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Ya no aguantaba más, un mes se cumplió hace tres días. Cuatro semanas y jamás volvió a ver a Jungkook, en cambio a Hoseok lo estuvo frecuentando cada tres o cuatro días, salían a diferentes lugares dependiendo el clima, otras veces pasaban toda la tarde viendo películas en casa del otro, se divertían demasiado y aunque llegaron al acuerdo de que no eran muy fanáticos de la adrenalina sabían cómo pasar un buen rato al lado del otro, incluso se habían dado ya uno que otro beso en la mejilla, el mayor no quería sobrepasarse, hacer que Taehyung se sintiera incómodo y aún así había decidido posar sus labios en las mejillas del más pequeño, deleitándose con aquella suavidad.

Pero Taehyung no podía olvidar al panadero como lo predijo Jimin, cada vez que estaba con su hyung no podía evitar pensar en Jungkook, añorarlo en el lugar de Hoseok, que esos besos en su frente, mejilla u ocasionalmente cerca de la comisura de sus labios fueran del panadero y en verdad se sentía muy mal consigo mismo, solo utilizando al castaño para olvidar a un hombre con el que ni siquiera habló.

Y entonces ese día después del colegio lo decidió, sí, tal vez el que Jimin haya sido buen amigo en llevarle panes fuera un pequeño recordatorio de aquel lugar, ¡pero se le estaba haciendo borrosa la imagen de Jungkook amasando la masa! Y eso sí que no se lo podía permitir, ¿cómo tendría esos sueños húmedos si ya no recordaba a su amor?

Sin más, después de prestarse para modificar un vestuario que los del club de teatro usarían en una de sus próximas obras, salió directo a la panadería, algunas miradas se posaron en él, ya sabía que su atuendo no era del todo común e incluso una de sus compañeras de curso antes de irse le dijo que parecía sacado de uno de esos doramas color rosa.

Pues llevaba una boina roja, con una camisa blanca hasta los muslos, un short color azul un poco arriba de las rodillas, resaltando sus rellenitos muslos, y unas converse rojas haciendo juego de color con la boina un poco más oscura. Bueno, no había tenido tiempo de cambiarse y toda su ropa la llevaba en la mochila que dejó en su casillero así que solo era él y una valija chiquita donde traía algunos de sus útiles y su billetera.

Cuando se encontró frente a la panadería, se detuvo en aquel gran ventanal buscando al panadero y a la rubia, pero no había nadie.

Su estómago gruño de hambre.

—Solo iré por una galletita y me iré tan rápido como un rayo.— se dijo a si mismo sobando su pancita.

Pensándolo solo una vez, se adentró al lugar, buscó rápidamente con la mirada el paquete de galletas que Jimin había estado llevándole todos los jueves en la noche, las tomó cuál ratero cuando las encontró y cabizbajo sin mirar a ningún otro lado se dirigió a pagar. Está vez no había tenido suerte como él esperaba, tal vez no pueda darse otra escapada nuevamente, su mejor amigo suele acompañarlo casi todos los días a casa y cuando no, está en este lugar o con Yoongi.

Se encogió de hombros y depósito las galletas con un puchero, tenía demasiado calor y su rostro se había colorado un poco luciendo sus adorables mejillas de un tono carmesí.

Su único error ese día fue haber confiado en la responsabilidad de la rubia en ir al trabajo y también olvidar como hablar.

—¿Esto es todo?— ¿Desde cuando la voz de la cajera es tan grave? Se preguntó frunciendo el entrecejo, haciéndolo ver más adorable de lo que ya se veía.

—Uhm, sí por favor.— dijo amablemente levantando la mirada mientras sacaba de su valija la billetera de Rilakuma que tenía.

¿Cómo se respiraba?

Ayuda.

Su corazón se detuvo, el tiempo se detuvo, todo paro en el mismo instante en que esos ojos oscuros le devolvían la mirada. Ni siquiera se dio cuenta cuando Jungkook le llamó.

—¿Estás bien?— movió su mano frente a él llamándolo.

Saliendo de Taehyung-landia, miró finalmente al hombre frente a él.

Jungkook le estaba sonriendo.

Su sonrojo era demasiado evidente y solo deseaba que su contrario pensara que era debido al calor del lugar.

—N-no.— respondió sin saber a qué respondía. —A-ah, digo sí.— río nerviosamente desviando su vista, jamás volvería a tener una oportunidad de tener al panadero así de cerca así que mejor se armaba de valor y lo veía a los ojos o se arrepentiría el resto de su vida.

—Hace mucho que no te veía por aquí, eras nuestro mejor cliente.— dijo el castaño oscuro mostrándole sus dientes de conejo. Oh Jesús de Nazareth, ¡le estaba sonriendo! Era la primera vez que lo veía sonriendo y era a él, ¡le sonreía a él!

—S-sí, yo...y-yo...— ¿por qué ahora? Quería llorar, el nudo se hizo en su garganta, pero no lo permitiría, no con su amor frente a él.

—Tu amigo dijo que has estado muy ocupado como para venir.— lo estaba salvando el mismo que le ponía en ese estado, tan amable el panadero.

—Yo... N-no, no ten-

Tonto, seguramente Jimin se lo debió haber encontrado en una de sus visitas y mencionó cosas falsas.

—Ah, sí, bastante ocupado diría yo.

—Adorable.— susurró Jungkook sonriéndole aún, posando sus manos en el pequeño mostrador. Y Taehyung se permitió observarlo detenidamente, sus brazos eran fuertes y las venas se le marcaban con cada movimiento y ni hablar de aquellas manos, tan fuertes y esos dedos...

Ahora no mente, pensó Tae.

—Espero verte aquí mañana.— dijo entregándole el cambio sin pasar desapercibido el mirar su bolsita que hacía de billetera, con un lindo osito como decoración.

—Hasta mañana.— se despidió Taehyung mostrándole su hermosa sonrisa cuadrada y salió de la vista del castaño oscuro lo más rápido que pudo para poder gritar como colegiala enamorada, y dio brincos de emoción hasta a su hogar.

¿Acaso era una cita?

Gingerbread Man //KookV//  |EN EDICIÓN|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora