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Así que eso resume bastante bien mi verano en el campamento- Suspiró mi mejor
amiga Melinda Sue Stankowicz, tirando de la pesada puerta de cristal del Instituto
Woodrow Wilson.
-Niños que echan de menos sus casas, sus plantas, y arañas grandes en las duchas.
-Parece que ser consejera es horrible.- Me compadecí mientras entrábamos en los
pasillos familiares, que olían a limpio y a cera fresca para suelos. -Si eso ayuda, yo
gané por lo menos dos kilos y medio siendo camarera en el restaurante. No podía
evitar comer tarta cada vez que tenía un descanso-
-Te ves genial- Mindy le restó importancia a mi queja.
-Aunque no estoy segura sobre tu pelo…-
-¡Eh!- Protesté, aplastando mis rizos ingobernables, que parecían estar rebelándose en
la humedad del final del verano. -Te diré que me pasé una hora con el secador y esta “crema alisadora” que me costó las propinas de una semana…- Mi voz se fue
apagando, cuando me di cuenta de que Mindy estaba distraída y no me escuchaba.
Seguí su mirada al otro lado del pasillo hacia las taquillas.
-Y hablando de verse genial- Dijo.
Jake Zinn, que vivía en una granja cerca de la propiedad de mi familia, estaba
luchando con la combinación de su taquilla. Frunciendo el ceño a un trozo de papel en
su mano, giró la rueda y agitó la manilla. Una camiseta blanca obviamente nueva hacía
que su moreno de verano se viera especialmente profundo. Las mangas se ceñían al
rededor de unos bíceps prominentes.
-Jake está alucinante.- Susurró Mindy mientras nos acercábamos a mi vecino. -Debió
de haberse apuntado a un gimnasio o algo. ¿Y se puso mechas?-
-Estuvo cargando pacas de heno todo el verano al sol, Min.- Susurré en respuesta. -No
necesita un gimnasio, ni aclararse el pelo-
Jake alzó la vista mientras pasábamos a su lado, y sonrió cuando me vio.
-Hola, Jess.-
-Hola- Respondí. Después mi mente se quedó en blanco.
Mindy se incorporó a la conversación, evitando un silencio incómodo.
-Parece que te dieron la combinación equivocada.- Apuntó, señalando con la cabeza a
la taquilla aún cerrada de Jake. -¿Intentaste darle una patada?-
Jake ignoró la sugerencia.
-Anoche no trabajaste, ¿eh, Jess?-
-No, ya terminé en el restaurante.- Dije. -Solo era un trabajo de verano.-
Jake pareció algo decepcionado.
-Oh. Vaya. Pues entonces creo que tendré que ponerme al día contigo en el instituto,
supongo.-
-Sí. Estoy segura de que tendremos algunas clases juntos.- Dije, sintiendo que mis
mejillas se calentaban. -Nos vemos.- Casi arrastré a Mindy conmigo por el pasillo.
-¿De qué iba eso?- Exigió cuando estuvimos fuera de su alcance. Miré a Jake por
encima del hombro.
Mi rostro se puso aún más caliente. ¿De qué iba qué?-
-Jake todo triste de que dejaras el restaurante. Tú poniéndote de un rojo brillante…-
-No es nada.- Le advertí. -Vino varias veces hacia el final de mi turno y me llevó a casa
en su coche. Salimos un tiempo… Y no estoy roja.-
-¿De veras?- La sonrisa de Mindy era de suficiencia. -Tú y Jake, ¿eh?-
-No es nada importante.- Insistí.
El brillo de los ojos de Mindy me dijo que sabía que no estaba siendo completamente
sincera.
-Este va a ser un año muy interesante.- Predijo.
-Y hablando de interesante…- Empecé a contarle a mi mejor amiga sobre el extraño
aterrador de la parada del bus. Pero en el momento en que pensé en él, el pelo en la
parte posterior de mi cabeza se erizó, casi como si estuviera siendo observada.
-Antanasia…-
El eco de la voz baja y profunda llenó mi cerebro, como una pesadilla recordada a
medias.
Me froté la parte de atrás del cuello. Tal vez le contara a Mindy la historia después.
O tal vez todo el asunto se desvanecería sin más y ya nunca volvería a pensar en ese tío
jamás. Eso era lo que pasaría, probablemente. Y aún así el cosquilleo no desapareció.

Guía de Jessica para ligar con vampiros Donde viven las historias. Descúbrelo ahora