XIV. Radiación

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No tenía sentido quedarme en el restaurante solo, así que regresé a mi casa después de pagar la cuenta. En el corto camino estuve absorto en la intriga. ¿Ese hombre estaba relacionado con Scarlett? ¿Por qué el cambio tan repentino de actitud? Eso no tenía buena pinta. ¿Quién era Scarlett realmente?

Dado que había regresado mucho más temprano de lo acordado, mis padres aún no llegaban, así que, aunque dudé unos momentos, me dirigí hacia su cuarto. Supuse que de todas formas tardarían en llegar. El escritorio de mi madre ahora estaba un poco más ordenado, pero no se había esforzado mucho para que quedara limpio. Los papeles estaban en una pila y la computadora portátil a un lado, cerrada y con el cargador conectado.

La tentación de verlos era bastante alta, pues después de todo lo que había pasado me había olvidado de aquel asunto. No obstante, ese día en especial, estaba cansado mentalmente y todavía tenía que estudiar para el parcial de ciencias. Por otro lado, no sabía si tendría otra oportunidad como esta. Tras unos instantes de pensarlo, tomé mi móvil y abrí la cámara. Consciente de que no le quedaba mucho espacio en la memoria, comencé a fotografiar todas las hojas sin siquiera echarles un vistazo. Cuando terminé, abrí la computadora, muy dispuesto a fotografiar lo que encontrara ahí, pero la pantalla me pidió la contraseña. Mis padres eran bastante predecibles con las contraseñas, así que confiado, tecleé una por una todas las posibles que pasaban por mi mente: mi nombre, mi cumpleaños, su cumpleaños, el de mi padre, su aniversario de matrimonio...

Pero ninguna me permitió el acceso. Veinte minutos después, mi imaginación ya no daba para más. No tenía ni la menor idea de qué podría haber puesto mi madre. Finalmente me rendí y me dije que con las hojas tal vez sería suficiente. Cerré la computadora y me encerré en mi cuarto a intentar estudiar para mi examen de ciencias como si no me hubieran pasado mil cosas que me hacían confundir las bases nitrogenadas del ADN con los números cuánticos.

***

Al día siguiente, el universo me regaló algo de tranquilidad en las horas antes de mi examen. Llegué al aula justo antes de mi primera clase, y las horas siguientes transcurrieron sin eventos destacables. Luego, tras acabar el examen de ciencias, que para mi alivio no tenía una dificultad alta, salí del salón y me senté en las escaleras más cercanas. Agradecí que estuvieran desiertas, pues quería aprovechar el tiempo que mis compañeros demoraban en terminar, para así sacar mi celular y ver las fotos que había tomado.

Algunas habían salido borrosas, pero se podía leer lo que decían. Otros dos casos le habían llegado, que no eran muy distintos de los anteriores: las víctimas eran criminales, y también tenían letras pintadas con aerosol, que esta vez era rojo oscuro. El primer cadáver tenía pintada una "I" y el segundo una "C". Leí las notas personales de mi madre en la fotografía que había tomado del dorso del papel.

Las letras siguen apareciendo al azar. Tal vez no sea tan relevante como parece. Los historiales de las víctimas son los mismos. Personalidad ambiciosa y arrogante, el clásico perfil de un mafioso poderoso. Lo único que tienen en común es la hora del crimen y las letras. Eso no dice nada.

Estuve un buen rato con un ligero sentimiento de impotencia y la mente en blanco, mirando la foto del informe de Carlos Juárez, una de las víctimas. Aquello que le había dicho a Scarlett era verdad: deseaba poder descubrir algo también. De pronto, me di cuenta de algo que en principio parecía muy revelador. La letra que tenía pintada su cadáver correspondía a la inicial de su primer nombre. El de la "I" se llamaba Iván. El de la "V" se llamaba Vicente. El matrimonio, Eugenia y Néstor, y el primer asesinato, Ernesto. Pero luego pareció insignificante. No se podía sacar ninguna conclusión de eso... ¿por qué les pintarían su propia inicial en su ropa? Todo lo que se me ocurría para responder eso era demasiado irreal, sin sentido, o contradictorio. Hasta que me llegó una idea que muy probablemente mi madre ya habría pensado: las letras podrían formar alguna palabra, pero teniendo seis las posibilidades eran demasiadas. Algún nombre, tal vez...

Una dulce voz femenina diciendo mi nombre sobresalió del ruido de fondo, distrayéndome de lo que estaba haciendo. Los ojos intensos de Scarlett que miraban directamente la pantalla de mi celular me sacaron un susto. Mis dedos actuaron solos y bloquearon el teléfono.

—¿Qué veías?— preguntó con tono juguetón sin dejar de mirar el celular. Al tenerla tan cerca, sólo podía balbucear.

—No... nada, eran cosas de la... escuela.— logré decir.

—Yo no vi nada relacionado con la escuela.— respondió y rió bajo. Aún en tono juguetón, dijo —¿Qué estás escondiendo?

Aprovechó que estaba paralizado para tomar mi pulgar y colocarlo en el lector de huella del teléfono, desbloqueándolo con éxito. Reaccioné al instante, pero para ese momento, sus pupilas se deslizaban rápidamente por los informes e hipótesis de mi madre. Estaba a punto de bloquear el celular de nuevo, pero la manera tan rápida en la que sus ojos se movían me detuvo de hacerlo por un segundo.

Aparté mi celular de su campo de visión, un poco molesto por su repentina invasión.

—¿Por qué estás viendo eso?— me miró a los ojos. No se veía intrigada, sino seria.

Medité un poco mi respuesta. No podía decirle nada.

—Son cosas privadas.— por primera vez mi voz salió completamente fluida.

—¿Pero por qué? ¿De dónde sacaste esas fotos?— insistió.

Me extrañé. Scarlett ahora sonaba preocupada. ¿Acaso ella conocía algo de esto? Porque su comportamiento definitivamente no era normal.

—¿Por qué tantas preguntas?— pregunté, dejando ver un poco mi molestia sin querer. Luego corregí mi tono. —Bueno, eh, quiero decir... es un asunto complicado.

Al notar mi reacción, pareció darse cuenta de que se estaba entrometiendo demasiado.

—Ay no, lo siento.— se alejó unos centímetros. —Lo que pasa es que no me puedo controlar cuando estoy contigo.

Solté una risilla nerviosa. Eso último hizo que mi molestia se disolviera. —Ah, no, no, tú discúlpame si me vi muy reservado.

Amplió su sonrisa y acercó su índice a mi cara. Hice bizcos para seguir su dedo, que dio un toquecito en mi nariz. —No pasa nada.

Hubo un breve silencio, en el que ella cruzó sus brazos y bajó la mirada. Después, con un tono culpable, dijo:

—Oye... lo siento mucho por lo de ayer, en serio que no quise irme así, sólo que... surgió algo y no tuve otra opción. Pero bueno, ahora sí tenemos tiempo. Me ibas a contar algo de tus papás, ¿verdad?— ahora sí tenía esa expresión comprensiva que esperaba ver el día anterior.

—¿Pasó algo?— decidí evadir su pregunta un momento. —Bueno, es que... me preocupé, porque te fuiste muy alarmada.

Sonrió y me miró a los ojos de nuevo. —No te preocupes, no fue nada grave. Creí que lo era, pero terminó siendo algo sin importancia.

Quise insistir y preguntar acerca del hombre, pero lo reflexioné un poco más. Nunca vi que se fuera con él, y podía ser algún familiar suyo o algo similar, por lo que lo dejé pasar. Se quedó en silencio, esperando que respondiera su pregunta.

—Era sólo que mi mamá ha estado muy metida en uno de sus casos.— dije, y la miré, sin planes de decir nada más, pero sus ojos me exigían más detalles. —Generalmente le llegan casos más ligeros, que le consumen el tiempo normal, las ocho o nueve horas de toda la vida. Pero esta vez le llegaron... homicidios.

Scarlett abrió los ojos al escuchar esa palabra. —Supongo que es normal que le lleve más tiempo... es un asunto más delicado.

Asentí con la cabeza. Le conté un poco acerca de casos anteriores que había tenido mi madre, sin ahondar más en el actual. Me escuchó con atención, después llegó Jorge y cortamos el tema. No volvimos a hablar de aquello en un largo tiempo.

Una Estrella MásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora