La muerte me ata a la cama del hospital, me clava sus garras en el pecho y se queda ahí posada. No sabía que dolería tanto. No sabía que me vaciaría de todo lo bueno que me ha pasado en la vida.
Está ocurriendo ahora y es cierto de verdad de verdad y por mucho que todos me prometan que me recordarán no importa si me recuerdan o no ya que no voy a enterarme porque me habré ido.
Un agujero negro se abre en la esquina de la habitación y se llena de niebla, como una tela ondeando entre los árboles.
Me oigo a mí misma gimiendo a lo lejos. No quiero escuchar.
Capto el peso de las miradas. De enfermera a médico, de médico a papá. Sus voces apagadas. El pánico brota de la garganta de papá.
Todavía no. Todavía no.
No dejo de pensar en flores. Flores blancas caen de un cielo que vueltas. Qué pequeños somos los seres humanos, qué vulnerables comparados con las rocas, las estrellas.
Viene Cal. Lo reconozco. Quiero decirle que no se asuste.
Quiero que me hable con su voz normal y me cuente algo gracioso. Pero se queda pegado a papá, encogido y callado, y susurra:
—¿Qué pasa?
—Tiene una infección.
—¿Se va a morir?
—Le han dado antibióticos.
—Entonces, ¿se pondrá mejor?
Silencio.
No es así como se suponía que iba a ser. No tan de repente, como si me hubiera atropellado un coche. No con este extraño calor, esta sensación de contusiones masivas por todo el cuerpo. La leucemia es una enfermedad progresiva. Se supone que tengo que debilitarme más y más hasta que ya no me importe.
Pero aún me importa. ¿Cuándo dejará de importarme?
Intento pensar en cosas sencillas: patatas hervidas, leche.
Pero me vienen a la cabeza cosas que me asustan: árboles pelados, bandejas de polvo. La cuerva blanquecina de una mandíbula.
Quiero decirle a papá lo asustada que estoy, pero hablar es como salir de una cuba de aceite. Mis palabras surgen de un lugar desconocido, oscuras y resbaladizas.
—No dejes que me caiga.
—Yo te sujeto.
—Me caigo.
—Estoy aquí. Te sujeto.
Pero sus ojos denotan miedo y tiene la cara flácida, como un viejo de cien años.
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Antes de Morirme
Teen FictionTessa, una adolescente de 16 años, desde hacen años padece cáncer. Sabe que sus días son contados y que puede morir de un momento a otro por lo que decide hacer una lista de cosas que hacer antes de morirse. Pero en esta lista no hay nada complicado...