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Honestamente, no sé como alguna de estas historias triunfa- Se quejó Lucius,
ajustando la radio de la camioneta, probablemente buscando música folclórica croata
pero dejando la emisora local de música clásica.

Hollywood, supongo- Cambié a una emisora pop solo para irritarle. -¿Así que tú no
puedes transformarte en murciélago?- Lucius bajó la radio y me lanzó una mirada
como si yo le hubiese insultado.
-Por favor. ¿Un murciélago? ¿Qué vampiro, que se respetase a sí mismo se
transformaría en un roedor volador? ¿Te convertirías en una mofeta si tuviese la
habilidad?-
-No, supongo que no.- Frené en el semáforo. -Quizás una vez, solo para ver como es.-
-Bueno, los vampiros no pueden transformarse en nada.-
-¿Qué hay sobre el ajo? ¿Te provoca repulsiones?-
-Solo cuando lo aspiro profundamente.-
-¿Y las estacas? ¿Puedes ser asesinado con una estaca?-
-Cualquiera puede ser asesinado por una estaca. Pero sí, eso es verdad. De hecho, una
estaca que atraviese el corazón es la única forma efectiva de destruir a un vampiro.-
-Uh, sí. Seguro.-
-Para ahorrarte tiempo, añadiré que no dormimos en ataúdes. No dormimos boca
abajo. Obviamente, tampoco nos desintegramos a la luz del sol. ¿Cómo podría alguien
vivir una vida práctica y útil de esa manera?-
-Hasta ahora, ser un vampiro parece bastante bonito, si me preguntas.-
-A riesgo de comentar un mal tema y otra vez, mis disculpas, tú no parecías pensar que
mis colmillos eran bonitos la otra tarde. De hecho, reaccionaste de una forma bastante
fuerte.- Y al tacto de sus manos, de su cuerpo… No vayas por ahí, Jess.
-¿Cómo hiciste eso? ¿Tienes como un juego de colmillos de plástico en tu boca?-
Lucius me lanzó una mirada incrédula.
-¿Dientes de plástico? ¿Parecían de plástico?-
-No- Admití. -Pero las dentaduras se ven reales.-
-Dentaduras.- Bufó él. -No seas absurda. Esos son mis dientes. Eso es lo que hacen los
vampiros. Nos crecen colmillos.-
-Hazlo ahora entonces.-
-Oh, Jessica… no creo que eso sea acertado mientras vas conduciendo por una
carretera concurrida. Tú sentiste bastante pánico la otra noche. No puedes hacerlo, ¿verdad?- Le desafié. -Porque era un estúpido truco, y tú no
tienes tus accesorios.-
-No me provoques, Jessica. No a menos que quieres que haga lo que me pides. Porque
puedo y lo haré.-
-Hazlo- Le ordené.
-Como desees.- Lucius se volvió hacia mí, sacó sus dientes, y casi me salí de la
carretera. Lucius agarró el volante, dando un viraje brusco para devolvernos nuestro
lugar.
-Mierda.- Él lo había hecho otra vez. Él realmente los tenía. Desvié mi mirada,
cautelosamente. Los afilados dientes se habían ido. Esto es un truco. Un truco. Yo no
caería de nuevo. Los dientes estaban cubiertos de esmalte, una de las sustancias más
duras del cuerpo. El esmalte no podía cambiarse. Era imposible, a nivel molecular.
-Debes, realmente acostumbrarte a esto- Regañó Lucius.
-¿Compras el truco en alguna tienda de magia?-
-No es un truco. Por favor deja de utilizar esa palabra.- Lucius tabaleó sus dedos sobre
el vinilo del VW en el asiento de pasajero. Podría decir que él estaba frustrado otra
vez. -La transformación vampírica es un fenómeno. Si hubieras leído el libro que te
proporcioné…- Gemí.
-Oh, esa cosa- Mi indeseada copia de “Creciendo como un no muerto” estaba todavía
bajo mi cama. La mantenía con el objetivo de tirarla cuando no hubiese nadie cerca.
No quería ni pensar por qué.
-Sí, 'esa cosa'- Dijo Lucius. -Si hubieras leído la guía como deberías, sabrías que los
vampiros macho ganan la capacidad de hacer crecer sus colmillos en la pubertad.
Ocurre cuando estamos excesivamente enfadados. O… excitados.-
-Así que, me estás diciendo que 'los colmillos' son como una…- Empecé a decir
'erección' como si lo dijese todos los días de mi vida. Pero la verdad era que nunca
había dicho esa palabra en alto, y descubrí que no podía hacerlo entonces. Pero Lucius
entendió.
-Sí. Eso. Precisamente. A menudo la clase de un efecto tándem, si lo entiendes a mi
modo. Pero es fácil controlarlo con la práctica. Y las mujeres pueden hacer crecer sus
colmillos, también, desde luego.-
-¿Entonces, por qué no puedo hacerlo si soy supuestamente un vampiro, de tan alto
nivel?- Tarde o temprano, lo confundiría con la lógica. Pero Lucius respondió rápido, No puedes hacerlo, ¿verdad?- Le desafié. -Porque era un estúpido truco, y tú no
tienes tus accesorios.-
-No me provoques, Jessica. No a menos que quieres que haga lo que me pides. Porque
puedo y lo haré.-
-Hazlo- Le ordené.
-Como desees.- Lucius se volvió hacia mí, sacó sus dientes, y casi me salí de la
carretera. Lucius agarró el volante, dando un viraje brusco para devolvernos nuestro
lugar.
-Mierda.- Él lo había hecho otra vez. Él realmente los tenía. Desvié mi mirada,
cautelosamente. Los afilados dientes se habían ido. Esto es un truco. Un truco. Yo no
caería de nuevo. Los dientes estaban cubiertos de esmalte, una de las sustancias más
duras del cuerpo. El esmalte no podía cambiarse. Era imposible, a nivel molecular.
-Debes, realmente acostumbrarte a esto- Regañó Lucius.
-¿Compras el truco en alguna tienda de magia?-
-No es un truco. Por favor deja de utilizar esa palabra.- Lucius tabaleó sus dedos sobre
el vinilo del VW en el asiento de pasajero. Podría decir que él estaba frustrado otra
vez. -La transformación vampírica es un fenómeno. Si hubieras leído el libro que te
proporcioné…- Gemí.
-Oh, esa cosa- Mi indeseada copia de “Creciendo como un no muerto” estaba todavía
bajo mi cama. La mantenía con el objetivo de tirarla cuando no hubiese nadie cerca.
No quería ni pensar por qué.
-Sí, 'esa cosa'- Dijo Lucius. -Si hubieras leído la guía como deberías, sabrías que los
vampiros macho ganan la capacidad de hacer crecer sus colmillos en la pubertad.
Ocurre cuando estamos excesivamente enfadados. O… excitados.-
-Así que, me estás diciendo que 'los colmillos' son como una…- Empecé a decir
'erección' como si lo dijese todos los días de mi vida. Pero la verdad era que nunca
había dicho esa palabra en alto, y descubrí que no podía hacerlo entonces. Pero Lucius
entendió.
-Sí. Eso. Precisamente. A menudo la clase de un efecto tándem, si lo entiendes a mi
modo. Pero es fácil controlarlo con la práctica. Y las mujeres pueden hacer crecer sus
colmillos, también, desde luego.-
-¿Entonces, por qué no puedo hacerlo si soy supuestamente un vampiro, de tan alto
nivel?- Tarde o temprano, lo confundiría con la lógica. Pero Lucius respondió rápido, Las mujeres deben de ser mordidas primero, yo necesito morderte. Es un gran
privilegio, ser su prometido en dar el primer mordisco.-
-No empieces otra vez, con lo de los desposorios- Le dije seriamente. Descubriendo la
primera entrada al centro comercial, hice una vuelta rápida. -Ni siquiera bromeando.
Ya lo hemos hablado.- Lucius inclinó su cabeza.
-¿Ya lo hemos hablado?-
-Sí.- Aparqué en el parking. -¿Qué hay de los espejos? Cuando te pruebas la ropa,
¿serás capaz de verte a ti mismo en el espejo?- Lucius frotó sus sienes.
-¿Tomas las clases básicas de ciencias en el instituto? ¿Conoces los principios de la
reflectividad?-
-Desde luego que lo hago. Soy la única que en realidad cree en la ciencia, ¿recuerdas?
Solamente bromeaba.- Di un tirón a las llaves de la ignición. -Así que recapitulemos.
No puedes transformarte en murciélago, no te desintegras a la luz del sol, y eres
visible en los espejos. ¿Qué más pueden hacer los vampiros? ¿Por qué es tan
impresionante ser un vampiro, entonces?-
-¿Qué hay de maravilloso en desintegrarse a la luz del sol? ¿O no ser capaz de verte en
un espejo y juzgar si vas vestido adecuadamente?-
-Sabes a lo que me refiero. Tú sigues diciendo que los vampiros son geniales. Solo
quiero saber por qué.- La cabeza de Lucius cayó hacia atrás contra el asiento. Él miró
fijamente la alfombra de pelusa sobre el techo de la furgoneta como pidiendo
paciencia o la dirección adecuada.
-Somos sólo la raza más poderosa de súper humanos. Somos físicamente dotados de
gracia y fuerza. Somos gente de ritual y tradición. Hemos aumentado nuestras
capacidades mentales: la capacidad de comunicarse sin hablar cuando es necesario.
Gobernamos el lado oscuro de naturaleza. ¿Es 'bastante imponente' para ti?- Agarré el
seguro de la puerta.
-Entonces, ¿por qué bebéis sangre?- Lucius suspiró profundamente mientras abría su
puerta. -¿Por qué está todo el mundo, obsesionado con la sangre? Hay mucho más.-
Cambié de tema. Me hice la distraída, de todos modos, ahora que estábamos a punto
de ir de compras. -¿A dónde quieres ir primero?- Lucius dio la vuelta por delante de la
furgoneta y colocó sus manos sobre mis hombros, señalándome hacia la tienda de
Levi's.
-Aquí.- Cinco tiendas y alrededor de unos quinientos dólares después, Lucius
Vladescu parecía casi un adolescente americano. Y, tenía que admitirlo, un
adolescente americano cañón. Él vestía un par de vaqueros 501s incluso mejores que sus pantalones negros. Y cuando él se puso una camisa blanca de Oxford, por fuera de
los pantalones habiendo decidido que una camiseta, sería demasiado para el “Desafío
Real de las Reglas Mundial” para la realeza rumana. Bueno, el efecto era bastante
agradable. No pareció embarazoso estar con él. Nada. Mindy, probablemente, se
volvería loca, literalmente, cuando lo viera.
-¿Qué tal si mandamos de paseo el abrigo de terciopelo?- Pregunté.
-Nunca.- Replicó él. Demasiado para no ser embarazoso.
Estábamos caminando hacia el coche, cargando con todas nuestras compras, cuando
Lucius paró de repente y agarró mi brazo, dejando caer algunas bolsas. Me giré.
-¿Qué?- Él estaba mirando el escaparate de una tienda llamada Boulevard St.Michel,
una boutique de alto nivel con ropa muy, muy cara. El tipo de ropa que las mujeres
ricas visten para las fiestas de coctel. Yo nunca había estado dentro. Por una cosa, mi
padre no creía en el lavado en seco, porque las emisiones ensuciaban el
medioambiente. Y por otra, no podía permitirme ni un zapato de Boulevard St.Michel,
ni siquiera a precio de punto de venta. No siquiera después de haberme pasado el
verano entero sirviendo hamburguesas para la cena.
-¿Qué estás haciendo?- Seguí su mirada. Lucius mantuvo su mirada fija en el
escaparate.
-Ese vestido, el que tiene las flores estampadas en el corpiño.-
-¿Acabas de decir 'corpiño'?-
-Sí, y la falda.-
-¿El vestido con el escote en pico (o en V)?-
-Sí. Ese. Te verías maravillosa con algo como eso.- Lucius oficialmente se había caído
de la cuna. No sólo pensaba que era un vampiro, pero ahora él creía que yo era algún
tipo de mujer treintañera que asiste a cócteles. Me reí a carcajadas.
-Estás realmente loco. Esto está diseñado, y el precio puesto, para las mujeres que
hacen las cosas como ir, no sé, a sinfonías o algo.- Él me lanzó una mirada.
-¿Qué hay de malo con las sinfonías?-
-Nada. Excepto que yo no voy. Quiero decir, ¿me imaginas con eso en el 4-H? Apuesto
a que cuesta una pasta. Pruébate el vestido.- Me alejé.
-De ninguna manera. Estoy cien por cien segura de que, no les gustan los adolescentes
aquí- Lucius se mofó.
-A ellos les gusta cualquiera que tenga dinero.-
-Entonces yo no les gustaré. No tengo suficiente dinero ni siquiera para mirar.-
-Yo sí.-
-Lucius…- Pero tenía que admitirlo, estaba bastante intrigada. Era un vestido precioso.
Yo nunca me había probado nada como eso. Era tan… sofisticado. De color crema, con
flores diminutas negras bordadas y estampadas aquí y allí a lo largo de todo el
vestido, no realmente en cualquier clase de tela, pero eso sólo lo hizo más bonito de
algún modo. Esto me recordó la teoría del caos: “arbitrario pero hermoso en su
simplicidad”. El escote era más atrevido que cualquier otra cosa que yo me había
puesto en mi vida. Podías ver como los picos del plástico del maniquí se realzaban y
echan una ojeada hacia fuera por encima de la tela. Tela cara. Tiré del brazo de Lucius.
-Venga. Vámonos.- Lucius me atrajo hacia él, y por supuesto él era más fuerte.
-Solo mira. Todas las mujeres necesitan cosas bonitas.-
-Yo no necesito eso-
-Por supuesto que sí. Tú puedes ponértelo para, como se dice, el 'carnaval' al que
asistes como el Nene Musculitos. Es un vestido perfecto para eventos como ese.-
-Él no es un 'musculitos'.-
-Pruébate el vestido.-
-Tengo un montón de ropa.- Insistí.
-Sí. Y tú deberías tirarla toda. Especialmente esa camiseta con el caballo blanco, el
corazón y la letra I en la parte delantera. ¿Cuál es el propósito?-
-Mostrar que amo a los Arábigos (una raza de caballos)- Dije.
-A mí me encanta la carne poco hecha, pero no voy publicando la imagen de carne de
vaca cruda sobre mi pecho.-
-Y ya he escogido un traje.- Lucius frunció el ceño.
-¿Algo brillante del 'centro comercial', supongo?- Me sonrojé. Odiaba cuando Lucius
tenía razón. -Créeme - Dijo. -Si te pones ese vestido, no lo lamentarás. Está hecho para
ti.- Entrecerré mis ojos. ¿Cómo es que sabes sobre vestir chicas?-
-Yo no sé sobre vestir chicas. Sé sobre vestir mujeres.- Lucius sonrió con malicia.
-Ahora vayamos dentro. Permíteme.
Lucius me indicó el camino a la tienda, y tuve que seguirle. Como yo había predicho, la
señora de las ventas nos miró menos que emocionada al ver a dos estudiantes de
instituto en su salón de muestras. Pero Lucius no se percató.
-Aquel vestido del escaparate, con el bordado- Él me señaló. -Le gustaría probarse
ese.-Cruzándose de brazos e inclinándose hacia atrás ligeramente, él mentalmente
midió mi cuerpo, de pies a cabeza. -¿Talla ocho?-
-Diez.- Murmuré.
-La diez es la que hay en el maniquí- Repuso la vendedora. Ella colocó sus huesudas
manos, con las uñas pintadas de rojo, en sus caderas. -Es bastante problemático
sacarlo de ahí. Si no estáis seriamente interesados en él…- Uh-oh. No había mucho que
yo entendiese sobre Lucius Vladescu, pero yo sabía que el tono de la vendedora no le
sentaría bien. Lucius arqueó una ceja.
-¿No sueno interesado?- Él se inclinó hacia delante, leyendo el nombre de vendedora
en su tarjeta. -¿Leigh Ann?-
-Vámonos, Lucius…- Me dirigí hacia la puerta.
-Llevamos un poco de prisa, así que si pudiese cogérnoslo ahora, por favor- Dijo Lucius
sin moverse del sitio. De repente fue muy fácil imaginarle dándoles órdenes a sus
sirvientes en su castillo.
La dependienta estrechó sus ojos, evaluando a Lucius. Al parecer ella al menos olió el
dinero de su colonia, oyó en su acento, o lo vio andar erguido.
-Bien- Ella resopló. -Si usted insiste.- Ella avanzó lentamente hacia el escaparate y
volvió fuera, unos minutos más tarde con el vestido.
-Aquí- Dijo ella, poniéndolo sobre mis brazos. -Los probadores están al otro lado-
-Gracias.- Dijo Lucius. Lo que sea.- Leigh Ann volvió detrás del mostrador, procediendo a ignorarnos. Lucius
me siguió hasta los probadores. Le detuve en la entrada parándole con una mano en el
pecho.
-Tú esperas aquí.-
-Aunque sea déjame ver.- En la intimidad del probador, empecé a quitarme mis
Chucks, meneándome para salir de mis vaqueros y mi camiseta, y deslizarme el
vestido, deseando llevar un sujetador más bonito. Un sujetador que hiciese justicia a
este vestido.
Aunque parecía delicado, la tela era más divina y suave que cualquier prenda que yo
nunca había poseído. Rápidamente cerré la cremallera por encima de la espalda, el
vestido se deslizó con suavidad a mí alrededor, y de repente todos los sitios que más
odiaba de mi cuerpo se transformaron en mi mejor arma. Mis pechos llenaron el
corpiño aún mejor que los pequeños y angulosos del maniquí. Mirándome en el
espejo, recordé lo que Lucius había dicho sobre las muchachas angulosas y las
ventajas de tener curvas. En aquel vestido, entendí lo que él quiso decir. El dobladillo
se arremolinó alrededor de mis rodillas, giré un poco, mirando fijamente mi frente. Mi
espalda. La tela barrida cerca de mis caderas enteras y cubierto perfectamente a
través de mi extremo. Lucius había tenido razón. Miré bien. Se pareció a un vestido
mágico.
-¿Y bien?- Llamó Lucius desde fuera del probador. -¿Cómo te queda?-
-Es muy bonito- Admití, dije poco comparado con cómo me sentía. Que era preciosa.
-Sal fuera entonces.-
-Oh. No sé…- Estaba bastante avergonzada de enseñárselo a él. Bajé la mirada hacia
mi pecho. Piel normalmente cubierta por camisetas. Mis pechos, realzados pechos,
que por lo general intentaba desenfatizar, eran visibles para todo el mundo. Para
Lucius. No era obsceno, en ningún estándar. Pero esto me revelaba.
-Jessica, lo prometiste.-
-Oh… está bien- Traté de subirme un poco más el corpiño, pero fue imposible. Mis
curvas se negaban a esconderse. -No te rías ni nada. Ni tampoco mires fijamente.-
-No me reiré- Prometió Lucius. -No hay razón para reírse. Pero si debería mirar con
atención- Respiré profundamente, y corrí la cortina. Lucius holgazaneaba en la silla
dispuesta para maridos aburridos, con sus piernas largas estiradas delante de él. Pero cuando él me vio, salió disparado hacia mí. Como si yo lo hubiese sacudido. Y juré que
vi apreciación en sus negros ojos.
-¿Bueno? -Resistí el ánimo de cruzar mis brazos sobre el pecho así que me giré para
mirarme en el espejo. -¿Qué piensas?-
-Te ves maravillosa.- Aportó Lucius, acercándose más a mí, sin apartar los ojos.
-¿De verdad?-
-Hermosa, Antanasia- Murmuró. -Hermosa- Antes de que yo pudiera recordarle que no
me llamase por aquel nombre, Lucius dio un paso aún más cerca de mí, resbalado su
mano bajo mi pelo largo y rebelde, y tiró de la coleta dejando caer numerosos
mechones sobre mis hombros. -Las mujeres siempre necesitan ayuda con los últimos
toques.-Tragué con fuerza. ¿Cómo de experimentado era él?
-Urn, gracias.-
-Un placer.- Entonces, para mi sorpresa, Lucius enredó sus dedos en mis rizos y
juntándolos en un moño grande, flojo sobre la cima de mi cabeza. De pronto, mi cuello
parecía muy largo. -Ahora, así es como una princesa rumana debería parecer- Dijo él,
inclinándose para susurrar en mi oído. -Nunca digas otra vez que no eres valiosa,
Antanasia. O hermosa. O, por Dios, 'gorda'. Cuando tengas el ánimo de hacerte una
autocrítica tan ridícula o inapropiada, recuerda este momento.- Nadie en toda mi vida
me había hecho un cumplido como ese. Durante un minuto, permanecimos de pie
admirándome. Mis ojos encontraron los de Lucius en el espejo. En esa milésima de
segundo pude ver, nuestro retrato… juntos.
Entonces él liberó mi pelo. Este cayó sobre mi espalda, y el encanto se rompió. Eché
un vistazo abajo a la etiqueta del precio.
-¡Oh, Dios mío! Tengo que quitarme esto. Ahora mismo. Antes de que yo sude sobre el
o algo.- Lucius puso sus ojos en blanco.
-Si te refieres a sudar en referencia a ti misma, y estoy totalmente opuesto a eso, usa la
palabra transpirar.-
-Estoy hablando en serio, Lucius. Estoy empezando a transpirar sobre el precio.-
Lucius se inclinó a leer el número sobre la etiqueta y se encogió de hombros.Me apresuré a regresar al probador, metiéndome de un tirón en mis vaqueros. El
efecto de princesa definitivamente se había ido. De mala gana, di el vestido a la
vendedora, que esperaba, sosteniendo un abrigo de cachemira, negro muy hermoso.
-Embalaré estos para usted- Busqué a Lucius con la mirada y lo encontré de pie frente
al mostrador, tapando una tarjeta de crédito contra el cristal.
-Es demasiado- Susurré aproximándome.
-Considéralo, un gracias por la guía de compras de hoy. Mi regalo para tu gala.-
Busqué ironía o sarcasmo en sus ojos, no vi ninguno. ¿Qué significa esto? ¿Que Lucius
Vladescu daba por terminado su noviazgo conmigo? Lo dudaba. ¿Quizás?
-Gracias- Dije con inseguridad. Leigh Ann, con cuidado, embaló el vestido y el abrigo
en dos cajas y me las dio.
-Disfrútelo- Ella se había calmado bastante después de que la tarjeta de crédito había
sido aceptada.
-Que tenga un buen día, Leigh Ann.- Lucius puso una mano en mi espalda para
guiarme fuera de la tienda.
-Realmente no sé qué decir- Tartamudeé cuando estábamos fuera. -Esto es un regalo
demasiado grande. Solo el vestido cuesta una fortuna, y el abrigo es de cachemira.-
No habrá duda de que será una noche fresca, y no puedes llevar una chaqueta vaquera
con ese vestido.
-Bueno, gracias.-
-Te lo dije. Todas las mujeres merecen cosas bonitas- Dijo Lucius. -Solo espero que el
Nene Musculitos lo aprecie.- Hizo una pausa, examinando el resto de escaparates. -
¿No podríamos ir a por un “Julius de fresa” (su zumito 'mágico') ahora?

Guía de Jessica para ligar con vampiros Donde viven las historias. Descúbrelo ahora