Pensaba que era por la mañana, pero no. Pensaba que la casa estaba tan silenciosa porque todo el mundo se había ido.
Pero sólo son las seis, y estoy aquí desvelada, con la luz mortecina del amanecer.
Saco un paquete de galletitas de queso del armario de la cocina y enciendo el radio. Debido a un choque en cadena, varias personas han pasado la noche atrapadas en los coches en la M3. No había en las proximidades ningún baño público, y los servicios de emergencia han tenido que proporcionarles comida y agua. Paralización total del tráfico. El mundo se está llenando. Un diputado conservador engaña a su mujer. Encuentran un cadáver en un hotel. Es como oír dibujos animados. Apago la radio y saco un helado de chocolate de la nevera. Me hace sentir vagamente mareada y me da mucho frío. Cojo el abrigo del perchero y me muevo silenciosamente por la cocina escuchando las hojas, las sombras y el leve sonido del polvo al caer. Eso me calienta un poco.
Son las seis y diecisiete minutos.
Tal vez en el jardín haya algo diferente: un búfalo salvaje, una nave espacial, montañas de rosas rojas. Abro la puerta de atrás muy despacio, suplicando al mundo que me ofrezca algo nuevo y asombroso. Pero todo es horriblemente familiar: arriates sin flores, hierba mojada y grises nubles bajas.
Le mando a Zoey un mensaje: ("DROGAS").
No me contesta. Apuesto que está en casa de Scott, arropada y feliz entre sus brazos. Fueron a verme al hospital; se sentaron junto a una silla como si se hubieran casado y yo me hubiesen perdido la boda. Me llevaron ciruelas y una lámpara de Halloween del mercado.
—He estado ayuda a Scott en el puesto —dijo Zoey.
Yo sólo podía pensar en lo deprisa que había llegado al final de octubre, y en que a Zoey la tranquilizaba el brazo de Scott en los hombros. Ha pasado una semana desde entonces. Aunque me había un mensaje de móvil a diario, ya que no parece interesada en mi lista.
Sin ella, supongo que tendré que quedarme en la puerta y ver cómo las nubes se agrupan y estallan. Las gotas de lluvia resbalarán por las ventanas de la cocina y otro día empezará a desmoronarse a mí alrededor. ¿Esto es vivir? ¿Es algo?
En la casa de al lado se abre y se cierra la puerta. Se oyen las fuertes pisadas de unas botas en el barro. Me voy hasta la valla y asomo la cabeza.
—¡Hola otra vez!
Adam se lleva la mano al pecho como si acabara de sufrir un ataque al corazón.
—¡Jesús! ¡Qué susto me has dado!
—Lo siento.
No va vestido para trabajar en el jardín. Lleva una cazadora de cuero, tejanos y un casco de motorista en la mano.
—¿Vas a salir?
—SÍ.
Los dos miramos su moto. Está junto al cobertizo. Es roja y plateada. Parece como si fuera a salir disparada en cuanto le suelte el candado.
—Es muy bonita.
Él asiente.
—Acabo de arreglarla.
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Antes de Morirme
Teen FictionTessa, una adolescente de 16 años, desde hacen años padece cáncer. Sabe que sus días son contados y que puede morir de un momento a otro por lo que decide hacer una lista de cosas que hacer antes de morirse. Pero en esta lista no hay nada complicado...