XXXIII. Supernova

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—¿Listo?— dijo Bruno tomando a José Luis de los hombros

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—¿Listo?— dijo Bruno tomando a José Luis de los hombros. Bastaba con mirar sus manos para saber que estaba temblando de nervios. Resultaba extraño verlo así, pues él era muy seguro de sí mismo.

—¡Rápido! ¡Ya están ahí!— exclamó con susurros Jorge.

Violeta había traído a Andrea a un punto justo por debajo de donde nosotros estábamos. A mí ya se me cansaban los brazos de sostener el pesado bote lleno de papelitos y pétalos de rosas al borde del barandal, listo para derramar su contenido encima de Andrea. Esperaba la señal.

José Luis y Bruno volaron al primer piso un momento antes de que, tal como habíamos planeado, Scarlett llegara corriendo hacia Violeta y se la llevara con cualquier excusa, dejando a Andrea sola. Esa fue mi señal. Dejé caer los cinco kilos de papelitos de colores y pétalos de rosas, sin fijarme en si habían caído encima de ella. Solté el bote junto a mí y estiré mi brazo un segundo, para luego correr abajo a ver cómo había salido todo. Alex y Jorge me siguieron.

Una vez allí, nos asomamos para ver la escena. José Luis removió los papelitos que habíamos estado recortando durante toda la tarde anterior, en busca de la rosa que venía dentro del bote y tomó la mano de Andrea, diciéndole algo que no escuchábamos, pero que sí sabíamos.

—Por Dios, me da vergüenza lo cursis que somos.— comentó Jorge en voz baja cuando nuestro amigo le ofreció la rosa a Andrea.

—Ah, no, no, fue tu idea, tú eres el cursi.— dije. Mi amigo me dio un golpe juguetón en el hombro.

Las amigas de Andrea saltaban y gritaban tan emocionadas como si estuvieran en el concierto de su artista favorito. Me pregunté si aquellas chicas realmente se alegraban por Andrea o sencillamente porque ello les daba de qué hablar. No importaba. Alguna vez José Luis me había dicho que en el tiempo en el que la chica estuvo en España, le habló sobre Vanessa y su grupo de allegadas. Andrea se había hecho consciente del daño que le habían causado, e intentaba alejarse de ellas.

Sonreí ante ese recuerdo, que sumado a la escena que presenciaba, me hicieron sentir una genuina felicidad por mis amigos. Andrea asintió tímida con la cabeza y luego ambos se abrazaron durante un largo rato. José Luis nos volteó a ver con la cara tan sonrojada que podíamos notarlo incluso desde la veintena de metros a la que nos encontrábamos.

Durante la planeación de aquel evento, creí que me sentiría extraño al ver cómo mi amigo le preguntaba a Andrea si quería iniciar una relación con él. Creí que sería un poco incómodo o difícil de asimilar. Pero no. Todo lo contrario, sentía una mezcla de orgullo y entusiasmo.

Por supuesto, no faltaron los espectadores que pasaban por allí y se detenían a ver lo que estaba sucediendo. Rápidamente se juntaron varias decenas de personas. Mis amigos se unieron al público, que bloqueaba cualquier vista que pudiera tener de los que ahora eran pareja. Me volví hacia Scarlett, quien se encontraba en las escaleras sola, apartada, mirando con tristeza a la gente.

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