Es más feo de lo que recordaba. Mi memoria lo había mejorado. No sé por qué. Pienso en Zoey y en cómo se burlaría de mí si supiera que he venido a llamar a su puerta, y por eso no quiero que se entere. Ella dice que los feos le dan dolor de cabeza.
—Me estás evitando —le digo.
Adam aparece sorprendido, pero lo disimula rápidamente.
—He estado ocupado.
—¿De verdad?
—Sí.
Entonces, ¿no crees que te lo vaya a pegar? La mayoría de las personas actúan como si fuera a contagiarles el cáncer, o como si yo hubiera hecho algo para merecerlo.
—¡No, no! No creo nada de eso.
—Bien. ¿Y cuándo vamos a dar esa vuelta en tu moto?
Mueve los pies, apurado.
—En realidad el carnet que tengo es provisional. Aún no puedo llevar a nadie.
Se me ocurren un millón de razones por las que ir de paquete en la moto de Adam sería una mala idea. Porque podríamos estrellarnos. Porque podría no ser tan fantástico como imagino. Porque ¿qué le diría a Zoey? Porque es lo que realmente quiero hacer más que cualquier otra cosa. Pero no permitiré que un carnet provisional se convierta en una de ellas.
—¿Tienes otro casco? —pregunto.
Otra vez esa lenta sonrisa suya. ¡Me encanta! ¿He pensado hace un momento que era feo? No; su cara se ha transformado.
—En el cobertizo. Y también otra chaqueta de cuero.
Le devuelvo la sonrisa sin poder evitarlo. Me siento audaz y segura.
—Pues vamos. Antes de que se ponga a llover.
Él cierra la puerta de la casa.
—No va a llover.
Nos dirigimos a la parte de atrás y sacamos lo necesario del cobertizo. Pero justo cuando me está ayudando a ponerme la chaqueta y subirme la cremallera, justo cuando me está diciendo que su moto alcanza los ciento cuarenta kilómetros por hora y que el aire será frío, se abre la puerta de la cocina y una mujer sale al jardín. Va en bata y zapatillas.
—Vuelve dentro, mamá —dice Adam—; vas a coger frío.
Pero ella sigue avanzando hacia nosotros por el sendero. Tiene el rostro más triste que he visto en mi vida, como si se hubiera ahogado.
—¿Adónde vas? —pregunta sin mirarme—. No me habías dicho que pensaras salir.
—Sólo será un rato.
La mujer emite un curioso sonido con la garganta. Asam levanta la vista bruscamente.
—Mamá, no. Ve a darte un baño y vístete. Regresaré antes de que te des cuenta.
Ella asiente con aire de desamparo y echa a andar hacia la casa, pero se para como si hubiera recordado algo, se vuelve y me mira por primera vez, como a una intrusa en su jardín.
—¿Quién eres?
—Soy la vecina. He venido a ver a Adam.
La tristeza de sus ojos se torna más profunda.
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Antes de Morirme
Teen FictionTessa, una adolescente de 16 años, desde hacen años padece cáncer. Sabe que sus días son contados y que puede morir de un momento a otro por lo que decide hacer una lista de cosas que hacer antes de morirse. Pero en esta lista no hay nada complicado...