LVII. Vacío

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Decidí quedarme en silencio, escuchando las hipótesis de Salazar con la mirada perdida y el semblante caído. Poco después, tras las promesas frágiles del detective, subí al cuarto de mis padres, a sacar el teléfono de mi madre, guardado dentro de una de las almohadas. Lo escondí dentro de mi playera y volví al sofá donde estaba Wendy. Ella ya no estaba.

Me volví hacia afuera, y la vi de espaldas hacia la casa, con la mano pegada a la oreja. Hablaba por teléfono.

Me levanté del sofá y salí de la casa, dirigiéndome hacia ella. Cuando estuve lo suficientemente cerca, oí lo que decía, con un tono que decía que no era momento de interrumpirla. Hablaba entre pausas largas:

—Sí, sí, estaré ahí... Sí, claro... En el tiempo que tú me digas... Claro. Entonces tú espérame y yo llego ahí... Gracias... Oye... en serio no tienes idea de lo feliz que estoy de oírte... Te quiero.

Se quitó el celular de la oreja y lo guardó en una de las bolsas del pantalón de la piyama. Se volvió y cruzó la mirada conmigo. No tuve que preguntar quién era. Su sonrisa enorme lo decía todo.

—Era Jasmine. Está bien.— dijo aún sonriendo.

Le devolví la sonrisa, aliviado. —Te lo dije. ¿Y qué pasó? ¿Cómo escapó? ¿Dónde está?

—No lo sé. No me dijo mucho. Me hablaba desde un teléfono público. Sólo me dijo que necesitaba verme. En el centro comercial cerca de aquí.

—Me alegra mucho.— dije, un poco más apagado de lo que esperaba.

No respondió. Se acercó a abrazarme en su lugar. Sus brazos medianamente robustos cubiertos con franela rozaban mis hombros y mi espalda, que sólo tenían una vieja playera delgada de fútbol. Cuando las emociones comenzaban a explotar de nuevo, sentí su cabeza recargarse en uno de mis hombros.

—Eres lo mejor que me ha pasado este año.— me susurró. Pude sentir como mi piel se erizaba un poco. Se separó de mí y subió el volumen de su voz. —No sé cómo te voy a pagar todo lo que hiciste por mí. Y no sólo desde ayer. Desde que me dijiste que mi cuento te gustó.

Hubo un largo silencio, en el que sonreí y me sonrojé, sin poder pronunciar un "No hay de qué."

—Tus papás... en serio espero que estén bien y que regresen contigo...— desvió la mirada. —Lo último que mereces es perderlos... sobre todo así...

Aquellas palabras tenían un tono que parecía cortar el aire por tanto dolor que cargaban. Mi mirada también se desvió hacia algún punto en el horizonte.

—Oye...— llamó mi atención. Mis ojos regresaron a ella. —Ven conmigo.

Fruncí el ceño, confundido.

—Acompáñame a ver a Jas. Quiero que la conozcas. Quizá ella te pueda ayudar con esto.

***

Ese día los investigadores se fueron más temprano. Al atardecer, la casa había vuelto a quedar en silencio. Yo tenía la orden de no salir a menos que fuera estrictamente necesario, lo que había estado haciendo bien hasta ese momento. Al inicio, dudé sobre la petición de la morena. No sabía nada sobre aquella mujer, Jasmine, además de lo que me había contado Wendy. Sinceramente, la idea de que me pudiera ayudar sonaba vaga, más como un intento de consuelo que un apoyo real. Y el que me tuviera que poner en cierto riesgo para ir a verla casi me hace decir que no. Pero tras contarle lo que me había dicho Salazar, terminé aceptando. Escuchar lo que sea que Jasmine me pudiera decir no estaba de más.

Jasmine y Wendy habían quedado de verse poco después de que los investigadores se fueran. El sol aún estaba en el cielo cuando salimos. Me quité la ropa para dormir y me vestí con un conjunto informal que elegí al azar, y ella se puso la ropa que traía la noche anterior, que ya estaba seca. Caminamos sin decir mucho hacia el centro comercial. Aún había bastante gente en él, lo que me tranquilizó un poco. Seguí a Wendy entre las personas que caminaban apresuradas y unas más que caminaban tranquilas. Había algunos sentados en el jardín del centro de la plaza, solos, frente al celular, y otros conversando en los alrededores. Mi mirada siguió por un par de segundos a un trío de chicas un poco menores que nosotros, uniformadas, que caminaban riendo. A nuestro alrededor se levantaban glamurosas tiendas con luces llamativas, diseños modernos y precios altos, restaurantes caros y trabajadores jóvenes repartiendo volantes.

Una Estrella MásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora