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Yo no soy una no muerta- Protesté. Pero por supuesto, nadie me prestaba atención.
Mis padres estaban demasiados concentrados en la metedura de pata de Lucius
Vladescu.
-Lucius, siéntate- Ordenó Mamá, no parecía contenta con ninguno de los dos.
-Prefiero quedarme de pie- Replicó Lucius. Mamá dibujó un círculo con su dedo
señalando las sillas alrededor de la mesa. -Siéntate. Ahora-
Nuestro herido visitante hizo como si fuese a desobedecer, entonces, resoplando, tomó
asiento. Mamá le quitó una de sus botas, la cual se apreciaba un diente del rastrillo,
mientras papá se paseaba por la cocina, buscando debajo del fregadero el kit de
primeros auxilios a la vez que esperaba a que el té se preparase.
-Solo es un moretón - Anunció Mamá.
-Oh, bien- Papá salió de debajo del fregadero -No puedo encontrar las vendas de
todos modos. Pero todavía podemos tomar el té.-
La larguirucha e impostora sanguijuela que había ocupado mi sitio en la mesa de la
cocina me miró fijamente.
-Eres afortunada de que mi zapatero use solo el mejor cuero. Tú podrías haberme
atravesado. Y no querrás atravesar a un vampiro. Además, ¿es esa la forma de recibir a
tu futuro marido o a cualquier invitado, sea quien sea? ¿Con un rastrillo?-
- Lucius- Le interrumpió mi madre. -Cogiste a Jessica desprevenida. Como te expliqué
anteriormente, su padre y yo queríamos hablar con ella primero.-
-Sí, bueno, en realidad has tardado en llevar a cabo la tarea, diecisiete años, nada
menos… Alguien tenía que hacerse cargo- Lucius se escabulló del agarre de Mamá y se puso en pie, cojeando por la cocina con la bota puesta, como un rey intranquilo en
su castillo. Él cogió el bote con camomila, aspiró el contenido, y frunció el ceño. -
¿Bebéis esto?-
-Te gustará- Prometió mi padre. Él sirvió en cuatro tazas. -Es muy relajante en
situaciones tan estresantes como esta-
-Suficiente con el té. Solo decidme que está pasando- Rogué, reclamando mi sitio en la
cocina de las zarpas de Lucius. No estaba caliente después de todo. Casi como si nada,
se hubiese sentado ahí minutos antes. -Quien sea. Por favor. Contadme-
-Como tus padres deseen, yo renunciaré a ese deber y lo dejaré en sus manos-
Concedió Lucius. Se llevó la humeante taza a los labios, sorbió varias veces, y se
estremeció.
-¡Dios mío, qué asco!- Ignorando a Lucius, Mamá compartió una mirada cómplice con
Papá, como si ellos tuviesen un secreto.
-Ned. . . ¿qué piensas?- Aparentemente él entendía la indirecta, porque Papá asintió
con la cabeza y dijo
-Voy a por el pergamino- Entonces abandonó la cocina.
-¿Pergamino?-Pergaminos. Pactos. Bodas. ¿Por qué está todo el mundo hablando en
código?.. -¿Qué pergamino?- Pregunté confundida.
-Oh, cielo- Mamá se sentó en una silla junto a la mía y tomó mis manos entre las suyas. -
Esto es bastante complicado.-
-Inténtalo- Insistí.
-Tú siempre has sabido que provienes de Rumania, que fuiste adoptada allí- Comenzó
Mamá -Y que a tus padres biológicos los mataron en un conflicto en el pueblo.-
-Asesinados por campesinos- Dijo Lucius frunciendo el ceño. -Gente supersticiosa,
dada a formar viciosas multitudes.- Metió el dedo en la mantequilla de cacahuete
orgánica de papá, la probó, y se limpió el dedo en sus pantalones, los cuales eran
negros y le quedaban muy apretados en sus largas piernas, casi como unos pitillos. -
Por favor, díganme que hay algo comestible en esta casa- Mamá se volvió hacia Lucius
-Voy a pedirte que estés callado unos minutos mientras cuento la historia.- Lucius se
inclinó ligeramente, su brillante pelo negro azulado brillaba bajo la luz de la lámpara
de la cocina.
-Por supuesto. Continúa.- Mamá regresó su atención hacia mí. Pero nosotros no podemos contarte la historia entera, porque el tópico pareció
molestarte mucho.
-Ahora sería un buen momento- Sugerí -Porque no podría estar más molesta.-
Mamá sorbió su té y se lo tragó.
-Sí, bueno, la verdad es que tus padres biológicos fueron destruidos por un furioso
movimiento que intentaba eliminar su pueblo de vampiros.-
-¿Vampiros?- Seguramente ella estaba bromeando.
-Sí- Confirmó Mamá. -Vampiros. Tus padres se encontraban entre los vampiros que yo
estaba estudiando en aquel momento.-
Vale, no es inusual escuchar palabras como hadas o el espíritu de la tierra, o incluso
trolls, en mi casa. Me refiero a que la cultura folclórica y las leyendas son uno de los
intereses de mi madre, y mi padre había sido conocido como el huésped ocasional de
un ente divino en su estudio de yoga. Pero ni siquiera mis raros padres creen en los
monstruos de las películas de Hollywood. Ellos no podían creer en serio que mis
padres biológicos se transformaban en murciélagos, o se esfumaban con la luz solar, o
que les crecían grandes colmillos.
-Tú dijiste que estabas estudiando algún tipo de cultura.- Rebatí -Una subcultura con
extraños rituales. . . pero nunca dijiste nada sobre vampiros.-
-Siempre te has dejado llevar por la lógica, Jessica- Dijo Mamá. -No te gustan las cosas
que no pueden ser explicadas por las matemáticas o por la ciencia. Tu padre y yo
estábamos muy asustados por si la verdad sobre tus padres biológicos te traumatizaba.
Así que decidimos mantenernos callados.-
-¿Me estás diciendo que mis padres biológicos pensaban que eran vampiros?- Mi voz
sonó como un aullido. Mamá asintió.
-Bueno. . . sí.-
-Ellos no solamente pensaban que eran vampiros- Refunfuñó Lucius. Él había
recuperado su bota y estaba dando saltitos sobre el otro pie para ponérsela. -Ellos
eran vampiros.- A la vez que yo miraba incrédula y con la boca abierta a nuestro
invitado, el pensamiento más horripilante del mundo cruzó mi mente. Esos rituales a
los que mi madre se refería, relacionados con mis padres biológicos… -Ellos no…
bebían sangre exactamente…- La expresión del rostro de mi madre lo decía todo, y yo pensé que iba a desmayarme. Mis padres biológicos: desviados y trastornados
bebedores de sangre.
-Sabrosa sustancia- Comentó Lucius -No tendréis acaso un poco por aquí en lugar de
este té…- Mamá le lanzó una furtiva mirada. Lucius frunció el ceño. -No, supongo que
no.-
-La gente no bebe sangre- Insistí con voz chillona y aguda. -¡Y los vampiros no
existen!-
Lucius cruzó sus brazos, arrugando la frente.
-Ahí te equivocas.-
-Lucius, por favor- Dijo Mamá con calma pero usando el tono serio que reservaba para
controlar a los estudiantes. -Dale tiempo a Jess para procesar la información. Ella tiene
que analizar las cosas, lo que le hace resistirse a creer en lo paranormal.-
-¿Es extraño que no crea en lo imposible?- Grité -¿En lo irreal?- En este punto de la
charla, papá regresó con un mohoso pergamino en sus manos.
-A lo largo de la historia, mucha gente se ha resistido a la idea de los no muertos.-
Indicó Papá, extendiendo cuidadosamente el documento sobre la mesa. -Y los finales
de los ochenta fueron un tiempo de devastación para los vampiros en Rumania.
Numerosas purgas cada pocos meses. Centenares de hermosos vampiros muertos. –
Puntuó mi padre.
-Tus padres biológicos, quienes eran muy poderosos en el seno de esa subcultura,
creyeron que estaban destinados a ser destruidos y te pusieron en nuestras manos
antes de ser asesinados, con la esperanza de que te pusiésemos a salvo aquí en los
Estados Unidos.- Añadió Mamá.
-La gente no bebe sangre- Repetí. -No ellos. No visteis a mis padres actuar como
vampiros- Les desafié -Nunca visteis que les creciesen los colmillos o morder cuellos,
¿verdad? Sé que no los visteis hacerlo porque eso nunca sucedió.-
-No- Admitió Mamá, cogiendo mis manos otra vez. -No se nos estaba permitido ese
tipo de acceso.-
-Porque eso nunca sucedió- Repetí.
-No- Intervino Lucius. -Porque morder es algo muy privado e íntimo. Simplemente no
invitas a la gente a verlo. Los vampiros son una raza muy sensual pero no ofrecen
exhibiciones, gracias a Dios. Somos discretos. Pero no tenemos ninguna razón para creer que alguien nos mintió sobre lo de beber
sangre- Añadió Mamá -Y no es algo sobre lo que estar molesta, Jess. Es bastante
normal para ellos. Si hubieses crecido en Rumania con esa subcultura te habría llegado
a parecer cotidiano.- Aparté mis manos de las suyas.
-A mí me parece que no.- Con una profunda mirada, Lucius lo resumió pacíficamente.
-Sinceramente, no puedo soportar más esto. La historia es bastante simple. Tú,
Antanasia, eres la última de una larga dinastía de poderosos vampiros. Los Dragomirs.
Realeza vampírica.- Eso sí me hizo reír, una loca e histérica risa.
-Venga, vale, realeza vampírica-
-Sí. Realeza. Y esta es la última parte de la historia de la cual tus padres parecen
reacios a contarte- Lucius se apoyó en la mesa, inclinándose sobre mí, con los brazos
rígidos, mirándome fijamente. -Tú, eres una princesa vampiro, la heredera de la
dinastía Dragomir. Yo soy un príncipe vampiro. El heredero de un clan igual de
poderoso, los Vladescus. Más poderoso diría yo, pero ese no es el asunto. Nosotros
dos fuimos prometidos en una corta ceremonia de compromiso después de nuestros
nacimientos.- Miré a mi madre en busca de ayuda, pero todo lo que dijo ella fue.
-La ceremonia fue muy dramática, muy bien elaborada. En una enorme cueva en los
Montes Cárpatos. Con velas por todos lados.- Decía mi madre. Él le dedicó una mirada
de devoción a mi madre. -Ningún otro explorador había llegado tan lejos.- Los miré
con fiereza.
-¿Estabais allí? ¿En la ceremonia?-
-Oh, conocimos a un montón de vampiros en ese viaje y asistimos a bastantes eventos
culturales muy interesantes- Mamá sonreía al recordar. -Deberías leer mi artículo en el
Journal of Eastern European Folk Culture (Periódico del Este Europeo de La Cultura
Folclórica). Fue un hito como trabajo personal, si se me permite decirlo.-
-Déjame terminar, por favor- Rugió Lucius.
-Allí es fácil- Le reprendió Papá gentilmente. -En esta pequeña democracia, todo el
mundo tiene la oportunidad de hablar.-
Desde la mirada de desdén que Lucius le lanzó a mi padre, podría decir que él no se
preocupaba mucho por la democracia. El desilusionado Drácula quería continuar su
resumen pacíficamente. La ceremonia de desposorio sellará nuestros destinos, Antanasia. Nos casaremos tan
pronto como tú tengas la edad. Nuestras líneas de sangre se unirán, consolidando la
fuerza de nuestros clanes, finalizando años de rivalidad y guerra.- Sus ojos negros
brillaron y su mirada vagó a la deriva lejos en el tiempo. -Será un momento glorioso
en nuestra historia, cuando nosotros ascendamos al poder. Cinco millones de
vampiros, tu familia y mi familia juntos, bajo un mismo mandato.- Mi supuesto futuro
marido volvió a la realidad y me miró fijamente, aspirando por la nariz. -Yo haré todo
el trabajo pesado, por supuesto, con un sabio criterio.-
-Estás totalmente loco.- Declaré, observando todos los rostros de la sala uno por uno.
-Esto es una locura.- Lucius se acercó a mí hasta estar cara a cara. Por primera vez, vi
curiosidad y no desdén o burla o ansias de poder en sus oscuros ojos.
-¿Realmente sería tan repugnante, Antanasia, el estar conmigo?- No sabía exactamente
a qué se refería, pero pensé que hablaba sobre… los dos juntos, no en el sentido
político del matrimonio, sino de un modo romántico.
No dije nada. ¿De verdad pensaba Lucius que yo me enamoraría de él solo porque
tenía una cara bonita? ¿Un cuerpo de infarto? ¿Qué me importaría que oliese como la
colonia más sexy y picante que jamás había olido. . .?
-Enseñémosle el pergamino.- Interrumpió papá, rompiendo el momento.
-Sí, es la hora- Mamá estuvo de acuerdo. Casi había olvidado el papel mohoso, pero
ahora Papá se había sentado y desenrollaba el pergamino cuidadosamente, en la
mesa de la cocina. El quebradizo pergamino crujió en cuanto, él lo tocó suavemente
con los dedos. Las palabras, en rumano probablemente, eran ininteligibles para mí,
pero aquello se veía como algún tipo de documento legal, con varias firmas al pie de la
hoja. Mi mirada se movió de un sitio a otro, negándome a mirar más de cerca en aquel
documento sin sentido.
-Lo traduciré- Se ofreció Lucius levantándose. -A menos que Antanasia haya estudiado
rumano.-
-Está en mi lista de cosas por hacer- Respondí entre dientes. -Actividades
multilenguaje.-
-Serías lista si empezases a aprender, mi futura novia- Replicó Lucius, acercándose
cada vez más a mí, hasta apoyarse sobre mi hombro para leer. Podía sentir su
respiración en mi mejilla. Era inusualmente fría, dulce. En contra de mi buen juicio,
continué aspirando aquella misteriosa colonia, también, entrando profundamente en
mis pulmones. Lucius estaba tan cerca, que mi oscuro y rizado cabello acariciaba su mandíbula, y él distraídamente apartó unos mechones de pelo, sus nudillos rozaron mi
mejilla. El contacto me sobresaltó. La sensación me golpeó de lleno en el estómago.
Si Lucius sintió lo mismo que yo, no lo demostró sino que siguió absorto en el
documento. ¿Me estaré volviendo loca esnifando tanta colonia? ¿Me imagino cosas?
Cambié de posición en la silla, intentando no tocarle de nuevo, a la vez que nuestro
arrogante invitado, recorrí la primera línea del pergamino con el dedo.
-Esto declara que tú, Antanasia Dragomir, estás prometida en matrimonio conmigo,
Lucius Vladescu, tan pronto como alcancemos la madurez a la edad de dieciocho años,
y celebrar las fiestas necesarias que atestigüen este pacto. Una vez llevado a cabo el
matrimonio, nuestros clanes se unirán y vivirán en paz.- Él se volvió. -Como he dicho,
es bastante simple. Y mira: la firma de tu padre adoptivo. Y la de tu madre.- No pude
evitar fulminarles con la mirada cuando él dijo eso, y seguramente no fue suficiente,
las firmas de Mamá y Papá constaban en el documento, junto con otra docena de
nombres rumanos. Traidores. Empujando el pergamino fuera de mi camino, me crucé
de brazos y miré a mis padres.
-¿Cómo pudisteis venderme como si… si fuese… ganado?-
-Nosotros no te vendimos, Jessica- Me calmó Mamá. -Tú no eras nuestra hija entonces.
Nosotros estábamos allí como testigos en el ritual, en interés de mi investigación. Esto
fue semanas antes de la purga, semanas antes de que te adoptásemos. No teníamos ni
idea, de qué nos depararía el futuro.-
-De todos modos, allí no se vendían vacas- Se mofó Lucius. -¿Quién querría ganado?
Tú eres una princesa vampiro. Tu destino no te pertenece a ti completamente.-
Princesa… él sinceramente cree, que soy una princesa vampiro… la extraña, casi
placentera sensación que había sentido cuando él rozó mi mejilla desapareció,
haciendo que la realidad me golpeara de nuevo. Lucius Vladescu era un lunático.
-Si yo fuese un vampiro, querría morder a alguien. Estaría sedienta de sangre.- Dije en
un último intento de razonar y abandonar aquella absurda discusión.
-Encontrarás tu verdadera naturaleza.- Prometió Lucius. -Estás entrando en la edad
adecuada. Y cuando yo te muerda por primera vez, entonces te convertirás en un
vampiro. Te he traído un libro, una guía, en el cual te explica todo… - Me levanté tan
rápido que mi silla cayó al suelo, armando un gran escándalo.
-Él no va a morderme.- Interrumpí señalando a Lucius con el dedo. -¡Y no voy a ir a
Rumania a casarme con él! ¡No me importa qué tipo de ceremonia de desposorio
tengan ellos! Tú debes honrar el pacto- Rugió Lucius. No era una sugerencia.
-Ahora no seas dictatorial con nosotros, Lucius- Objetó papá arrastrando su silla y
acariciando su barba. -Te lo dije. Esto es una democracia. Tomemos todos, un
pequeño respiro. Como dijo Gandhi: “Debemos convertirnos en el cambio que
queremos ver”-Claramente, Lucius nunca se había topado con un maestro de la
paciencia antes, porque él parecía dudoso, de la validez de la firma de Papá, todavía
maduro, y totalmente descentrado de la situación.
-¿Y se puede saber qué significa eso?- Preguntó él finalmente.
-Nadie tomará ninguna decisión hoy- Tradujo Mamá. -Es tarde. Todos estamos
cansados y abrumados. De todos modos, Lucius, Jessica no está preparada para
contraer matrimonio. Ella ni siquiera ha besado a un chico todavía, por el amor de
Dios.- Lucius me sonrió con satisfacción, arqueando una ceja.
-¿De verdad? ¿Ningún pretendiente? Que chocante. Yo habría pensado que tus
habilidades con el rastrillo, resultarían atractivas para cierto tipo de soltero aquí en
una granja de campo.- Me quería morir allí mismo. Quería correr al cajón de los
cuchillos, coger el más grande que encontrase, y clavármelo en el corazón. Ser
expuesta como que nunca había sido besada… era casi peor que ser una princesa
vampiro. La cosa del vampiro era una fantasía ridícula, pero mi total falta de
experiencia… era real.
-¡Mamá! ¡Eso es tan vergonzoso! ¿Tenías que contarle eso?- Le reclamé.
-Bueno, Jessica, es verdad. No quiero que Lucius piense que eres algún tipo de joven
mujer experimentada, preparada para el matrimonio.-
-No me aprovecharé.- Prometió Lucius seriamente. -Y ella no puede ser forzada a
casarse, por supuesto. Estamos en un nuevo siglo. Desafortunadamente. Pero me temo
que estoy obligado a proseguir este noviazgo hasta que Antanasia se dé cuenta que su
lugar está a mi lado. Y lo hará.-
-No lo haré.- Protesté. Lucius no hizo caso de esto.
-El enlace de nuestros clanes es autorizado por los más viejos y poderosos miembros:
los Ancianos de las familias Vladescu y Dragomir. Y los Ancianos siempre siguen su
camino.-
Mamá insistió. -Será la decisión de Jessica, Lucius.-
-Por supuesto- Aunque, la condescendiente media sonrisa de Lucius, decía otra cosa. ¿Dónde me quedaré?- Preguntó Lucius.
-¿Quedarte?- Papá se mostró confuso.
-Sí. Dormir- Aclaró Lucius. -He realizado un viaje muy largo, aguantado mi primer
embrutecedor día, en la llamada escuela pública aquí, y estoy cansado.-
-Tú no vas a volver a la escuela.- Objeté con pánico. Me había olvidado del instituto.
-¡No te lo permito!-
-Por supuesto que asistiré al instituto- Replicó Lucius.
-¿Cómo te matriculaste aquí?- Preguntó Mamá.
-Estoy aquí en lo que llaman 'intercambio'- Explicó Lucius. -Los Ancianos pensaron que
sería difícil explicar mi larga estancia aquí, de otro modo. A los vampiros no nos gusta
levantar sospechas como puedes imaginar. Nos gusta mezclarnos.-
¿Mezclarnos? ¿Con un abrigo largo de terciopelo en verano? ¿En Lebanon Country,
Pennsylvania? ¿La conservadora fábrica en el corazón de un estado lleno de granjas,
donde la gente tenaz de descendencia germánica todavía piensan, que agujerearse la
orejas es radical y un posible portal al infierno?
-¿Tú eres realmente un estudiante de intercambio?- Gruñó Papá.
-Sí. Tu estudiante de intercambio, para ser exacto.- Aclaró Lucius. Mamá levantó una
cautelosa mano.
-Nosotros nunca estuvimos de acuerdo con esto.-
-Exacto- Añadió Papá. -¿No tendríamos que firmar algo? ¿No hay papeleo?- Lucius rió.
-Oh, papeleo. Un insignificante detalle resuelto en Rumania. Nadie en su sano juicio
cuestionaría las decisiones del clan Vladescu. Es solo una mala forma. Y las
consecuencias de rechazarnos un favor. . .bueno, digamos que la gente en todos lados
tiende a tener sus cuellos lejos de nosotros.-
-Lucius, deberías habernos consultado primero- Repuso Mamá. Lucius se encogió
ligeramente de hombros.
-Sí. Bueno, quizás sobrepasamos nuestros límites allí. Pero debéis admitir que es un
honor para vosotros acogerme. Vosotros y yo sabíais que este día llegaría- Papá aclaró
su garganta y miró a mamá.
-Nosotros les hicimos la promesa a los Dragomirs años atrás, de cuando este momento
llegara…Oh, Ned, no sé. Necesitamos tener en cuenta los sentimientos de Jessica…-
-Hicisteis un juramento a mi familia- Les recordó Lucius de nuevo. -De todas formas, no
tengo ningún otro sitio al que ir. No regresaré a la llamada posada del pueblo donde
dormí anoche. El tema de todo era el cerdo, por el amor de Dios. Papel de pared de
cerdo (se refiere al color), figuritas de cerdo por todos lados. Y un Vladescu no
duerme con cerdos.- Mamá me miró posando sus manos sobre mis hombros
asegurando.
-Supongo que por ahora, Lucius puede quedarse en el apartamento para invitados que
hay sobre el garaje, mientras resolvemos esto. ¿De acuerdo, Jessie? Solo es temporal,
te lo aseguro.-
-Hey, es tu granja- Murmuré sabiendo que había fracasado. Mis padres siempre
adoptan cosas extraviadas. Gatos callejeros, perros abandonados… si fuese un sin
techo, podría vivir en nuestra granja, incluso si tratase de morderte.
Y, así es como un adolescente que reivindicaba ser un vampiro, vino a residir en
nuestro garaje durante el comienzo de mi último año en el instituto. Y no cualquier
vampiro. Mi arrogante y déspota prometido vampiro. La última persona en el infierno,
o del infierno, con la que quería compartir mi paseo al instituto, eso sin añadir que
estaríamos juntos toda la eternidad.
Me tendí despierta en mitad de la noche reflexionando sobre mi arruinada vida. Mis
padres biológicos: miembros de una cultura que juraba beber sangre- y no volvería a
pensar nunca más de quien. No había nada que yo pudiese hacer por ellos, excepto
sacarlos de mi mente. Su historia podía quedar y quedaría escondida en el pasado.
Pero el futuro… todo lo que yo quería era una oportunidad para salir con Jake Zinn, un
chico normal, y en vez de eso había conseguido un prometido friki, viviendo en mi
garaje. Y, por si fuera poco, todo el mundo en el instituto, pensaba ya que mi familia
era suficientemente rara, con el yoga de mi padre y su improductiva, orgánica, anti-
cárnica granja, y mi madre siendo el sostén de la familia, estudiando para hacer creer
en galimatías (cosas sin sentido). Y ahora… ahora sería realmente una paria. La chica
del instituto comprometida con el demonio. Y qué demonio.
Tumbada en la cama, no podía parar de rememorar el olor de la colonia de Lucius,
como si él la hubiese derramado a mi lado. El poder que había desprendido a cada paso en mi clase de Literatura. El contacto de sus dedos contra mi mejilla. Y su
afirmación de ese día, que él clavaría sus dientes en mí. Dios, que psicópata.
Me destapé, me incorporé y eché las cortinas a un lado, mirando por la ventana en
dirección al garaje. Una luz seguía prendida en el segundo piso. Lucius estaba
despierto. ¿Haciendo qué?
Tragando saliva, me dejé caer sobre mi almohada y cubrí mi garganta fuertemente con
las mantas, mi tierna, vulnerable y todavía no, besada garganta, medio deseando y
medio temiendo que llegase la mañana.

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