Hay un pájaro muerto en la hierba con las patas tiesas como pinchos de cóctel. Estoy sentada en la hamaca, bajo el manzano, contemplándolo.
—Se ha movido —le digo a Cal.
Él deja de hacerlo malabarismos y se acerca para mirar.
—Son gusanos. Dentro del cadáver hace tanto calor que los gusanos del centro tienen que desplazarse hacia los lados para refrescarse.
—¿Cómo rábanos sabes tú eso?
Se encoge de hombros.
—Internet.
Le da toques al pájaro muerto con la punta del zapato hasta que se le abre el estómago. Cientos de gusanos se desparraman sobre la hierba y se retuercen, aturdidos por la luz del sol. —¿Lo ves? —Cal se agacha y hurga en ellos con un palo—. Un cadáver es un ecosistema. En ciertas condiciones, un ser humano sólo tarda nueve días en pudrirse hasta los huesos. —Me mira pensativamente—. Pero eso a ti no te pasará.
—¿No?
—Eso pasa con la gente que matan y dejan al aire libre.
—¿Qué me ocurrirá a mí, Cal?
Tengo la sensación de que, diga lo que diga, será verdad, como si fuera una especie de gran mago tocado por la verdad cósmica. Pero él se encoge de hombros y responde:
—Lo buscaré y ya te lo diré. —Se va hacia el cobertizo para coger una pala—. Vigila al pájaro.
La brisa agita sus plumas. Es muy hermoso, negro, con un lustre azulado, como el aceite en la superficie del mar. Los gusanos también son bonitos. En la hierba los domina el pánico; buscan el pájaro, se buscan unos a otros.
Y entonces llega Adam caminando por el jardín.
—Hola —saluda—. ¿Cómo estás?
Me incorporo de la hamaca.
—¿Has saltado por encima de la valla?
Niega con la cabeza.
—Está rota allá al fondo.
Lleva tejanos, botas y chaqueta de cuero. Esconde algo a la espalda.
—Toma —Me ofrece un puñado de hojas de plantas silvestres. Entre ellas hay flores naranja. Parecen linternas o calabazas enanas.
—¿Para mí?
—Para ti.
Me emociono.
—Estoy intentando no adquirir cosas nuevas.
Él frunce el entrecejo.
—Tal vez los seres vivos no cuenten.
—Creo que incluso podrían contar más.
Se sienta en la hierba al lado de la hamaca y deja las flores en medio. La tierra está húmeda. Le calará la ropa. Le dará frío. No se lo digo. Tampoco le hablo de los gusanos. Quiero que se le metan reptando en los bolsillos.
Cal vuelve con un desplantador.
—¿Vas a plantar algo? —le pregunta Adam.
—Un pájaro muerto —contesta, y señala el lugar donde yace el ave.
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Antes de Morirme
Genç KurguTessa, una adolescente de 16 años, desde hacen años padece cáncer. Sabe que sus días son contados y que puede morir de un momento a otro por lo que decide hacer una lista de cosas que hacer antes de morirse. Pero en esta lista no hay nada complicado...