Cal se acerca al trote desde el fondo del oscuro jardín con la mano extendida.
—El siguiente —pide.
Mamá abre la caja de fuegos artificiales que tiene sobre el regazo. La mira como si eligiera un bombón, saca uno con delicadeza y lee la etiqueta antes de dárselo.
—Jardín Encantado —le dice.
Cal vuelve raudo junto a papá. Las puntas de sus katiuskas entrechocan cuando corre. La luz de la luna se filtra entre las ramas del manzano y salpica la hierba.
Mamá y yo hemos sacado sillas de la cocina y estamos sentadas junto a la puerta de atrás. Hace frío. El aliento parece humo. El invierno ha llegado, la tierra huele a húmedo, como si la vida encogiera y las cosas se retrajeran sobre sí mismas para no perder energía.
—¿De verdad comprendes lo horrible que es que te vayas y que nadie sepa dónde estás? —pregunta mamá.
Teniendo en cuenta que ella es la gran experta en desapariciones, me hecho a reír. Se sorprende; obviamente, no ha captado la ironía.
Papá dice que volviste y te pasaste dos días seguidos durmiendo.
—Estaba cansada.
—Él estaba aterrorizado.
—¿Y tú?
—Los dos.
—¡Jardín Encantado! —anunció papá.
Se oye un súbito chasquido, y unas flores hechas de luz se elevan en el aire, se expanden y luego caen y se desaparecen en la hierba.
—Ahhh —aprueba mamá—. Ése era precioso.
—Era un aburrimiento —exclama Cal, que vuelve corriendo hasta nosotras.
Mamá abre de nuevo la caja.
—¿Y qué tal un cohete? ¿Te parece mejor?
—¡Un cohete sería estupendo!
Cal corre en círculos por el jardín para celebrarlo antes de entregárselo a papá. Juntos clavan el palo en el suelo. Yo pienso en el pájaro, en la coneja de Cal. En todos los animales que han muerto en nuestro jardín, en sus esqueletos apretujados bajo la tierra.
—¿Y por qué te fuiste a la costa? —pregunta mamá.
—Me apetecía.
—¿Y por qué en el auto de papá?
Me encojo de Hombros.
—Conducir estaba en la lista.
—¿Sabes? No puedes ir por ahí haciendo lo que te dé la gana. Tienes que pensar en las personas que te quieren.
—¿Quiénes?
—Las personas que te quieren.
—Éste va ha sonar fuerte —avisa papá—. Tápense los oídos, señoras.
El cohete sale disparado con un estallido tan potente que su energía se expande en mi interior. Las ondas sonoras penetran en mi sangre. Mi cerebro experimenta un maremoto.
Mamá nunca me ha dicho que me quiere. Jamás. No creo que lo haga nunca. Sería demasiado obvio, demasiado compasivo. Nos haría sentir violentas a las dos. A veces siento curiosidad por todas las cosas que debimos de transmitirnos en silencio antes de que yo naciese, cuando era un ser pequeño y oscuro acurrucado dentro de ella.
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Antes de Morirme
Teen FictionTessa, una adolescente de 16 años, desde hacen años padece cáncer. Sabe que sus días son contados y que puede morir de un momento a otro por lo que decide hacer una lista de cosas que hacer antes de morirse. Pero en esta lista no hay nada complicado...