XXXV. Espacio-Tiempo

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Uprising de Muse sonaba a un volumen considerable en los auriculares cuando alguien tocó mi hombro. Desperté del sueño en el que la música era el único sonido y me quité la capucha de la sudadera. El chofer del camión me miraba esperando mi reacción.

—¿Joven? Ya llegamos, por favor le pido que se baje del autobús.— dijo cordial pero algo forzado. Parecía que había pasado por esto muchas veces.

El camión estaba vacío y las deslumbrantes luces de este a su máxima potencia me quemaron la retina por un segundo. Realmente había caído en un sueño profundo. Le pedí disculpas y bajé del autobús, sin sentir nada por sólo un minuto, pues al cruzar la entrada de la escuela, volvieron las náuseas que había sentido todo el día anterior. Había perdido un tiempo de sueño por desear que por alguna razón cancelaran clases al día siguiente, o que pasara cualquier cosa para no ver a Scarlett. Caminaba mareado, malhumorado y como si no hubiera dormido en un año. La voz fastidiosa dentro de mi mente no se había callado ni un segundo, especialmente ahora. Traté de concentrarme en la voz de Matt Bellamy –vocalista de Muse– cantando ahora Knights of Cydonia, pero no funcionó. Nada lo había hecho.

Y como si el universo me hiciera una mala pasada, sucedió la primera desgracia del día. Bajaba los escalones que me llevaban al primer piso para ir a la cafetería por un chocolate caliente, cuando los vi. Hablando, libres al fin, sentados en el escalón más bajo. El cabello anaranjado de Scarlett estaba muy cerca del hombro de Zacarías. Lo sentí como una patada a mi estómago. Cerré mis ojos con fuerza, me puse de nuevo la capucha, subí el volumen a la música y caminé rápido, con la esperanza de que al menos no me reconocieran. Pero eso era imposible, pues mi mochila me delataba. Nadie más tenía una mochila desgastada con estampado militar y muchos colgantes metálicos viejos que hacían ese sonido inconfundible ante el más mínimo movimiento. No miré su cara, ni siquiera de reojo, pero estoy seguro de que ambos me vieron, quién sabe cómo y por cuánto tiempo. Bellamy siguió cantando, pero ni a máximo volumen lograría callar mi mente.

***

A la cuarta hora de clase, que yo ya sentía como la décima, una secretaria del consejo disciplinario se asomó en la puerta, interrumpiendo al profesor de Lengua. La estaba esperando y sabía muy bien para qué. Como siguiendo un guión prescrito, le pidió al profesor si me dejaba salir, pues tenía un asunto que arreglar. Sin darle más importancia, asintió y yo salí con la vista del grupo entero encima. "¿Tony? ¿Golpeó a alguien?" oí un leve murmullo por ahí.

Seguí a la mujer con su estresante repiqueteo de los tacones, un tic-tac de una cuenta regresiva hacia las peores consecuencias. Entramos a las intimidantes oficinas de dirección y la secretaria me indicó que esperara en la salita. Ya había estado ahí antes, pero no en estas circunstancias. Fue aquella vez cuando di mi versión de lo que había pasado con Marco. Pensé en él un breve instante. Me pregunté qué habría sido de su vida después de su expulsión. Solté un bufido irónico al imaginar lo que pensaría si se enterara de lo que había hecho.

Aquella vez me sentí seguro y tranquilo. Ahora, que parecía que habían transcurrido mil años, estaba temblando de angustia. ¿Y si yo terminaba igual que Marco? Aunque viendo el lado positivo, si me expulsaban ya no tendría que ver a Scarlett ni a Zacarías.

—¿Järvinen Márquez?— oí mis raros apellidos como el inicio de un veredicto. El director del consejo disciplinario, un hombre alto, gordo y de traje me llamaba desde una oficina casi al fondo del pasillo. Me levanté temeroso y sin hacer contacto visual con nadie, pese a que todos allí parecían estar inmersos en sus asuntos.

Me hizo entrar a una oficina bastante amplia, de paredes amarillo opaco, piso alfombrado y el aire tenso como liga a punto de romperse. Reconocimientos, diplomas, fotos y objetos de premio para la institución colgaban de las paredes. Había un enorme librero de madera oscura con algunas tesis de alumnos universitarios ya egresados en el centro de la pared detrás del escritorio, también de madera, ordenadas minuciosamente.

Una Estrella MásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora