LVIII. Ultravioleta

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Miré a Wendy, esperando algo que me dijera que era seguro seguir a la mujer. Pero ella sólo caminó en cuanto Jasmine dio media vuelta, como un niño pequeño siguiendo a su padre. Por lo que no tuve otra opción más que imitarla.

Estaba anocheciendo. Un miedo implícito se reflejaba en mis pasos, inseguros, como si cada uno representara una probabilidad más y más grande de que me estuviera poniendo en un peligro inminente. No tenía manera de saber si esto era una especie de engaño.

Mi mente regresó a Zacarías. Lo que me había dicho no aportaba demasiado, aunque sí había cosas que yo desconocía. ¿Un punto de reunión? ¿Detrás de la plaza? Supongo que era para camuflarse, y pensándolo bien, era difícil darse cuenta de ello siendo una persona común. Me pregunté como es que metían tantas camionetas y camiones a la plaza sin que los proveedores reales se dieran cuenta. Quizá los sobornos arreglaban eso.

Era probable que uno de esos vehículos fuera al lugar donde estuvieran mis padres, si es que seguían en la ciudad o en algún lugar no tan lejano. Pero las posibilidades eran tantas, que me quedaba en el mismo callejón sin salida. Salazar estaba en lo correcto. No había muchos hilos de los que tirar.

Una sensación de frustración me invadió. ¿Qué hacía yo siguiendo a Jasmine hacia afuera de la plaza? Si los investigadores, que eran profesionales y que llevaban años haciendo su trabajo, no tenían idea de qué pudo haber sido de mis padres, ¿qué podía hacer Jasmine? No es que la conociera demasiado, pero no se me ocurría nada que podría hacer ella que los investigadores no.

Estuve por detenerme para regresar a casa, pero otro pensamiento me lo impidió. ¿Qué iba a hacer? ¿Sentarme a leer, como si nada hubiera pasado? ¿Jugar videojuegos? ¿Mirar el reloj? ¿O mirar el cielo contaminado en busca de estrellas que lograran atravesar la gruesa capa de humos? ¿Eso ayudaría más que seguir a Jasmine? No.

Otra idea me asaltó. Una extraña, que fue la que me convenció de caminar fuera del centro comercial en silencio, hacia una calle no muy iluminada. Si Zacarías sabía tanto, sepa Júpiter cómo, Jasmine tenía la misma o mayores posibilidades de saber más. Después de todo ella había visto la investigación de Beatrice, quizá eso le había proporcionado una ventaja sobre los investigadores.

La duda sobre Zacarías volvió. Y entonces por fin la respondí: Scarlett. La sospecha que había tenido la noche anterior se reforzó también. No había otra manera que encajara mejor.

Scarlett estaba relacionada con Queen Victoria. Quizá era parte de su familia. El apellido sugería que ello significaba más que una coincidencia. Y entonces Scarlett le habría contado algo, o algo habría hecho para que Zacarías supiera sobre esto.

El pensamiento me dolió irremediablemente. Era obvio que confiaría más en Zacarías que en mí. Al fin y al cabo mi madre investigaba a la mismísima Queen Victoria. Pero sentía algo desagradable al pensar que quizá yo sólo fui una especie de fuente de información y en realidad sus sentimientos eran para él. Es gracioso que pensara en eso, mientras caminaba por la calle oscura, dándole tan poca importancia a la posibilidad de que algo me pasara, o a Wendy.

Pero cuando sentí su mano tomar mi muñeca, el caos en mi cabeza se detuvo.

—No te quedes atrás.— me ordenó suavemente, mientras me jalaba hacia ella y me ponía a su lado.

—Ya casi llegamos.— intervino Jasmine.

—¿A dónde vamos? — le preguntó Wendy.

—Ten paciencia. Ahí les diré todo.

Jasmine era una mujer extraña, sin duda.

Atravesamos la calle que estaba completamente vacía, nos internamos en una avenida larga, y luego nos desviamos en una calle que parecía ser una zona residencial pública. En la segunda cuadra, había un alto y moderno edificio de apartamentos.

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