XVIII. Estrella de Neutrones

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Scarlett había llegado al continente apenas tres días antes de entrar a clases, por lo que no había tenido tiempo de nada más que de acomodarse y descansar. No obstante, se sentía feliz. Estudiar en un país latinoamericano le parecía algo exótico y emocionante. Además, México había sido su elección pues era la oferta más lejana de su país natal. Era su deseo alejarse lo más posible del ambiente en el que había crecido.

La alarma sonó a las cinco y media de la mañana y ella se levantó temerosa. Era su primer día oficial en aquel país que le era completamente desconocido, cuyo idioma apenas hablaba y estaba sola. Pronto la familia con la que se quedaría la recibiría. Mientras, su madre le había pagado la primera semana en un hotel bastante decente. Realizó la rutina que acostumbraba en Londres: bañarse, vestirse y tomar un ligero desayuno. Después, tomó el transporte en el lugar adecuado con ayuda de su móvil y llegó a la escuela diez minutos antes de las siete.

Observó a los alumnos locales. Era totalmente diferente a lo que había visto desde siempre. Cuando se veían, se saludaban efusivos, gritaban sus nombres, se daban fuertes y largos abrazos, algunos se besaban en la mejilla y las parejas en los labios. Le pareció exagerado. A ella sólo le bastaría un simple "Hi." o un movimiento de cabeza. La mayoría eran morenos, de cabello y ojos oscuros, algunos bajos, otros altos. Había uno que otro de rasgos claros.

Tras dar varias vueltas, llegó al aula donde sería su primera clase. Entró y miró a sus compañeros. Nadie parecía prestarle mucha atención, a excepción de un puñado de rápidas miradas curiosas. El aula era extensa y había una enorme ventana que daba a una zona verde. Scarlett se sentó junto a dos chicas que platicaban emocionadas. Una de ellas la recibió calurosamente.

¡Hola! No eres de aquí, ¿verdad? ¿Eres nueva? ¿De dónde vienes? dijo la de cabello ondulado. Ah, por cierto, me llamo Juliana, ella es mi amiga Lizet. Mucho gusto.

Nerviosa, olvidó el idioma y contestó en inglés.

Yes, I'm from... se interrumpió al percatarse de ello. Soy de Inglaterra. Londres, para ser específica. Me llamo Scarlett. Mucho gusto.

Juliana puso cara de asombro. ¡Londres! ¡Qué padre! Algún día yo quiero ir ahí.

Scarlett sonrió ante la alegría de las chicas, y se dijo que si la gente era así, disfrutaría mucho su intercambio, además de que lo deseaba desde hacía mucho tiempo. Una vida normal y corriente le parecía un sueño.

Cuando el profesor les dio tiempo de conversar para conocerse, les contó sobre su antigua escuela, cómo había llegado y lo nerviosa que estaba. Ellas le hablaron sobre el país, lo que se acostumbraba hacer y sus vidas diarias. Scarlett se sintió bien de haber sido recibida así. Luego le preguntaron si tenía novio. Scarlett contestó negando la pregunta. Su estilo de vida previo no le permitía relacionarse demasiado con otros.

Juliana comentó que siempre había querido ennoviarse con un inglés, porque creía que eran guapos. Lizet respondió que no era necesario ir tan lejos, que esa mañana había visto a un chico que le había parecido muy guapo. Juliana y Scarlett mostraron interés inmediato y estuvieron de acuerdo en que les mostrara quién era.

Las clases pasaron y las tres chicas parecían congeniar muy bien. En su hora libre, Lizet ubicó al chico del que hablaba en la mañana y les avisó a sus nuevas amigas. Scarlett entendió el porqué de la emoción de Lizet. Era realmente guapo.

Juliana, quien era más atrevida, propuso que le hablaran para saber cómo se llamaba, pero ninguna se animó de verdad a hacerlo. El chico se juntó con otro que era muy alto y atlético, que Juliana sabía que se llamaba Alejandro, pues venían de la misma secundaria. Y de esa manera, supieron que el chico se llamaba Antonio.

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