—Hey —dice Adam—, estás despierta.
Se inclina sobre mí y me humedece la boca con una esponja. Me da golpecitos en los labios resecos con un paño y los unta de vaselina.
—Tienes las manos frías. Te las cogeré un rato para calentarlas, ¿vale?
Apesto. Huelo mis propios pedos. Oigo el repugnante tictac de mi cuerpo al consumirse. Me estoy hundiendo, hundiendo en la cama.
Quince: salir de la cama, bajar y decir que todo ha sido una broma.
Doscientos nueve: casarme con Adam.
Treinta: ir a la fiesta de padres y que nuestro hijo sea un genio. Nuestros tres hijos, en realidad: Chester, Merlin y Daisy.
Cincuenta y uno, dos, tres: abrir los ojos. Ábrelos, joder.
No puedo. Me caigo.
Cuarenta y cuatro: no caer. No quiero caer. Tengo miedo.
Cuarenta y cinco: no caer.
Piensa en algo. No me moriré si pienso en el cálido aliento de Adam entre mis piernas.
Pero no consigo aferrarme a nada.
Como un árbol que pierde las hojas.
Olvido incluso lo que estaba pensando.
—¿Por qué hace ese ruido?
—Son sus pulmones. Retiene líquido porque está inmóvil.
—Suena horrible.
—Suena peor de lo que es.
¿Es Cal? Oigo el tirón de una anilla, el burbujeo de una lata de Coca-Cola.
—¿Qué hace tu padre? —pregunta Adam.
—Está al teléfono. Le está diciendo a mamá que venga.
—Bien.
¿Qué les ocurre a los cadáveres, Cal?
Polvo, brillo, lluvia.
—¿Crees que puede oírnos?
—Sin duda.
—Porque le he estado explicando cosas.
—¿Qué clase de cosas?
—¡A ti te lo voy a decir!
—¿Seguro que ese ruido es normal?
—Creo que sí.
—Es diferente de hace un momento.
—Chist, no oigo.
—Éste es peor. Suena como si ni siquiera pudiese respirar.
—¡Mierda!
—¿Se está muriendo?
—Ve a buscar a tu padre, Cal. ¡Corre!
Tal vez regrese siendo otra persona.
Seré la chica de cabello alborotado a la que Adam conoce en su primera semana de universidad. «Hola, ¿tú también estás en la clase de horticultura?»
—Estoy aquí, Tess. Estoy aquí, cogiéndote la mano. Adam también está aquí, sentado al otro lado de la cama. Y Cal. Mamá está de camino, llegará en cualquier momento. Todos te queremos, Tessa. Estamos todos aquí contigo.
—Odio ese ruido. Suena como si le doliera.
—No le duele, Cal. Está inconsciente. No le duele nada.
—Adam dice que puede oírnos. ¿Cómo va a oírnos si está inconsciente?
—Es como dormir, pero ella sabe que estamos aquí. Siéntate conmigo, Cal, no pasa nada. Ven y siéntate en mi regazo. Está tranquila, no te preocupes.
—A mí no me parece tranquila. Suena como una tetera rota.
Me repliego en mi interior, sus voces son como el murmullo del agua.
Los momentos se juntan.
Se estrellan aviones contra edificios. Saltan cuerpos por el aire. Explotan vagones de metro y autobuses. Brota radiación de las aceras. El sol se convierte en un diminuto punto negro. La raza humana se extingue y las cucarachas gobiernan el mundo.
Cualquier cosa podría ocurrir después.
Angel Delight en una playa.
Un tenedor batiendo en un cuenco.
Gaviotas. Olas.
—Está bien, Tessa, puedes marcharte. Te queremos. Ahora ya puedes marcharte.
—¿Por qué dices eso?
—Tal vez necesite permiso para morir, Cal.
—Pero yo no quiero que muera. No le doy permiso.
Digamos que sí, entonces.
Sí a todo sólo una vez más.
—Quizá deberías despedirte de ella, Cal.
—No.
—Podría ser importante.
—Podría hacer que se muriera.
—Nada de lo que tú le digas hará que se muera. Tess desea saber que la quieres.
Un momento más. Uno más. Puedo son un más.
Un envoltorio de caramelo que el viento mueve por el sendero.
—Adelante, Cal.
—Me siento estúpido.
—No te va a oír nadie. Acércate y susúrraselo.
Mi nombre rodea una rotonda.
Una playa cubierta de sepias.
Un pájaro muerto en la hierba.
Millones de gusanos deslumbrados por la luz del sol.
—Adiós, Tess. Que me visite tu fantasma si quieres. No me importa.
Una pareja de gorriones observan a un sapo encaramado a una rama.
Un ratón sumergido en el agua, aplastado por una cuchara.
Tres burbujas de aire diminutas que se escapan, una detrás de otra.
Seis muñecos de nieve hechos de algodón.
Seis servilletas dobladas en forma de azucena.
Siete piedras, todas de diferente color, atadas por una cadena de plata.
Hay sol en mi taza de té.
Zoey mira por la ventana y yo salgo de la ciudad con el coche. El cielo se vuelve cada vez más oscuro.
Deja que se vayan.
Adam exhala el humo hacia la ciudad que queda a nuestros pies. Dice «Ahí abajo podría estar ocurriendo cualquier cosa, pero aquí arriba no te enterarías.»
Adam me acaricia la cabeza, la cara, besa mis lágrimas.
Somos afortunados.
Deja que se vayan.
El sonido de un pájaro que cruza el jardín volando bajo. Luego nada. Nada. Pasa una nube. Otra vez nada. Entra luz por la ventana, cae sobre mí, me traspasa.
Momentos.
Todos juntándose para llegar a éste.
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Antes de Morirme
Teen FictionTessa, una adolescente de 16 años, desde hacen años padece cáncer. Sabe que sus días son contados y que puede morir de un momento a otro por lo que decide hacer una lista de cosas que hacer antes de morirse. Pero en esta lista no hay nada complicado...