—Dime cómo será.
Philippa asiente como si hubiera esperado esa pregunta. Tiene una expresión extraña: profesional, desapegada. Creo que ha empezado a distanciarse. ¿Qué otra cosa puede hacer? Su trabajo es cuidar a los moribundos, pero si intima demasiado con ellos, podría caer en el abismo.
—A partir de ahora no querrás comer casi nada. Seguramente querrás dormir mucho. Quizá no quieres hablar, pero a lo mejor tienes energía para una buena charla de diez minutos entre sueño y sueño. Quizá incluso quieras ir abajo o salir al jardín si hace buen tiempo, si tu padre puede llevarte en brazos. Pero sobre todo dormirás. Dentro de unos días empezarás a perder la conciencia a ratos, y en ese estado tal vez no puedes responder, pero sabrás que hay gente a tu lado y los oirás cuando te hablen. Al final, simplemente te apagarás, Tess.
—¿Dolerá?
—Creo que el dolor será siempre soportable.
—En el hospital no lo era. Al principio no.
—Ya —admite—. Al principio les costo descubrir qué fármaco te iba mejor. Pero te he traído sulfato de morfina, que es de liberación lenta. También tengo Oramorph, que podemos usar si es necesario. No deberías sentir ningún dolor.
—¿Crees que tendré miedo?
—Creo que no hay un modo bueno o malo de afrontarlo —responde. Por mi cara se da cuenta de que opino que eso son paparruchas—. Has tenido la peor suerte del mundo, Tessa, y yo en tu lugar tendría miedo. Pero también creo que la manera en que encares estos últimos días, sea cual sea, será exactamente como debe ser.
—Detesto que hables de días.
Frunce el entrecejo.
—Me hablas sobre el modo de paliar el dolor, me muestra cajas y frascos. Habla bajito, y sus palabras me resbalan, sus instrucciones se pierden. Siento como si todo se estuviera poniendo a cero, una extraña alucinación de que toda mi vida estaba destinada a este momento. Nací y crecí para recibir esta noticia y esta medicación de manos de esta mujer.
—¿Tienes alguna pregunta, Tessa?
Intento pensar en todas las cosas que debería preguntar. Pero me he quedado en blanco y me siento incómoda, como si ella hubiera venido a despedirme a la estación y ahora esperáramos que el tren se dé prisa para así ahorrarnos todos los comentarios ridículos.
Es la hora.
Fuera hace una preciosa mañana de abril. El mundo seguirá su camino sin mí. No tengo elección. Estoy llena de cáncer. Me corroe todo el cuerpo. Y no se puede hacer nada.
—Ahora iré abajo para hablar con tu padre — dice Philippa—. Intentaré venir a verte pronto.
—No es necesario.
—Lo sé, pero vendré.
La gorda y buena de Philippa que ayuda a morir a toda la gente entre Londres y la costa del sur. Alarga los brazos y me estrecha. Está caliente y sudorosa y huele a lavanda.
Cuando se va, me duermo y sueño que entro en el salón y encuentro a todo el mundo sentado. Papá está haciendo un ruido que no había oído hasta entonces.
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Antes de Morirme
Teen FictionTessa, una adolescente de 16 años, desde hacen años padece cáncer. Sabe que sus días son contados y que puede morir de un momento a otro por lo que decide hacer una lista de cosas que hacer antes de morirse. Pero en esta lista no hay nada complicado...