Por tenerte.

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Narra Ally

Febrero

Los días se pasaban bastante lentos, o las semanas, porque ya no sabía ni en que mes vivía. Pero aquella desesperación me parecía un buen castigo por no haberme preocupado un poco más cuando debí hacerlo. Por haber llegado a este punto en el que he pasado de amar a tres personas a la vez a no amar a ninguna. O casi. La agonía era cada segundo mayor y estaba segura de que nunca saldría de esta, aunque era consciente de que había salido de peores.

Una tarde más Edward ocupó la silla blanca situada al lado de mi pequeño y cómodo sillón.

-¿Cómo estás hoy?-preguntó cuando casi no había entrado apresurado por la puerta. Encogí mis hombros dándole un clara respuesta. Un como siempre. Mi desesperación no era la única notable. A él se le agotaban las excusas para sentarse a mi lado día tras día, y las ideas para hacer que hablara con él. Para mi suerte podía no hacerlo, era cómodo pensar y que obtuviera respuesta. Sin abrir la boca.

-Ally siento no haber conseguido cumplir la promesa de que en mi vida no habría otra mujer más que Alice, Esme y Rosalie. Si lo hubiera hecho no nada de esto habría pasado, tú no estarías así, nunca te habrías enterado de que tu difunto prometido en realidad no estaba tan difunto. Jacob no habría cargado también con parte de las consecuencias. Probablemente serías más feliz. Y siento que todo es mi culpa, para variar.

No, en realidad no me arrepiento de las consecuencias que me han traído hasta aquí. Y tú tampoco deberías.-pensé para él. Agarré su mano. También me han llevado a ti.-volví a pensar. Claro que no estaba arrepentida. Era la persona que me mantenía despierta en esta pesadilla, igual que yo lo fui para él un día. Y en cierta prte era bonito y triste.

Tocaron la puerta.

-Es Jacob.-dijo agachando la cabeza. Soltó mi mano y se levantó con pesar de la silla.

Se agachó para dejar un corto beso en mi mejilla que hizo que un escalofrío recorriera mi espalda con gran velocidad y se dirigió hasta la puerta. Permaneció enfrente de ella por unos cortos segundos con la manivela de la puerta encerrada en su mano, esperando algo.

Gracias.-le dije. En silencio.

Abrió y salió como si con enfado fuera, haciéndome sentir más culpable. Sabía que le dolía pero me era imposible evitar esa actitud, no me podía permitir el lujo de ser feliz.

-¿Cómo está la niña más bella de este mundo?-dijo Jacob entrando con una sonrisa y tan feliz como su personalidad le permitía.

Ocupando la silla que previamente había deshabitado Edward y depositando un corto beso en mi mejilla. Tal cuál como si se hubiera rebobinado la escena anterior.

-Contenta por tenerte.-me atreví a decir.

Sabía que no podía mostrarle mis sentimientos y que era arriesgado, pero a aquellas alturas ya me daba todo bastante igual.

-No te imaginas cuanto me alegro, pequeña.-dijo con una preciosa sonrisa.

Era difícil no adorar ese hoyuelo de su barbilla tan característico en él. Era difícil no encariñarse con su excelente actitud. Era difícil que sus preciosos rasgos faciales no te atrajeran, como si de un vampiro y su presa se tratase. Era difícil resistirse a los encantos de Jacob. Agarró mis manos con especial ternura e hizo que me pusiera en pié.

-Puede que tú no lo necesites, pero yo sí. Así que te pediré tan sólo el privilegio de que me dejes llevarte a un sitio.-dijo casi a mi oído.

Casi en un susurro.

Su aliento rozaba mi cuello provocando una sed en mí de la que a penas me percataba.

Mis fosas nasales atrapaban su olor como si de un perfume caro o una preciosa flor se tratase. Ya ni si quiera conseguía oler ese famoso tufo a perro mojado.

-Dame sólo unos minutos.-me decidí a decir.

No podía aún entender como acababa de hacer aquello. No sé claramente si me sedujo como enemigo natural, o simplemente usó sus dotes de humano para encantarme como si de un hechizo fuera y así convencerme. Me costaba comprender qué hacía Jacob para conseguir cambiar mi sistema y mi forma de pensar y de actuar.

Ayúdame. (Edward Cullen) Parte 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora