—Quiero que Adam venga a vivir aquí.
Atónito papá se gira en el fregadero y sus manos gotean jabón.
—¡Qué ridiculez es ésa!
Lo digo en serio.
—¿Y dónde se supone que va dormir?
—En mi habitación.
—¡Ni hablar, Tessa! — Se da la vuelta otra vez y entrechoca cuencos y platos—. ¿Está en tu lista? ¿Tener a tu novio viviendo en casa?
—Se llama Adam.
Sacude la cabeza.
—Olvídalo.
—Entonces me iré yo a su casa.
—¿Crees que su madre te querrá allí?
—Pues entonces nos iremos a Escocia y viviremos en una granja. ¿Lo prefieres así?
Se vuelve hacia mí con gesto furioso.
—La respuesta en no, Tess.
Detesto que quiera imponer su autoridad a fuerza de autoridad. Subo a mi habitación cabreada y doy un portazo. Él piensa que es por el sexo. ¿Es que no puede ver más allá? ¿Y no se da cuenta de lo difícil que me resulta pedírselo?
Hace tres semanas, a finales de enero, Adam me llevó en la moto, más lejos y a más velocidad que la vez anterior, a un lugar cerca de Kent donde hay un terreno pantanoso que baja en suave pendiente hacia una playa. Había cuatro aerogeneradores mar adentro, y sus palas fantasmales giraban sin parar.
Él lanzó piedras a las olas y yo me senté en la playa de guijarros y le conté que mi lista se estaba expandiendo, alejándose de mí.
—Quiero tantas cosas. Diez ya no bastan.
—Cuéntame.
Al principio fue fácil. Añadía y añadía. Primavera. Narcisos y tulipanes. Nadar bajo un tranquilo y despejado cielo nocturno. Un largo viaje en tren, un pavo real, una cometa. Otro verano. Pero no pude decirle qué era lo que más deseaba.
Aquella noche Adam se fue a su casa. Todas las noches se va a su casa para cuidar de su madre. Duerme a unos metros de mí, al otro lado de la pared, al otro lado del armario.
Al día siguiente apareció con unas entradas para el Zoo. Fuimos en tren. Vimos lobos y antílopes. Un pavo real desplegó su cola para mí, esmeralda y aguamarina. Comimos en una cafetería y Adam me compró una bandeja de fruta con una uva negra y mango de vistoso colorido.
Unos días más tarde me llevó a una piscina climatizada. Después de nadar, nos sentamos en el borde, envueltos en toallas y con los pies en el agua. Tomamos chocolate caliente y nos reímos de los niños que daban chillidos al salir al aire frío Una mañana me trajo un cuenco de flores de azafrán a mi habitación.
—Primavera — dijo.
Me llevó a nuestra colina en la moto. Me compró una cometa plegable en el quiosco y la echamos a volar juntos.
Día tras día era como si alguien hubiese hecho pedazos mi vida y le hubiese dado brillo a cada trozo con mucho cuidado antes de volver a unirlos.
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Antes de Morirme
Teen FictionTessa, una adolescente de 16 años, desde hacen años padece cáncer. Sabe que sus días son contados y que puede morir de un momento a otro por lo que decide hacer una lista de cosas que hacer antes de morirse. Pero en esta lista no hay nada complicado...