La pregunta del millón.

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Narra Ally

Sabía que Jasper rabiaba por sentarse en el asiento central trasero del Mercedes de Carlisle entre Jacob y yo pero no era capaz de soportar su olor desde tan cerca. Incluso abrieron todas las ventanas intentando disimular más por mí que por él las caras de repulsión, Jacob se percató de ello e intentó reprimir una sonrisa vanidosa pero no lo consiguió.

Al final Jasper acabó en el asiento del copiloto junto a Carlisle como conductor. Yo permanecía detrás entre Edward y Jake, algo avergonzada por la poca parte de mis piernas que cubría aquella camiseta cuando me sentaba. Aún así, a sabiendas de que ambos se sentirían mal si me acercaba más a uno que al otro me dediqué a encogerme lo máximo posible. Evitando cualquier posible contacto con alguno de ellos.

Jacob, una vez más, se percató. Pero esta vez en lugar de sonreír aprovechó mi descuido, con cautela, cuando, después de colocarme hacia un lado el pelo dejé mi mano izquierda a su lado, reposada en el cuero del asiento que aún dejaba impregnado en el coche un cierto olor a nuevo. Debía volver a colocar la mano sobre mis muslos, cruzado uno sobre el otro, nuevamente. Pero era raro que yo no fallara en algo.  Lentamente entrelazó su dedo meñique con el mío para evitar que rehuyera de él pero aunque lo hubiera querido no lo abría conseguido. Los músculos de mi brazo se agarrotaron. Realmente pensaba en un principio que mi mano no estaba colocada ahí, sino sobre mi regazo. Poco a poco fue entrelazando los dedos restantes de mi mano con los de la suya hasta que nuestras manos quedaron unidas por completo. Pude haber detenido su acción mentalmente pero temía que se lo tomara mal o le afectara ya que bastante daño le había causado la ruptura. A veces incluso veía en su expresión el dolor que pude ver en sus ojos aquel día tras haber pasado ya varios meses. Noté como Edward se tensaba a mí derecha y previamente soltaba un suave gruñido desde el pecho revolviéndose incómodo. Ese era precisamente el comportamiento de ambos que pretendía evitar. Sobre todo porque cualquier susurro, suspiro, gruñido, e incluso movimiento llegado de la parte trasera del vehículo alertaría a mi hermano y no me apetecían discusiones.

La parte positiva de aquel momento tan incómodo en el coche era que el camino no era realmente largo, normalmente, a un ritmo responsable se solía tardar aproximadamente quince minutos. Pero la familia de Edward era poco responsable al volante teniendo en cuenta que no respetaban demasiado las señales circulares que indicaban la velocidad. Por ello llegamos a Forks en la mitad de tiempo.

Tenía tremendas ganas de que alguien me explicara que había pasado en el tiempo vivido que en mi cabeza se trataba de una laguna de tres días. Así que bajé a prisa del vehículo y a una velocidad cortante para un humano subí a mi habitación, me vestí con algo cómodo sin llegar a diferenciar lo que me ponía y bajé a la misma velocidad haciéndome una bola en el sofá mientras enrollaba mis brazos alrededor de mis rodillas presionado contra mi pecho y entre tanto miraba expectante a que la historia comenzase.

Jasper se posaba como una perfecta escultura tallada en mármol en frente de la chimenea apagada observándome con curiosidad como si fuera yo la que tuviera que contar algo. O puede que sí y tampoco me acordara. Jacob había decidido sentarse a mí lado nada más llegué. Cuando la, ya sabida por él, historia comenzó, él a la vez inició la tarea de acariciar y juguetear con uno de los mechones de mi pelo. Quizá visualmente ponía de los nervios pero en mi caso me resultaba relajante. De mientras Edward permanecía de pié, fulminando con la mirada llena de rabia a éste aunque sin conseguir el efecto de inquietud que pretendía infundirle.

El primero en hablar fue Carlisle, situado a la izquierda de Edward, que me ofreció una versión de la historia más científica y enrevesada de mi extraño medio interno para después dar paso a la parte en que Edward me explicaba el momento exacto en el que comenzaron mis dolores de cabeza. Sentí que Carlisle y Edward me habían contado ambas partes de forma desordenada, ya que supongo que habría sido más lógico comenzar por aquellos dolores inexistentes en mi memoria.
Pero lo más seguro es que hubiera empezado por explicarme lo extraña que soy para que no me llevara ningún tipo de susto durante el curso de la narración.

Llegados al punto de la historia en el que yo estaba tumbada en una camilla retorciéndome en llantos y dolor, el silencio reinó la estancia. Ninguno de los cuatro se atrevió a continuar.

-¿Y bien? ¿Después de eso me dormí y me llevasteis a casa de Jacob? No encuentro aún la lógica de haber despertado allí.

-No, en realidad tuviste una maravillosa idea mientras te retorcias en estrepitosos dolores.- prosiguió mi hermano.- Optaste por beber sangre para que tu organismo volviera a su función natural. Y puede que hubiera funcionado pero cuando Carlisle volvió con una bolsa de sangre tú te habías convertido en un fiero lobo, y saliste por la pared de cristal destrozándola. Después de horas buscándote con calmantes para que te estuvieras quieta aunque sólo fuera una rato te encontramos cerca de la casa de Jacob. Bueno, primero te encontró él, pero no sabía que eras tú.

-Y jamás me lo habría imaginado. Pero aún así me mantuve todo el tiempo a tu lado. -Cuando miré a Jacob al pronunciar esas palabras me di cuenta del mero detalle de que mientras yo me sumergía por completo en la historia de mis tres días como un licántropo, Carlisle estaba casi sujetando a Edward para que la guerra de miraditas que mantenía con Jake no acabara en una verdadera lucha.

Una forma que me pareció incorrecta pero rápida para evitarlo sin perderme ni un sólo detalle de lo que Jasper me contaba era acariciar el dorso de la mano de Jacob haciendo así que desviara su total atención de Edward y ya no fuera una guerra, si no una única fulminación por parte de Edward. Sin preocupación alguna por mi parte ya que como lo había ideado, él seguidamente habría leído mi mente adivinando que lo hice por calmar la situación.

-Después de una disputa por ponerte o no el calmante por si por casualidad despertabas del sueño profundo en el que habías caído optamos por el voto. Dos "no" y dos "sí" fueron suficientes para llegar a la conclusión de que sí, puesto que Edward y yo considerábamos nuestro voto el de mayor importancia. Mis argumentos para votar sí, por si te interesa saberlos, fueron que si te habías convertido en un depredador altamente peligroso y lleno de rabia no mantendrías el control de tu ser si despertabas y temía que sucediera algo de lo que más tarde te arrepintieras. El de Jacob para votar "no" consistía en que no era necesario inyectar nada sin saber con certeza la reacción que te causaría ya que estaba él para ayudarte si despertabas. Carlisle también se decantó por el no porque tampoco tenía ni idea de como te podía afectar.

-Y yo vote "sí" -confesó Edward pareciendo orgulloso y con ansia por explicarlo él.- porque si te volvías a transformar en ti misma y tuvieras que experimentar el mismo dolor en la transición te resultaría menos doloroso y soportable con la reacción del calmante.- finalizó con las teorías de cada voto.

Al fin y al cabo todos dieron un voto a favor o en contra por mi bien así que ninguno de ellos me defraudó.

-Y efectivamente el más acertado fue el de Edward. -continuó Carlisle orgulloso por su hijo.- Te mantuviste dormida durante casi un día. En el cuál Jake y Edward no se despegaron de ti ni un sólo segundo. Y entonces, a las veinte horas de haber salido corriendo por la pared de mi despacho comenzó la transición. Igual de dolorosa que la primera, sólo que no debiste ni de enterarte por el fuerte efecto del calmante.

-Sigo sin entender porqué acabé en casa de Jacob.

-Bueno, volviste a tu ser original pero aún no habías despertado así que Jake optó por ofrecerte asilo con la condición de cuidarte y no despegarse de ti hasta que no despertaras y también sería más seguro si volvía a ocurrir la transformación.

-Aha, y la pregunta del millón, ¿qué soy?

Ayúdame. (Edward Cullen) Parte 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora