Morrisons es el supermercado del centro comercial. Pronto será la hora de salir de los colegios y estará lleno.
—Coge una cesta —dice Zoey—. Y ten cuidado con los vigilantes.
—¿Qué pinta tienen?
—¡De estar trabajando!
Camino despacio, saboreando los detalles. Hacía años que no entraba en un supermercado. En la charcutería tienen unos platitos encima del mostrador. Cojo dos trozos de queso y una aceituna y me doy cuenta de que estoy famélica, así que me apodero de un puñado de cerezas de la sección de frutería. Voy comiéndolas mientras camino.
—¿Cómo es posible que comas tanto? —refunfuña Zoey—. Me dan ganas de vomitar con sólo mirarte. —Me indica que eche en la cesta cosas que no quiera, cosas normales como sopa de tomate y galletas de nata—. Y en la chaqueta te metes las cosas que sí quieres.
—¿Como qué?
—¡Y yo qué coño sé! —exclama exasperada—. Esto está lleno de cosas. Elige.
Elijo un frasquito de pintauñas rojo vampiro. Aún llevo la chaqueta de Adam. Tiene montones de bolsillos. Me lo meto en uno fácilmente.
—¡Estupendo! —aprueba Zoey—. Has infringido la ley. ¿Podemos irnos ya?
—¿Y esto es todo?
—Técnicamente sí.
—¡Esto no es nada! Habría sido más emocionante salir corriendo de la cafetería sin pagar.
Ella suspira y mira su móvil.
—Cinco minutos más. —Habla con el mismo tono que mi padre.
—¿Y tú qué? ¿Te vas a quedar mirando?
—Yo vigilo.
La dependienta de la sección de farmacia está hablando sobre toses de pecho con un cliente. No creo que vaya a echar en falta este tubo de crema hidratante para el cuerpo, o este pequeño tarro de créme de corps nutritif. En la cesta meto unas galletas de centeno. Al bolsillo va una crema hidratante para la cara. Bolsas de té a la cesta. Tratamiento para la piel sedosa al bolsillo. Es como coger fresas.
—¡Esto se me da bien! —le digo a Zoey.
—¡Estupendo!
Ni siquiera me escucha. Menuda vigilancia la suya. Anda toqueteando por el mostrador de farmacia.
—A la sección de chocolates —anuncio.
Pero ella no me responde, así que la dejo a su aire.
Esto no es Bélgica precisamente, pero la sección de confitería tiene cajitas de trufas con bonitas cintas de colores. Sólo valen una libra con noventa y nueve, así que birlo un par y me las meto en el bolsillo. La chupa de motorista es fantástica para robar. No sé si Adam habrá reparado en ello.
Al llegar al final del pasillo, junto a los congelados, tengo los bolsillos repletos. Mientras estoy parada preguntándome cuanto tardarían en deshacerse las tarrinas de helado en la chaqueta, pasan por mi lado dos chicas que iban conmigo a clase. Se detienen al verme, se inclinan la una a la otra y cuchichean. Estoy a punto de mandarle un mensaje a Zoey para que venga a ayudarme cuando ellas me abordan.
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Antes de Morirme
Roman pour AdolescentsTessa, una adolescente de 16 años, desde hacen años padece cáncer. Sabe que sus días son contados y que puede morir de un momento a otro por lo que decide hacer una lista de cosas que hacer antes de morirse. Pero en esta lista no hay nada complicado...