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Lucius, te he traído un poco de chocolate caliente. -Metí la cabeza en su nueva
habitación, con una bandeja. -Es el tipo vegana, pero no demasiado mala.
Estaba acostado boca arriba en su cama improvisada, que era un colchón de aire en el
suelo, sus ojos cerrados, escuchando con los auriculares. La lámpara de escritorio que
era la única luz de la habitación, hacía sombras a su alrededor. Me tomó un segundo,
para el estudio, antes de que él se diera cuenta de que estaba allí y se volviera lejos,
como siempre lo hacía ahora. Había sanado algunos de sus heridas, y la hinchazón
alrededor de su ojo había bajado. Dejé la bandeja y le toqué el hombro.
Empezó, arrancándose los auriculares y las piernas en posición vertical.
-No me sobresaltes así. ¿No sabes que es imprudente? ¿No lo sabes ya?
-Lo siento. -Di un paso atrás, viendo sus ojos. -Acabo de hacer un poco de chocolate
caliente, y pensé…
-No me gusta el chocolate.
-Tú te acabas de terminar otra caja de cartón de papá, crema de queso de soja con
hielo -dije. -Así que no pretendas que no te gusta el chocolate. Sólo tiene algunas… -
Lucius empujó mi mano, derramando parte en el suelo.
-Jessica, ya es tarde. Vete a la cama. -No le hice caso y me senté con las piernas
cruzadas junto a él, bebiendo el cacao.¿Qué estás escuchando?
-Metal alemán. Richthofen. -Ajuste la taza, le señalé los auriculares.
-¿Puedo escuchar, por favor? -Apretó los dientes, pero estuvo de acuerdo.
-Como quieras. -Cuando puse los auriculares en mis oídos, mi corazón se hundió.
Sonaba como música de elevador, para almas atormentadas por el camino al infierno.
Guturales letras en alemán, sintetizadores gruñendo, sin melodía.
Sólo gritos y quejidos. Material espantoso.
-¿Qué pasó con Black Eyed Peas - Hice un esfuerzo en una broma, quitándome los
auriculares.
-Creo que esto, está más en sintonía, con mi psique.
-Lucius…
-Jess, vete.
-Para de empujarme lejos.
-¡Deja de tratar de acercarte a mí! -Me abracé las rodillas contra el pecho.
-Estoy preocupada por ti.
-El tiempo de preocupación está en el pasado.
-No, eso no es cierto. Todavía podemos arreglar las cosas.
-Jessica, en unas pocas semanas, voy a volver a Rumanía para hacer frente a la pena
por mi desafío. Sólo déjame en paz por un tiempo corto. El tiempo que me queda. Eso
es todo lo que pido.
-Pero Lucius, quiero ayudarte. -Se rió, una corta, risa amarga.
-¿Tú? ¿Quieres ayudarme?
-No es gracioso. Yo puedo ayudarte. Yo podría ser la única persona que puede
ayudarte.
-¿Cómo?
-Puedo casarme contigo. -Su mirada se suavizó por un instante, y luego se frotó los
ojos con sus manos en contra de los moretones, como si él se estuviera castigando a sí
mismo.
-Jessica. -Me incliné hacia adelante, aprovechando, agarrando su mano.
-Podríamos hacerlo. Yo lo haría. -Lucius tiró de su mano.
-Tú no sabes lo que estás diciendo, Jessica. Todo lo que sé es que sientes lástima por
mí. No voy a estar casado por piedad. Para esperar como un bastardo enfermo a punto
de ser sometido a la eutanasia, que se adopte a la ligera por un alma demasiado
amable. Prefiero ser destruido con dignidad.
-No me das lástima.
-¿No?
-No. -Las lágrimas pinchaban en mis ojos. -Te amo, Lucius. -No podía creer que laspalabras hayan salido de mi boca. Siempre había pensado que la primera vez que las
dijera, el momento sería perfecto. No así, desesperado y enfermo.
Hubo un largo silencio, y los ojos de Lucius se endurecieron de nuevo.
-Las costumbres dan pena, Jess -respondió. Luego se volvió a tumbar, rodando sobre
su costado, como si fuera a dormir. Salí corriendo de la habitación, dándome de golpe
con mi mamá, estrellándome en sus brazos. Me llevó a su dormitorio y cerró la puerta
con un suave clic.
-¿Qué hacías con Lucius? -preguntó ella, tirando de algunos tejidos de una caja y
entregándomelos a mí.
-Sólo hablando. -Limpié mis ojos, pero las lágrimas no paraban.
-¿Y qué te dijo? ¿Por qué lloras?
-Le dije a Lucius que le quiero -dije, apretando los tejidos mojados. -Y que me quiero
casar con él. -Los ojos de mi madre se abrieron. Su actitud calmada de costumbre fue
agrietada por completo.
-¿Y qué dijo él? -preguntó. Su voz era baja, incluso deliberadamente, pero con miedo.
-Él dijo que no. Que prefiere ser destruido antes de que me casara con él, él cree que
es lástima. -Mi mamá exhaló visiblemente. Cerró los ojos, apretó las manos,
levantando la punta de los dedos a su los labios, y la oí susurrar:
-Buen hombre, Lucius. Buen hombre.

Guía de Jessica para ligar con vampiros Donde viven las historias. Descúbrelo ahora