VIII. Eclipse

1K 101 11
                                    

—Y pues hoy decidí no ir a clases para... cuidarte, porque mis papás tenían que trabajar, y mi hermana tiene ocho años.— dijo por último, finalizando su relato.

Me tomé un par de segundos para que mi adolorido cerebro procesara todo lo que me había dicho. No me salía palabra de la boca, y sólo podía mirar sus oscuras pupilas con los labios entreabiertos. Nunca nadie había hecho tanto por mí. Era abrumador el halago que sentía. Puse toda mi maquinaria mental a descifrar qué responder. Un simple gracias resultaba en un insulto para alguien que prácticamente me había salvado la vida. Mis labios se curvaron en una sonrisa inconsciente.

Tartamudeé antes de intentar hablar.

—Yo... yo no sabría cómo agradecerte... dime cuánto tiempo quieres que haga tu tarea, por favor Es más, si quieres yo me encargo de que te gradúes...— comencé a decir bromista, en un vago intento de mostrar lo que sentía.

Ella soltó una risita dulce y tierna. —No digas tonterías. Lo importante es que estás bien. Yo... yo sé que cualquiera hubiera hecho lo mismo.

Bajó la mirada. Mantuve mis ojos un momento en su rostro y dije con una sonrisa ligera —No, creo que no cualquiera hubiera hecho lo mismo.

Me devolvió la mirada y su sonrisa se amplió.

—No me queda de otra más que decirte sólo gracias. Lástima que no existe otra palabra más acorde...— volví a hablar, esta vez sin el tono juguetón pero sin quitar mi sonrisa.

Tras un momento de silencio, dijo —¿Necesitas algo? ¿Tienes hambre?

Negué con la cabeza de manera casi imperceptible. En realidad sí, el estómago me hacía huelga, pues tenía casi veinte horas sin probar bocado, pero no quería hacer que Andrea tuviera que subirme comida por mi limitada movilidad. Pasaron unos instantes en los que ninguno dijo nada. Después, traté de concentrar la poca fuerza que tenía en mi abdomen para hacer un segundo intento de sentarme. Ella quiso detenerme, pero persistí, aunque cuando estuve completamente erguido, el profundo dolor que reinaba sobre mis músculos me arrancó una mueca bastante expresiva. Pero cuando volví la mirada hacia Andrea, noté que había volteado la cabeza en dirección contraria a mí. Estaba por preguntarme porqué había hecho eso, cuando sentí un ligero frío en el pecho. Miré hacia mi cuerpo, y de inmediato busqué la colcha para cubrirme, pues me di cuenta de que no traía playera.

Sentí mi cara calentarse de vergüenza. Antes de que pudiera pensar en lo que fuera, me interrumpió diciendo con un notable tono incómodo:

—Sí, perdón, no... no te dije que tu ropa estaba empapada y sucia y por eso mi papá te la quitó... espera eso sonó mal... ¡ah! lo que quiero decir es que estabas muy lastimado del pecho y mi papá dijo que era mejor que no te intentáramos poner más ropa, porque podrías lastimarte... pero te traeré algo, ¿va?

Salió rápidamente de la habitación, a lo que yo aproveché para pasar mis manos cuidadosamente por mis muslos. Sentí una tela lisa que me cubría hasta las rodillas. Parecía que también estaba descalzo. Pocos segundos después entró con una playera blanca doblada, se acercó a mí y me hizo un ademán de entregármela. Alcé mis brazos unos centímetros con la intención de tomarla, pero el repentino dolor me detuvo. Conecté mi mirada con la suya, y de pronto supimos lo que habría que hacer para lograr que me pusiera la prenda. Abrí la boca para decir algo pero me arrepentí al no tener palabras en mente.

—Ay, cierto. Lo olvidé por un momento.— rompió el silencio con un poco de oprobio. —Te ayudo... si no te incomoda...

Asentí con la cabeza frenéticamente. No fui tan consciente de ello en su momento, pero el que tuviera que haber contacto físico me ponía nervioso.

Una Estrella MásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora