Llorar por mi culpa.

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Narra Edward

Noviembre

Pero su testarudez era mayor que mis palabras.

-No quiero que Jacob tenga que asumir una farsa que mi cabeza se está montando.-dijo entre suspiros. No estaba bien. El viaje a Italia la había dejado tocada aunque dijera lo contrario, y yo era el único que lo sabía.

Sin a penas esperar respuesta por mi parte, giró sobre sus talones y se dirigió a la puerta principal, donde esperó unos segundos para entonces correr por el bosque hacia la tribu Quileute pensando en lo que acababa de decir, y en lo que debía decir ahora.

La primera frase golpeaba su cabeza como si quisiera salir. Rebotaba aquí y allá y por lo consiguiente, en mi cabeza también. ¿Una farsa? ¿Que estaba sintiendo?

Quería sentirme feliz por aquellas palabras pero no podía. Era cierto que yo mismo tenía un pequeño sentimiento esperanzado que estaba intentando apartar de mí lo antes posible. Aunque parecía ser tarde.

Ally cumplió su promesa de llegar a casa antes de que anocheciera. Estaba enfadada, o más bien decepcionada.

-¿Te han traído?-preguntó Jasper sin darle tiempo a

-Sí, Jacob me ha traído.

-Además de traerte, es puntual. Me empieza a caer bien ese chico.-dijo Jasper entre risas con Emmett.

-No hace falta que lo intentes, hemos dejado lo que sea que hubiera.-dijo con el corazón en un puño. Y de nuevo, sin dejarse mostrar, yo era el único que lo sabía.

Los presentes quedaron anonadados con la noticia y por sus cabezas pasaban a kilómetros por hora diferentes cuestiones y planteamientos. La chica con la cabeza alta se dio la vuelta, sabiendo que las dejaria todas sin resolver pero sin importarle. Ella se dirigió a su habitación mientras los presentes aún continuaban con su tarea de mirarse y pensar.

-¿Qué ha pasado?-le preguntó su hermano mientras ella subía las escaleras.

-No quiero hablar de ello.-dijo la chica. Sin ofrecer explicación alguna.

-¿Te ha hecho daño?-y el sobreprotector salió de Jasper otra vez. Ella anulaba su persona y lo hacía convertirse en el feroz monstruo que era, al rededor  de Ally había una capa protectora, rubia, de un metro noventa y tres llamada Jasper.

-No empieces.-pidió ella.

Un sonoro portazo nos dio a entender que había llegado hasta su habitación y desveló a todos que lo que acababa de mostrar era una clara coraza.

Ahí fue cuando algunas de las ideas comenzaban a cobrar sentido. Y ninguno de los presentes era tonto.

-¿Qué ha pasado?-dijo Jasper dirigiéndose a mí.

Encogí los hombros. No era asunto mío contar nada de lo ocurrido.-Puedes sentir lo que ella siente. Yo no.- Así mismo se lo dejé claro. No podía pretender tenerme de intermediario en algo que no me incumbía. Y como así era yo tampoco debería saberlo, pero ahí esta el pequeño porcentaje esperanzado dentro de mi ser.

-¿Y qué sentía?-preguntó Alice. Seguía pensando que no era problema de nadie, pero en una familia tan grande era raro que nunca hubiera algún cotilla.

-Agonía.- Desveló el rubio.

Sentí la necesidad de ir a hablar con ella cuando esta conversación me dejó de interesar y el pensamiento de todos se ceñía aún más fuerte a mi cabeza. Me levanté de mi sitio abandonando la conversación que mantenía con mis hermanos. La mirada de Jasper me atravesó sin importarme. Por ello me agarró el brazo cuando pasé por su lado. Tensé la mandíbula y de un movimiento brusco me zafé de su agarre.

Una vez enfrente de la puerta de la habitación de Ally volví a pensarme si llamar o no. Sus pensamientos estaban relajados, como si estuviera durmiendo.  Pero eso sería imposible. También podría estar llorando en silencio. Pero nuestra especie no era capaz, así que mi segunda opción también era una tontería. Me decidí y toqué la puerta con dos suaves golpes.

Pasa.-pensó ella. ¿Cómo sabía que era yo?Podría haber sido cualquiera.

Abrí, entré y cerré detrás de mí. Ella estaba sentada en su cama con las piernas cruzadas como los indios. Yo me senté en un bonito asiento que Jasper le regaló. Observaba los esquemas de un tema de biología y su mochila negra reposaba a su lado abierta, aunque ni si quiera era capaz de concentrarse.

-Hace mucho que no veía a un humano llorar por mi culpa.-comentó resentida sin dejar de levantar la mirada del libro. Acababa de ver sufrir a un humano por su culpa. Claro que era agonía y se apoderaba poco a poco de ella.

Ayúdame. (Edward Cullen) Parte 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora