XXIV. Quasar

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El cielo aún estaba oscuro. Una delgada capa de nubes evitaba que estuviera completamente despejado, por lo que el brillo de la luna y de las estrellas más grandes se veía difuso. Eran las seis y veinte de la mañana, mis amigos y yo estábamos sentados en las heladas sillas metálicas coloridas del jardín detrás de un edificio de aulas. El frío de inicios de febrero calaba en los huesos. Pero a ninguno le interesaba, pues todos escuchábamos a José Luis con atención.

—Y con el tiempo la fui conociendo, y sin querer, me ha molado. Sólo me di cuenta hasta que Zac me lo preguntó una vez. Ahí fue donde lo acepté.— terminó de relatar. Nos intercambiamos miradas, tratando de decirnos algo, que nadie entendía realmente. —Pero no sé si ella siente lo mismo por mí.

José Luis nos había contado todo sobre Andrea, desde cómo la conoció, hasta lo que sentía y lo que le gustaba de ella. Todo. No esperaba que estuviera tan enamorado.

Me mantuve pensativo unos segundos, preguntándome si Andrea aún sentiría algo por mí, mientras el resto de los presentes hacían preguntas y comentarios a José Luis. Mis pensamientos me absorbieron tanto, que apenas noté cuando Bruno se dirigió a mí.

—¿Tony?

Parpadeé un par de veces para devolverme a la realidad. —¿Eh?

—Que tú que opinas acerca de si crees que a Andrea también le guste Jose.

Balbuceé, intentando hablar de manera coherente. Me había perdido todo el contexto de la conversación. ¿Por qué de repente me preocupaba tanto lo que sintiera Andrea por mí o por José Luis? Lo miré e hice un gesto negativo con la cabeza distraídamente. Quería indicar que no tenía una respuesta, pero di a entender que creía que ella no sentía lo mismo.

—¿No? ¿Por qué? ¿Le gusta alguien más?— el español lanzó preguntas frenéticas, alterado.

Caí en cuenta de que nadie allí –ni en ningún otro lado– sabía sobre el beso voluntario que había tenido con Andrea, ni sobre los sentimientos que tuve por ella. Suspiré, lo que hizo que mi más reciente amigo se viera notablemente asustado.

—No, no... quiero decir, no lo sé. Dejé de hablar con ella hace bastante.— inicié. Parecía que Andrea tampoco había hablado sobre mí en los meses que estuvo fuera. Lo pensé un momento más. Ahora estaba con Scarlett, era tiempo de que el asunto de Andrea quedara en el pasado. Evalué aquel instante como el indicado para hablar sobre lo que había pasado, pues no me parecía justo que mi amigo no estuviera enterado, si pretendía iniciar –o al menos intentar iniciar– una relación con Andrea.

—¿Todo bien?— preguntó Alex, al notar mi actitud poco presente.

Asentí con la cabeza como respuesta a mi mejor amigo, y posteriormente me dirigí al español.

—Jose, hay algo que debes saber. Antes de que se fuera a Barcelona, yo... tuve algo con ella. No fuimos novios ni nada, pero... bueno, yo le gustaba...— el resto de mis amigos me miraban inexpresivos, pues sabían todo hasta ese punto. Eso cambió cuando terminé de hablar. —...y ella a mí también. Nos... nos llegamos a besar un par de veces, pero... pasaron cosas, y terminamos mal. Ahí es cuando ella se fue a España y dejamos de tener contacto.

Noté el cambio de expresión en los rasgos de José Luis. Me miraba con dureza, con lo que deduje que eso último no le agradó. Le tomó unos segundos decir cualquier cosa. Me sentí culpable. El día anterior los había visto tan contentos, no quería entrometerme en ello.

Mientras esperaba su respuesta, miré a los demás, que parecían molestos también. Supuse que por haberles ocultado ese detalle tan importante. De pronto me dieron náuseas, y me sentí inhóspito en el grupo, como si acabara de revelar que había asesinado a alguien. José Luis se recargó en la silla y se llevó el pulgar al labio inferior, sin quitar la vista de mí, pensativo. Luego de unos segundos, preguntó:

Una Estrella MásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora