose llevar y recordando aquellas calles.

Una vez cerca de la orilla del río, pisando las húmedas calles de la ciudad, Jack echó la vista al frente y vio nuevamente aquella preciosidad ante él. No era ninguna mujer u obra de arte, era la ciudad en sí misma. Era una ciudad grande comparada con los lugares que Jack conocía, pero era pequeña si la comparabas con una ciudad propiamente dicha. Utilizaba el río a su favor, estableciendo pequeños atraques y un puerto deportivo, con barcos de alquiler en su orilla. La cantidad de barcos mercantes que se movían por la esclusa Soo del río era impresionante. No demasiados como para estropear una bonita imagen, pero sí los suficientes como para ver a simple vista que el transporte era algo muy importante en aquel lugar. El río provenía de uno de los grandes lagos situado más al noroeste y la gente solía pasar sus tardes en los barcos, relajadamente.

*

Algunos años atrás...

Jack estaba en el lago montado en una moto de agua, no era suya pero la manejaba como si hubiese tenido una toda su vida. En el fondo lo deseaba. Deseaba tener todo aquello; tiempo libre de preocupaciones, dinero para hacer lo que quisiera, amigos de verdad con los que pudiera ser él mismo, una familia... Pero no era así.

Jack estaba de paso por aquella ciudad a las orillas del río. Había llegado a ese lugar casi por accidente y no pensaba quedarse demasiado, nunca se quedaba mucho tiempo seguido en un lugar, no desde que vivió con sus tíos. Sault Ste. Marie lo había acogido con los brazos abiertos. Rápidamente encontró un trabajo en una ferretería, donde conoció a Lucy. Ella era guapa y más dura de lo que parecía a simple vista, debido principalmente a trabajar en la ferretería con sus cinco hermanos cada día. Tenía el pelo castaño y corto a capas a la altura de los hombros, los ojos de un color avellana y la cara era estilizada y de rasgos bien marcados. Casi instantáneamente se hicieron amigos, Jack no conocía a casi nadie y Lucy era muy alegre y vivaz. Tardó menos de diez minutos en preguntarle acerca de toda su vida y Jack mucho menos en responderle a lo que creyó necesario y dejarla con la duda sobre muchas otras cosas, pero Lucy no se desanimó y día a día intentaba sonsacarle algo, poco a poco, cada vez un pequeño detalle. Al cabo de un tiempo y con mucha paciencia pudo averiguar muchas más cosas de Jack, de las cuales él no solía hablar. Aquello supuso que, tras un mes trabajando juntos se había formado una relación bastante cercana entre ellos, lo suficiente como para que Jack aceptara sin reparos irse un fin de semana con Lucy y sus amigos al lago.