LX. Ocaso

464 45 12
                                    

—¡¿Qué?!— exclamé, alterado. —¿Por qué? No hay manera en la que...

—Tony.— Wendy llamó mi atención. —Jas tiene razón en esto. Es mejor que lo hagamos discretamente. Si avisamos a los investigadores, ellos irán directamente, entrarán por la puerta principal, y encenderán muchas alarmas. Si... si tus papás están bien en ese momento... es casi seguro que los tomarán de rehenes. Es mejor si vamos nosotros.

Aunque su voz era firme sin ser agresiva, no estuve dispuesto a siquiera considerarlo.

—Discúlpame, Wen, pero ¿entiendes lo que están diciendo? No somos profesionales, es más seguro que nos terminen descubriendo y nos maten, o mínimo que nos hagan algo. Y entonces todas las esperanzas están perdidas. Además, ¿por qué ustedes querrían tomar ese riesgo de todos modos? Soy yo el que debería hacerlo en todo caso. Son mis papás.

—Estás loco si crees que vamos a dejarte hacerlo solo.— respondió.

—Sabes, Tony, si te soy sincera, es mi deber ayudarte con esto.— intervino Jasmine. —Wendy me dijo que te contó todo. Entonces sabes que mi mejor amiga era exactamente como tu mamá. Y tu mamá llegó aún más lejos que ella. No puedo permitir que vuelva a pasar. Siento... como si se lo debiera... Mira, va a salir bien. Conozco mejor a la organización de lo que parece, recuérdalo.

—¿Cómo vamos a llegar para empezar? ¿Y qué vamos a hacer si no están? ¿Y si sí? No podemos sólo llegar y exigir que los liberen. ¿Y si ya no están vivos?— mi corazón y mi respiración se alteraron también. No creía ser capaz de enfrentarme a esa última situación.

—Tony, calma, calma.— reaccionó Jasmine. —Sé que es un riesgo demasiado grande, pero es lo mejor que tenemos. Piénsalo así: estás ayudando a encontrarlos, y puede que lo logres antes que nadie. De algo a nada, creo que es mejor algo, ¿no?

Sentía como si estuviera a punto de lanzarme de un helicóptero sin paracaídas. Un plan incompleto con muy poca posibilidad de funcionar. El fracaso se sentía tan presente, la muerte, el peligro. Me daban náuseas de los nervios y del miedo. La cabeza me torturaba con millones de razones por las que podíamos fracasar y morir. Mis oídos zumbaban, mi cuerpo estaba frío y lo único que quería hacer era tirarme al piso y llorar. O tomar lo que fuera y destazarlo, furioso. Yo jamás le había hecho un mal como este a nadie. ¿Por qué me pasaba esto, entonces?

Si tan sólo pudiera rebobinar unas semanas en el tiempo.

—He explorado bastante este lugar, y hay más cosas.— Jasmine rompió el enésimo silencio que se hizo. —En el clóset hay muchísima ropa que nos ayudaría muy bien a ocultarnos. Hay más puertas secretas, evidentemente. Debajo de la cama hay una pequeña. Se abre con la misma llave. Encontré unas armas ahí escondidas. Tal vez podrían servir. Y miren.

Se dirigió al clóset y abrió uno de los cajones como el que tenía el fondo falso. De ahí, sacó un montoncito de tela oscura. Pasamontañas.

Wendy se acercó a mí. Me rodeó con un brazo.

—No lo hagas. Tú no.— le dije. —No tienes razones para ponerte en riesgo. Si vamos a hacer esta locura, no quiero que te pase nada.

—¿Y crees que yo quiero que te pase algo a ti? Iré contigo, te guste o no. Te dije que te iba a ayudar. Yo no rompo promesas. Además, yo también te lo debo. Tú estuviste ahí para mí y me salvaste la vida. Sería una completa grosería no devolverte el favor.

—Esto es diferente, Wen. Es posible que ahora mis papás... ya no estén vivos... y si vienes, y te pasa algo, va a ser aún más difícil.

—¿Y si no nos pasa nada grave a ninguno de nosotros y tus papás están bien? ¿Has considerado esa posibilidad?

Una Estrella MásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora