XXVIII. Alpha Centauri

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Llegó el sábado. Intentaba evitar cualquier contacto que no fuera estrictamente necesario con Carolina, a veces tenía que ser cortante en extremo. Scarlett y yo volvimos a la normalidad, nos reconciliamos, pero había algo que no se sentía bien del todo. Había una tenue atmósfera de tensión y misterio, ella había cambiado muy ligeramente, un cambio que había percibido de manera muy intuitiva y no sabía explicar de manera racional. O quizá era yo con mi frustrante capacidad para entender mis emociones.

Mi padre me pasó a dejar al centro comercial, me dio un poco de dinero, y se despidió de mí. Sentí una vibración en uno de los bolsillos traseros de mi pantalón. Saqué mi celular y miré el mensaje de Scarlett:

"No voy a poder ir con ustedes a comer, me salió algo de última hora :( Perdón. Diviértanse."

":( Te voy a extrañar. Pero no te preocupes. Te veo el lunes entonces. Love you." respondí. Me dirigí hacia las escaleras eléctricas y subí hasta el área de comida. En el restaurante de alitas estaban sentados Alex y José Luis viendo algo en el celular del segundo. Cuando llegué con ellos, los saludé y me senté en frente.

—¿Y Zac?— pregunté para romper el silencio.

José Luis me miró y bufó —Se puso de gilipollas, y no quiso venir. Así es a veces. Se le va la pinza. Ya lo traeré algún día.

La mesera se acercó a nosotros y pedimos la orden. Se me hizo agua la boca en cuanto vi las imágenes de las alitas bañadas en diversas salsas. Eran mi platillo favorito. Pedimos muchas órdenes para el resto del grupo que poco a poco fue llegando. Estábamos todos, incluso Andrea, a excepción de Scarlett y Zacarías.

En cuanto la comida llegó, comenzamos a devorar como si no hubiera un mañana y nos la estábamos pasando muy bien, entre risas, anécdotas y consejos. José Luis nos contaba cómo una ocasión, en la Tomatina de Valencia, una familia se rebeló y comenzaron a lanzarse cáscaras y todo tipo de cosas extrañas.

—Me acuerdo que un tío todo loco nos vio y se puso a lanzarnos cáscaras de banana, quien sabe de dónde las sacó.— dijo riendo mientras le daba otra mordisqueada a las alitas. —Oye, esta peña es deliciosa, ¿por qué no hay en todo el mundo, coño?— refirió a las alitas.

—Lo sé. Siempre he pensado que todos deben comer alitas antes de morir.— dije.

—Con toda razón, chaval. ¿Scarlett las ha probado?— preguntó José Luis.

—No. O no que yo sepa. La tengo que traer algún día.

Tras decir eso, se hizo un silencio en la mesa. Me sentí como si hubiera dicho algo malo los siguientes tres segundos. Alex captó mi preocupación y explicó:

—Oye, Tony... no sé si sea normal... o será que estoy viendo cosas donde no... pero he visto que Scarlett y Zac últimamente han estado hablando mucho... más de lo normal...— buscaba las palabras para no herirme, o para hacer que me percatara de lo que estaba pasando.

Antes de que yo respondiera, Jorge intervino. —Eh, sí, de hecho. ¿No crees que es un poco raro?

—Pues...— realmente no había pensado demasiado en ello.

Durante esa semana, Scarlett había pasado mucho tiempo con Zacarías. Solían salir juntos de clase, él a veces la acompañaba cuando iba a comprar comida o a la parada del autobús, mientras esperaba a Natalia. En algunas ocasiones yo estaba presente, lo que formaba una terna incómoda. Aquello ciertamente no resultaba congruente con aquello que mi novia me había comentado acerca de lo poco que le agradaba la presencia del menor de los españoles.

—Si te soy sincero, sí, lo he notado. Pero no le he dicho nada, ni ella me ha dicho nada tampoco. Creí que no era razón para alterarse...

Sí lo había mencionado, en la ocasión en la que habíamos discutido, pero no se lo había planteado del mismo modo.

Una Estrella MásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora