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¡Bienvenida!- Dijo Lucius abriendo de par en par la puerta de su apartamento. Dio un
paso atrás para permitirme entrar. -Tú eres mi primer invitado.-
-Menuda mierda.- Lucius cerró la puerta detrás de nosotros.
-Bueno, esa es una reacción agradable. Muy de señoritas.- Hablé con voz entrecortada.
-¿Qué haces aquí?- En cuanto mis ojos se adaptaron a la tenue luz, visualicé más y más
detalles de la habitación. -Wow- El apartamento, una vez decorado con la chatarra del
mercado era vagamente 'country', había sido remodelado de forma que estuviese a la
moda con lo que asumí que debería ser un castillo rumano. Una manta de terciopelo
color sangre cubría la cama, una alfombra de gusto claramente persa y de un tono
beige se extendía por el suelo, y las paredes habían sido pintadas, de un azul oscuro
grisáceo. Él color de la piedra vieja. Mi revisión se vio alterada por un abrupto montón
de lo que parecían verdaderas armas antiguas. Cosas puntiagudas. Cosas afiladas. -
Urn… ¿Qué pasó con la colección de muñecas folclóricas indígenas del mundo?-
-Han sido repatriadas.- Por la inexorable cara de felicidad de Lucius, tuve el
presentimiento de que el exilio de las muñecas era permanente.
-Mamá y Papá van a matarte cuando vean esto.-
-Imposible- Rió. -De todas formas, es todo cosmética. Fácilmente reversible. Aunque
¿Por qué alguien preferiría un jing-jang a esto…?- Gesticuló señalando toda la
habitación. -¿Y a ti, Jessica? ¿Te gusta lo que he logrado?-
-Es… interesante- Me limité a decir. -Pero ¿cuando has tenido tiempo de hacer esto?
¿Sin que nadie lo viese? Dirías que soy una persona nocturna.- En cuanto mi asombro se desvaneció, mi
enfado con Lucius resurgió.
-Hablando de tus actividades nocturnas, no me gustó el libro- Le espeté enfadada. -Ni
la manera en que lo enviaste.- Lucius se encogió de hombros.
-Quizás en su momento lo encuentres útil.-
-Seguro. Lo guardaré en mi estantería a la derecha de La guía de Idiotas para llegar a
ser una criatura mítica.- De hecho, Lucius se rió.
-Muy divertido. No sabía que hicieses bromas.-
-Soy una persona divertida- Me defendí. -Y tampoco ronco.-
-Tú roncas. Y también susurras.- La sangre se me heló. El sueño…
-¿Qué? ¿Qué oíste?-
-Nada demasiado inteligible. Pero debe haber sido un sueño bastante agradable.
Sonabas eufórica.-
-No aceches mi habitación- Le ordené. -A eso me refiero.-
-Como tú desees, por supuesto.- Lucius bajó el volumen de un viejo toca discos, en el
cual giraba un disco de vinilo que desprendía una música desconocida, rallante y
aguda, como una pelea de gatos. O un ataúd con las bisagras oxidadas, abriéndose y
cerrándose una y otra vez en un desierto mausoleo.
-¿Te gusta la música croata?- Me preguntó, viendo mi interés. -Me recuerda a casa.
Prefiero la música normal.-
-Ah, sí, La MTV con todos esos golpes rechinantes. Como un disparo de hormonas de
andrajosos adolescentes administrando la programación de la televisión. No me
opongo a ello.- Él indicó una silla, la cual definitivamente no pertenecía a mis padres.
Ellos no compraban cuero. -Siéntate, por favor. Dime ¿Para qué me has llamado a esta
reunión?- -Me hundí hacia abajo y la silla casi me traga. Era relativamente suave.
-Lucius, tienes que parar de seguirme a todos lados. Y necesitas volver a casa.-
-Eres directa. Me gusta eso de ti, Anta… Jessica.-
-He ordenado mis ideas.- Iba a tirarme de cabeza al asunto -El 'matrimonio' está
oficialmente suspendido. No me importa lo que diga el pergamino, ni lo que esos
viejos…-
-Los Ancianos… Los Ancianos esperan. No va a ocurrir. Te lo estoy diciendo ahora para que no
malgastes más tiempo. Estoy segura de que querrás regresar a tu castillo real…-
Lucius sacudió su cabeza.
-No. Debemos aprender a coexistir, Jessica. Yo no tengo elección en este asunto, y tú
tampoco. Así que te sugiero que al menos intentes trabajar conmigo aquí, a usar la
expresión popular.-
-No.- Lucius sonrió ligeramente.
-Tú tienes voluntad propia.- La sonrisa se desvaneció. -No es momento de usarla.- Él
empezó a pasear como lo hizo en clase de La señora Wilhelm. -No honrar el pacto…
supondría una crisis política, eso deshonraría la memoria de nuestros padres. Ellos
deseaban esto, en el interés de la paz.- Miré a Lucius sorprendida.
-¿Qué les ocurrió a tus padres?-
-Fueron destruidos en la purga con los tuyos. ¿Qué pensabas?-
-Lo siento. No… no lo sabía.- Lucius se sentó en la cama, apoyándose en ella, estirando
los dedos.
-Pero a diferencia de ti, Jessica, yo fui criado dentro de nuestra raza, con los modelos
adecuados.-
-¿Los llamados Ancianos?- Adiviné.
-Fui enviado a vivir con mis tíos. Y si tú los conocieses, como deberías, no tendrías esa
sonrisa socarrona en tus labios.- Él se miró las palmas de las manos, claramente
ocultando alguna repentina frustración. -Ellos son temibles.- Fruncí el ceño.
-¿Y vivir con temibles Ancianos es una cosa buena?-
-Fue una cosa apropiada.- Dijo -Se me enseñó disciplina. Honor.- Él se restregó la
mandíbula. -Por la fuerza, cuando ellos lo consideraban necesario.- Mi enfado con él
quedó olvidado.
-¿Quieres decir que tus tíos te pegaban…?-
-Claro que me pegaban- Dijo Lucius con indiferencia. -Una y otra vez. Ellos estaban
fabricando un guerrero. Formando un gobernante. Los reyes no se crean con dulces
besos y abrazos en las rodillas de Mamá. Los reyes aguantan las cicatrices. Nadie
limpia tus lágrimas cuando te sientas en un trono. Es mejor que no ser elevado a lo que
se espera de ti. Eso está mal- Objeté, pensando en mis padres, quienes no exterminarían a las
termitas que se comían gradualmente el establo, antes que dejar que alguien pegase a
un niño.
-¿Cómo podían ellos hacerte daño?- Lucius mandó a paseo su simpatía.
-No te he hablado de la estricta disciplina de los Ancianos para despertar tu
compasión. Fui un niño rebelde. Salvaje. Difícil de controlar. Mis tíos necesitaban
prepararme para el liderazgo. Y lo hicieron.- Me miró con los ojos entrecerrados. -Y
aprendí a aceptar mi destino.- Gemí. Volvíamos a las mismas.
-Lucius no va ocurrir. El culto o lo que sea eso… no es para mí. No voy a unirme.-
Lucius se levantó y empezó a pasearse otra vez, pasando sus largos dedos por su
brillante pelo negro.
-No estás escuchando.-
-Tú no estás escuchando- Repliqué. Lucius se frotó los ojos.
-Maldita sea, eres irritante. Les dije a los Ancianos hace tiempo que no fue buena idea
criarte fuera de la cultura. Que nunca serías una novia conveniente. Una princesa
adecuada. Pero todos, ambos clanes, insistían en que eras demasiado valiosa para
arriesgar tu vida manteniéndote en Rumanía.-
-¡No soy una princesa!-
-Sí lo eres.- Insistió -Eres una mujer de un valor incalculable. De la realeza. Si
hubieses sido educada adecuadamente, serías consciente de la situación. Lista para
gobernar. -Él puso un dedo en su pecho.- Gobernar a mi lado. Pero esto es… me
recuerdas a una niña desescolarizada.- Él casi escupió la palabra. -¡Voy a estar
emparejado con una cría toda la eternidad!- Un ligero temblor recorrió mi espina
dorsal.
-¡Tú estás realmente loco!- Él se movió hacia la estantería, buscando algo en la parte
alta.
-Y tú eres imposible.- Me levanté de mi silla. -
-¿Qué estás haciendo? ¿Qué estás cogiendo?
-Un libro. El objeto que quería enseñarte.- Arrastró el brillante y pesado volumen,
encuadernado en cuero y lo depositó en el colchón, donde se hundió en la lujosa
manta señaló. -Siéntate aquí. Por favor.-
-Me quedaré de pie, gracias.- Lucius arqueó sus cejas, mofándose, y se sentó, dejando
un hueco a su lado. ¿Tienes miedo de mí? ¿Miedo de los vampiros?-
-No.- Me uní a él en la cama. Él se acercó aún más, hasta que nuestras piernas casi se
tocaban y abrió el libro sobre nuestros regazos. Esta vez reconocí la escritura rumana
en las páginas, y las ramas de un árbol genealógico. -¿Tu familia?-
-Todas las familias de vampiros, al menos las nobles. Las láminas de pergamino crujían
a la vez que él pasaba las páginas, alisando ambas caras. -Estos somos nosotros.
Donde estamos conectados.- Él señaló con su dedo dos líneas que se juntaban. -
Lucius Vladescu y Antanasia Dragomir.- Otra vez no.
-He visto esto antes, ¿recuerdas? Leí ese viejo y maloliente pergamino.- Él cambió de
posición para encontrar mis ojos.
-Y lo verás de nuevo. Una y otra vez. Hasta que pares de decir impertinencias como
'viejo y maloliente pergamino' y entiendas quién eres.- Por una vez, no le respondí con
una réplica rápida. Algo en su expresión me detuvo. Después de un largo silencio,
Lucius regresó su atención al libro. Tuve que volver respirar, habiendo parado durante
unos segundos. ¡Caray!. Mi estómago se encontraba como lleno de gatitos que
ronronean y se retuercen girando sobre sí mismos. No hice caso de la genealogía
durante un rato y contemplé el perfil de Lucius. Un mechón de su pelo de ébano se
cayó sobre su ancha frente, y el músculo tirante en su mandíbula. Una pequeña cicatriz
cruzaba la línea de la mandíbula donde él había frotado su cara. “Honor. Disciplina.
Fortaleza. ¿Qué le hicieron estos Ancianos?” Yo estaba acostumbrada a hombres como
mi padre y otros padres que conocía. Tipos amables. Tipos que vestían Dockers (es un
pantalón masculino de vestir) y jugaban al kickball (una mezcla entre béisbol y fútbol)
con sus niños y se ponían divertidas corbatas en Navidad. Lucius era tan diferente de
esos hombres como su colección de armas, de la colección de muñecas de mamá. Sin
lugar a dudas, él era encantador cuando quería serlo, sus modales eran impecables,
pero había una rudeza justo debajo de la superficie.
-Esos son tus padres- Continuó Lucius con voz tranquila. Volví mi atención a la
genealogía en cuanto sus dedos se posaron sobre los nombres de Mihaela y Ladislau,
justo sobre el mío. Mi madre biológica. Y mi padre biológico. La fecha de sus muertes
también constaba allí. Sofoqué un gemido de frustración y cólera. ¿Por qué tenemos
que seguir discutiendo sobre mis verdaderos padres? Este, como se suponía, iba a ser
un año feliz para mí. Un tiempo despreocupado. Pero Lucius había llegado, y con él mi
pasado. Él no solamente me arrastró con una historia absurda sobre vampiros y bodas,
él persistía en mostrarme el lazo de mi verdadero pasado, también. El lazo… una soga
alrededor de mi cuello y me arrastraba por el cementerio. La presencia de Lucius era un recordatorio constante de quien yo podría haber sido en
Rumanía. Un recuerdo no solamente de vampiros, sino también de fantasmas. Los
fantasmas de Mihaela y Ladislau Dragomir.
Ellos son extraños, en realidad… No debería sentir pena de ellos… aún así, me sentía
triste.
Su propio dolor hizo que la voz de Lucius sonase incluso más suave. Él se remontó a
las palabras desconocidas de Valeriu y Reveka.
-Y estos son mis padres.- Quería decir algo. Lo correcto. Pero no sabía qué, en ambos
casos.
-Lucius…-
-Mira esta fecha- Continuó sin mirarme. -Bajo nuestros nombres. Eso marca nuestra
ceremonia de compromiso. Nuestros padres escribieron esa fecha. Al menos uno de
ellos lo hizo- Un susurro de risa melancólica jugaba en sus labios. -Fue un gran día
para los Vladescus y los Dragomirs. Dos clanes enfrentados, firmando la paz.
Preparados para unirse. ¡Tanto poder en un solo lugar! ¿Cuántas veces habré oído esa
historia?-
-Pero eso es lo que es… una historia.-
- Esto es un edicto.- Lucius cerró el libro de golpe. -Estamos hechos para estar juntos.
Independientemente de cómo nos sentimos el uno sobre el otro. Independientemente
de cuanto me desprecias.-
-Yo no te desprecio…-
-¿No?- Sus cejas se arquearon, y su boca se torció en una sonrisa irónica. -Podrías
haberme engañado.- Di la vuelta a la mesa.
-Hablas mucho sobre obligaciones, deber y caballerosidad., pero no tengo la
sensación de que yo realmente te guste tampoco. No puedes decirme que quieres
casarte conmigo. ¡Me acabas de llamar cría!- Lucius se tomó tiempo para elegir sus
palabras.
-Eres un rompecabezas para mí, Jessica- Dijo finalmente. -Un misterio. Pero por lo
menos estoy abierto ante la posibilidad de explorar lo que no entiendo.- La tenue luz
iluminó sus ojos, y estábamos tan cerca que podía ver la débil sombra de su incipiente
barba sobre sus mejillas. La mayoría de los chicos que conocía parecían más chicos que hombres. ¿Se había afeitado Jake alguna vez? Pero Lucius… él había cruzado esa
línea. Y estaba sentada en la cama con él. Solos. En una habitación a oscuras. Hablando
sobre explorar mis llamados misterios. Me alejé un poco.
-¿Qué ocurriría en el caso de que no nos casásemos?- Pregunté intentando cambiar de
tema. Distanciándome un poco más. -¿Cómo de malo sería?- Lucius se alejó también,
reclinándose en la cama, apoyado sobre sus codos.
-Muy probablemente una guerra a escala natural, tu familia contra la mía,
aproximadamente cinco millones de vampiros que luchan para llenar el vacío de
poder, construyendo coaliciones, rebelión y caída de líderes, destrucción y
derramamiento de sangre a una escala masiva. Y cuando hay una guerra de
vampiros… bueno, como dice el viejo dicho, 'un ejército viaja con su estómago'.- Yo
no estaba familiarizada con ese dicho, así que, en contra de mi buen juicio, pregunté.
-Y eso significa que…-
-Los ejércitos necesitan comer- Aclaró - Por lo tanto por las calles correría la sangre
humana. Será un caos. Incontables vidas pérdidas.- Hizo una pausa. -O tal vez no
ocurriese nada. Los vampiros son gente muy caprichosa. Es una de nuestros mejores, y
peores, rasgos. Pero es improbable saber con certeza el riesgo.-
-¿Por qué los Vladescus y lo Dragomirs se odian tanto?- Lucius se encogió de hombros.
-¿Por qué hay conflictos entre todas las naciones poderosas, culturas y religiones? ¿Por
control del territorio? ¿Por la simple lujuria del predominio? Siempre ha sido entre
nuestros dos clanes, hasta que el pacto aseguró una promesa adicional de paz
mediante la unión, como iguales. Si fallamos en completar la negociación, tú y yo, la
sangre estará en nuestras manos. Las imágenes de calles mojadas con sangre, por mi
culpa, golpeó mi cerebro como una escena de película siendo rodada de nuevo una y
otra vez, entonces me puse de pie, sacudiendo mi cabeza.
-Esta es la historia más estúpida que jamás he oído.-
-¿De verdad?- Los ojos de Lucius eran ahora inescrutables, que de algún modo
asustaban más que su cólera. Él se levantó también.
-¿Qué debo hacer para que creas en esta 'historia'?-
-No puedes.- Me eché un poco hacia atrás. -Porque los vampiros no existen.
-Yo existo. Tú existes.-
-Yo no soy un vampiro- Insistí. -Ese árbol genealógico no significa nada. -La furia se
reflejó en los ojos de Lucius. El árbol genealógico significa todo. Es la única posesión que aprecio- Retrocedí unos
pocos pasos más. Él parecía más amenazante y alto que nunca.
-Tengo que irme ahora.- Le dije. -Pero con cada paso que daba, Lucius avanzada
hacia mí lentamente, y me encontré a mí misma vacilante, hechizada por aquellos ojos
negros, hipnotizada. El temblor en la parte baja de mi espina dorsal se tornó más
fuerte, dejándome clavada en el sitio con un shock eléctrico.
-Yo no creo en vampiros- Susurré, pero con menos convicción.
-Creerás.-
-No. No es racional.- Lucius estaba a una pulgada de mí ahora, y él se inclinó hacia
abajo, mejor para mirarme a los ojos. Y luego él dejó al descubierto sus dientes. Sólo
ellos no eran dientes ya. Eran colmillos. Dos colmillos, para ser exactos. Dos
puntiagudos, seductores y brillantes colmillos. Eran la cosa más horrible, perfecta e
increíble que yo jamás había visto.
Quería gritar. Gritar tan fuerte como me fuera humanamente posible. O tal vez sentir a
Lucius agarrando mis hombros, apretándome fuerte contra él, sentir la autoridad en
sus manos, el toque de sus labios, aquellos dientes sobre mi garganta... Oh, dios. ¿Qué
está mal conmigo? ¿Qué está mal con él? Él era un monstruoso vampiro. Él realmente
lo era. No. Era un truco de magia. Una ilusión.
Cerré mis ojos, frotándolos, maldiciéndome por deleitarme con aquella farsa y aún a
mitad de esperar la sensación de sentir sus incisivos, similares a una navaja de afeitar,
en mi yugular.
-¡Por favor. . .no!- Hubo un momento de silencio que se alargó una eternidad. Un
momento en el que honestamente creí que él me haría daño. Y entonces, de repente,
de verdad agarró mis brazos y me acercó a él, envolviéndome contra su pecho, como
él hizo en mi sueño. Firmemente, pero con gentileza.
-Antanasia- Murmuró, su voz era suave otra vez. Él alisó mis rizos con su mano, se lo
permití para calmarme, demasiado aliviada para oponerme. -Lo siento… he sido cruel
al asustarte- Dijo él. -No debí haber hecho esto, no así. Por favor, perdóname.-
Provisionalmente, rodeé la cintura estrecha de Lucius con mis brazos, no muy segura
de por qué lo hice, y él me atrajo aún más cerca, descansando su barbilla sobre mi
cabeza. Su mano cubrió mi espalda, él me acarició suavemente. Estuvimos de pie así
durante aproximadamente un minuto entero. Yo podría sentir su corazón golpeando contra mi mejilla. Muy suavemente. Muy despacio. Casi imperceptiblemente. El mío
palpitaba, y yo sabía que él podría sentir eso, también.
Finalmente me separé y él me dejó ir.
-No vuelvas a hacer ese estúpido truco otra vez- Sorprendida de ver que mi voz estaba
intacta. -Nunca. No es gracioso.- La loca música croata giraba en el tocadiscos,
misterioso y penetrante. Lucius tomó mi brazo, y odié la parte de mí que dio la
bienvenida a su toque otra vez. Odiaba lo que había sido difícil separarse. Él es un
lunático, Jess.
-Por favor, Jessica. Siéntate- Lucius señaló la cama. -Te ves un poco pálida. Siéntate…
y luego, ¿qué ocurrirá?-
-Yo…. tengo que irme.- Dije. Lucius no intentó detenerme, y le dejé allí de pie, en
mitad de aquella oscura habitación. Caminé unos pasos, cuando alcancé nuestra tierra,
corrí, sin parar hasta que estuve encerrada bajo llave en mi propia habitación, sin
respiración, acalorada e increíblemente confusa. Porque lo que yo acababa de sentir
no había sido miedo. Había sido algo como las sensaciones que yo había
experimentado en mi sueño con Lucius. La repugnancia se vuelve miedo se vuelve
lujuria... alquimia. Locura. Estaba mezclado todo en mi cerebro de repente. Y era muy,
muy mal.

Guía de Jessica para ligar con vampiros Donde viven las historias. Descúbrelo ahora