El chico parece sorprendido cuando asomo la cabeza por encima de la valla y lo llamo. Es mayor de lo que creía, tal vez tenga dieciocho años, con el cabello oscuro y una barba incipiente.
—¿Sí?
—¿Puedo quemar unas cosas en tu fuego?
Se acerca arrastrando los pies por el sendero y enjugándose la frente como si estuviera sudando. Tiene las uñas sucias y restos de hojas en el pelo. No sonríe.
Levantando las dos cajas de zapatos para que pueda verlas. Llevo el vestido de Zoey sobre el hombro como una bandera.
—¿Qué hay dentro?
—Papel sobre todo. ¿Puedo entrar?
Se encoje de hombros, como si le diera igual que entrara o no, así que paso por encima del murete que separa nuestras viviendas, cruzo si jardín delantero y me dirijo hacia un lado. Él está allí, sujetando la cancela para que pase. Vacilo.
—Soy Tessa.
—Adam.
Caminamos en silencio por el sendero de su jardín. Apuesto a que cree que me ha dejado el novio y quiero quemar sus cartas. Apuesto a que piensa: "No es extraño que la haya dejado, con esa cara de calavera y la cabeza calva."
—El fuego resulta decepcionante, tan sólo una pila de ramitas y hojas que arden lentamente con unas pocas llamas esperanzadas que lamen los bordes.
—Las hojas están húmedas —dice—. El fuego se avivará con el papel.
Abro una caja y la vuelco sobre la hoguera.
Llevaba un diario desde el día en que noté el primer morado en la columna hasta el día, hace sólo dos meses, en que el hospital me dio por desahuciada oficialmente. Cuatro años de optimismo patético son un buen combustible. ¡Mira cómo arden! Todas las tarjetas de ánimo que he recibido se enroscan en los bordes, crepitan y se desmenuzan. En cuatro largos años se olvidan los nombres de la gente.
Había una enfermera que dibujaba caricaturas de los médicos y me las ponía junto a la cama para hacerme reír. Tampoco recuerdo su nombre. ¿Louise? Era muy prolífica. El fuego escupe chispas, ascuas que se pierden entre los árboles.
—Estoy soltando lastre —le digo a Adam, pero no creo que me esté escuchando. Arrastra un montón de zarzas por la hierba para echarlas al fuego.
La siguiente caja es la que más detesto. Papá y yo la repasábamos juntos, esparciendo las fotos sobre la cama del hospital.
"Te pondrás bien —me decía, deslizando el dedo por mi foto a los once años, tímida con el uniforme del colegio en mi primer día de secundaria—. Ésta es de cuando estuvimos en España. ¿Te acuerdas?"
Yo estaba delgada y morena y parecía llena de esperanza. La enfermedad había remitido por primera vez. Un chico me había silbado en la playa, y mi padre me hizo una foto diciendo que no querría olvidar el primer silbido.
Pero sí quiero.
Siento el repentino deseo de ir corriendo a casa en busca de más cosas. Mi ropa, mis libros.
—¿Puedo volver la próxima vez que hagas una fogata?
Adam tiene una zarza junto a la bota y la empuja con la punta para echarla al fuego.
—¿Por qué quieres deshacerte de todo?
Formo una pelota con el vestido de Zoey; resulta pequeño en mi puño. Lo arrojo al fuego y parece reflejar la luz antes incluso de llegar a las llamas. Vuela y se queda quieto, derritiéndose, convirtiéndose en plástico.
—Un vestido peligroso —dice Adam, y me mira a los ojos como si supiera algo.
Toda materia está formada por partículas. Cuanto más sólida es una cosa, más cerca están las partículas unas de otras. Las personas son sólidas, pero por dentro tienen líquido. Pienso qué quizá, si uno se acerca demasiado, el fuego pueda alterarle las partículas del cuerpo, porque me siento extrañamente ligera y mareada. No estoy muy segura de lo que me pasa, quizá sea que no como lo necesario, pero tengo la impresión de no estar anclada a mi cuerpo. De repente el jardín se ilumina.
Igual que las chispas del fuego, que vuelan hasta mi pelo y mi ropa, la ley de la gravedad dice que todos los cuerpos que descienden deben caer al suelo.
Me sorprende encontrarme tumbada en la hierba, mirando la cara pálida de Adam rodeada por un halo de nubes. Tardo un momento en entenderlo.
—No te muevas —susurra él—. Creo que te has desmayado.
Intento hablar, pero noto la lengua como pegada u me resulta más fácil quedarme tumbada.
—¿Eres diabética? ¿Necesitas azúcar? Tengo aquí una lata de Coca-Cola si quieres.
Adam se sienta a mi lado, espera a que me incorpore y luego me ofrece la bebida. Me zumba la cabeza cuando el azúcar llega al cerebro. Me siento muy ligera, más espectral que antes, pero mucho mejor. Los dos contemplamos el fuego. Todo lo que había en las cajas ha ardido; incluso de las cajas no quedan más que unos restos chamuscados. El vestido se ha convertido en aire. Pero las cenizas aún están calientes y brillan lo suficiente para atraer una polilla, una estúpida polilla que se acerca a ellas danzando. Chisporrotea, y sus alas silban y se convierten en polvo. Ambos contemplamos el espacio vacío que antes ocupaba.
—Trabajas mucho en el jardín, ¿verdad? —pregunto.
—Me gusta.
—Te observo por la ventana, cuando cavas y haces cosas. Él se muestra sorprendido.
—¿Ah, sí? ¿Por qué?
—Me gusta observarte.
Frunce el entrecejo, como si tratara de asimilarlo. Parece a punto de hablar, pero aparta la mirada y pasea los ojos por el jardín.
—He pensado en plantar un huerto en esa esquina. Guisantes, coles, lechugas, judías verdes. De todo un poco— Es por mi madre, sobre todo.
—¿Por qué?
Se encoge de hombros y mira hacia la casa, como si mencionar a su madre pudiera atraerla a la ventana.
—Le gustan los huertos.
—¿Y a tu padre?
—No. Sólo estamos mi madre y yo.
Reparo den un hilillo de sangre que tiene en el dorso de la mano. Él lo advierte y se lo limpia en los tejanos.
—Debería seguir con lo mío. ¿Estás bien? Puedes acabarte la Coca-Cola si quieres.
Camina a mi lado mientras recorro lentamente el sendero. Me alegro de que mis fotos y mi diario hayan ardido, de que el vestido de Zoey haya desaparecido. Siento como si fuerana ocurrir cosas nuevas.
Me giro hacia Adam al llegar a la cancela.
—Gracias por ayudarme.
—Estoy a tu disposición —contesta.
Tiene las manos en los bolsillos. Sonríe, luego baja la vista hacia sus botas, pero sé que me ve.
ESTÁS LEYENDO
Antes de Morirme
Teen FictionTessa, una adolescente de 16 años, desde hacen años padece cáncer. Sabe que sus días son contados y que puede morir de un momento a otro por lo que decide hacer una lista de cosas que hacer antes de morirse. Pero en esta lista no hay nada complicado...