LXIV. Sagitario A

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Sentí como si la realidad me abofeteara con un siniestro "Te lo dije"

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Sentí como si la realidad me abofeteara con un siniestro "Te lo dije".

Presentía la relación, sospechaba de la conexión. Pero no me imaginé que Scarlett fuera la mismísima hija de aquel monstruo que destrozó el universo sabrá cuántas vidas, que asesinó a los padres de Wendy, y que convirtió a cientos de buenas personas en pequeños demonios que le ayudan a mantener su reinado de horror.

Ahora todo aquello de la infidelidad y el fin de nuestra relación sonaba más como una salvación que un castigo.

Scarlett continuó hablando, como si eso último no hubiera sido suficiente para digerir.

—Pero... justo ahora, ella y yo no estamos en los mejores términos...

Miré a Wendy. Estaba tan o incluso más desconcertada que yo. Pero sobre todo, en sus ojos pude ver un odio casi tan infinito como el mismo universo.

—Yo...— Scarlett continuaba. Se dirigió a mí. Sus ojos, aunque me lanzara dagas con sus palabras, eran todo menos agresivos. ¿Culpables acaso? —Tony, sé que lo que voy a decir va a ser... duro, pero necesito que me escuches, ¿sí?

Suspiró, casi como si intentara hacer tiempo para retrasar lo que tenía que expresar.

—Mi... mi madre... cuando supo que Elena la investigaba... bueno, en resumen, hizo de todo para evitar que siguiera... y luego se enteró de que tú y yo estábamos en la misma escuela...

Estaba costándole mucho trabajo articular aquellas sílabas.

—Y pues... sí... me mandó a averiguar más... y tienes todo el derecho de odiarme por eso. Todo esto al final es mi culpa. Si yo... si yo no hubiera obedecido...— su voz se quebraba. —Mira, sólo quiero que sepas una cosa. Lo que yo... sentí... por ti nunca fue fingido. La historia que te conté... en la noche de la fiesta de fin de año... también es real.

Usualmente, mi cerebro dejaba de funcionar en momentos como ese. Sólo quedaban las reacciones naturales de mi cuerpo: mejillas calientes, latido cardiaco veloz, el estómago dando vueltas...

—En fin, el punto es que... mi madre quería que yo... les disparara... a... a tus papás. Mi madre me quería obligar a que lo hiciera, a que... terminara el... todo esto. Pero no pude. No podía hacerte eso. No podía hacerte más daño del que ya te había hecho. Y en su lugar... le disparé a mi mamá. Tony, yo... siempre te quise mucho.

Pero con eso, todo el aire en mis pulmones huyó cobardemente. Por un par de segundos, sentí que me asfixiaba, inmóvil, con los nudillos blancos de tanta fuerza que ponía en la semiautomática. Aquellas palabras eran increíblemente poderosas, pero así como a los números demasiado grandes, mi cerebro ni siquiera intentó procesarlas.

Fue hasta cuando pasaron esos segundos que la voz regresó a mi garganta, permitiéndome decir algo que inició como un susurro, pero que terminó casi en un grito.

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